Ricardo Chambers, exponente de la izquierda local, realiza un análisis de la realidad política Argentina y de América Latina, repasa su experiencia durante la Dictadura y opina de todo, en sintonía con su personalidad multifacética.

El actor, apicultor, artesano, docente, escritor y político, en orden aleatorio –atrévanse a denominarlo “zurdo empobrecedor”– espera en el espacio abierto del frente de su casa con el mate individual –costumbre COVID– y vestido con alpargatas, bermuda de jean y chomba manga larga marca Cardón, “que seamos de izquierda no significa vivir mal, anhelamos que todos puedan estar bien”, se defiende respecto de la vestimenta top y afianza la creencia en la conciencia social independientemente de las realidades materiales.

Es jueves y empieza a refrescar en la tardecita de Chascomús. No es cualquier jueves, después de seis meses y sin acuerdo con la totalidad de las familias el predio de Guernica fue desalojado en la madrugada. A la vez, en Entre Ríos, Dolores Etchevehere y Juan Grabois recibieron un revés judicial y debieron abandonar el campo en pugna, donde empezaban a desarrollar el “Proyecto Artigas”, emprendimiento de huerta agroecológica con movimientos sociales al frente.

Para Chambers, marxista, militante del Partido Obrero y en más de una oportunidad candidato a jefe comunal no es un día agradable y reflexiona: “Por mi condición de historiador aficionado sé que este país es hijo de la campaña del desierto. Desde entonces estas fincas vienen flojas de papeles, por eso entre hermanos no hay acuerdo. Después Dolores convocó a Grabois, en una clara decisión demagógica. Lo único claro es que en Guernica hubo palos y en Entre Ríos no, lo que prueba que la justicia pega diferente a ricos y pobres, es decir, no hay justicia”.

Y agrega que “Guernica demuestra que la gente no tiene donde vivir y caerse muerta. Se ve que quedaron los cuadernos de los pibes con los que hacían los deberes, las huertitas para sembrar una lechuga, no tienen adonde ir, no es que les gustan los bastones de la policía”.

Frontal y sin pelos en la lengua se corre de la grieta y critica a unos y otros, “entre Fernández y Macri no hay diferencias. Para la gilada, que somos nosotros, parecen caras nuevas, en 2023 será Bullrich, que estaba festejando con la familia Etchevehere, o Larreta. Y Alberto será reemplazado por su propio pueblo, por recular con Vicentín, el impuesto a la riqueza, el aborto, no sé con que más le falta retroceder a este hombre”.

“El sistema siempre está aceitado” expresa y chupa un mate. “¿Por qué Espert, que sacó menos votos que Del Caño, aparece en la televisión todo el tiempo?”, se pregunta. “Porque los medios proyectan una renovación de derecha. Hace tiempo hice una poesía describiendo el burdel, el quilombo, donde la madama cambiaba las caras de las pupilas para que el gaucho se entusiasmara y pusiera sus pesitos. El sistema es igual, fue Macri, ahora es Fernández y se perfilan como los próximos Larreta o Bullrich”, responde.

Heidi y el abuelito

La charla retrocede cuarenta años, tiempos de Dictadura, de Proceso de Reorganización Nacional. Chambers tiene la palabra: “Estuve en Córdoba, en la peor zona. Me agarró varias veces la cana, pero zafé. Estudiaba filosofía y teología en el seminario metropolitano, quería ser cura, pero me salí a tiempo”. “Me salí a tiempo”, repite y menciona imposiciones que no entiende, “el casamiento”, por ejemplo. “Era súper católico, pero me fui desilusionando, por lo menos hice la prueba. Como escribe Marx, todo lo que se opone a la revolución es el opio y descubrí que la religión es el principal opio de los pueblos”, agrega.

Se detiene en aquella trágica experiencia cordobesa, que tiene para él sabor agridulce. Por un lado, todavía la puede contar en 2020, incluso está casado con Josefa, tiene tres hijos varones y cinco nietos –descendencia Chambers asegurada–, pero por el otro, perdió varias amistades: “Trabajaba en Villa La Merced y muchos de mis compañeros fueron levantados. Y eso que era el cuento de Heidi y el abuelito, no teníamos armas, nada. Había un arquitecto con su esposa, que donaron el proyecto de urbanización del barrio y nosotros formamos una cooperativa de construcción, todos desaparecidos, además de la gente del seminario”, narra.

Ese clima político lo arrima de nuevo a Chascomús, “pedí trabajo en Conarco, me dijeron que no porque era zurdo. Hablé con Juan Pablo Odera, compañero de estudio, en ese momento jefe de la telefónica, que gestionó mi ingreso a cambio de seis líneas pedidas por la empresa, `no me hagas quedar mal´, sugirió”. De ese tiempo comenta una lúgubre anécdota: “Un día viene al laboratorio el general Alcides López Aufranc, que había reprimido en el Cordobazo y me da la mano, era una de esas famosas escenas en las que los nazis invitan a comer a los judíos ricos y después los hacen secuestrar. Me hizo entender que tenían mi radiografía”.

Hace dos años quiso revalorizar aquella etapa y destacar a uno de los “verdaderos héroes del pasado”. Investigó entonces a Raúl “Pucho” Ameri, guerrillero montonero, exalumno de la Escuela Normal, que tenía “una personalidad interesante, de orientación católica, egresado de asistente social en La Plata y fundador de una escuela en el Chaco, tarea realizada con sus propias manos”. “El guerrillero de la normal”, como se denominó el trabajo, se incluyó en las jornadas de historia y el propio Chambers invitó a propios y extraños, “no vino nadie, ni la familia, ni los miembros de la escuela, entiendo que a la gente no le interesa, es mejor lo que muestran los medios, que te dicen qué y cómo pensar sin necesidad de esfuerzo”.

Las venas abiertas de América Latina

“La izquierda no prende en un país donde la idiosincrasia del criollo es buscar cierta comodidad”, opina en otro tramo de la entrevista y agrega que “esa mentalidad de clase media nos hace perder votos. Si creemos que hay que votar a Menem porque cambiamos la licuadora, o que ahora otra vuelta de tuerca a la derecha nos va a dar el auto que ansiamos, es difícil. La crisis no es solo económica, sino también educativa”.

A su criterio, las falencias económicas y educativas tienen un tercer eje estrechamente vinculado a las relaciones internacionales y al rol de los Estados Unidos en América Latina. Analiza: “Maduro, que no figura en mi libreta de contactos, es un presidente elegido por el pueblo y es el pueblo quien le tiene que cobrar las deudas, no Estados Unidos. En Argentina la presencia americana está a través de Carrió, de Lanata, de un montón de servicios que tienen esa bandera en el corazón o en la billetera, que es lo mismo”. “¿Le pueden socavar el poder a Alberto Fernández?”, se pregunta el militante del PO, “no, porque no lo necesitan. Habrá otro político que le gane las elecciones democráticamente. Ahora, si Alberto hubiera tomado medidas –Vicentín e impuesto a la riqueza– y no reculado en chancletas, quizá Estados Unidos se interesa en intervenir”, responde.

“La izquierda Argentina está en Primera B. Mis hijos no creo que vean un partido que gane las elecciones democráticamente como se dio en Chile con Salvador Allende”, reflexiona escéptico respecto de la izquierda nacional y nostálgico de la experiencia socialista chilena, que recuerda tampoco terminó bien: “Estados Unidos sobornó gremialistas para generar paros y desabastecimiento, y Pinochet, general nombrado por el propio Allende, lo derroca”.

Y en el podio, destaca a “Cuba libre”, “Actualmente se muestra orgullosa ante el tirano Estados Unidos. La población defiende la revolución, a pesar de todos los intentos de la derecha. El pueblo cubano la pasó feo, por eso no temió en arriesgar y hacer la revolución” dice y ensaya una explicación sociológica: “En Argentina, mal que mal la pateamos, recuerdo la visita de un chileno del Frente Patriótico Manuel Rodriguez, que cuando lo acompañé a la estación y vio unos muchachos haciendo parrillada me dijo `si ustedes comen así nunca van a hacer la revolución´. El sistema es así, te tiene con el suero en el brazo, cuando estás por revelarte lo abre un poco, te deja respirar y vuelve a cerrarse”.

“La televisión nos hace fachos”

Cambia de tema, solo un rato, menciona orgulloso Capote, la exitosa obra de teatro que ensayó nueve meses antes de recorrer distintas salas de la provincia. Cuenta que escribe teatro y que es clown virtual, solo posible en tiempos de pandemia. Habla de redes, de medios de comunicación, frunce el seño y critica a la TV, está de vuelta en la política: “Machaca sobre la inseguridad, nos hace fachos, discriminar al otro por su aspecto. Instalan que al rico no hay que temerle, cuando es al revés, es quien tiene los medios para perjudicarte. El pobre puede venir a ofrecerse para cortar una planta o el pasto, o bien, algo para comer porque sus hijos tienen hambre, pero si toca timbre cómo va a venir a robar”, se enoja.

Parece prueba piloto, un flaco golpea las palmas, máquina en mano ofrece emprolijar el jardín. Se conocen, Ricardo aprueba, el anticapitalista aplica la teoría del derrame. También se acerca el mecánico, le trae el auto roto al mediodía, en plena movilización contra el Polo Productivo Ambiental. “La bujía”, le dice, “no es nada”, agrega. Chambers insiste, “que no, que no”, le retrucan. Acuerdan y cierran trato con medio kilo de miel, escenas de la vida barrial.

La charla sigue, difícil porque el ruido del aparato es ensordecedor, pero el profesor de Ciencias Naturales recuerda la jornada de protesta y no quiere perder la oportunidad de criticar el proyecto municipal: “No se han hecho los deberes con el basurero actual, no está saneado, impacta cuatro metros para abajo y contamina la atmósfera. Estoy a favor de una consulta popular, por lo menos entre los vecinos del barrio. La idea es traer basura de otras localidades, que implica además derogar una ordenanza, es complejo, merece mayor discusión”.

Se acaba el tiempo, la política se impuso; la actuación, las abejas, la docencia, la escritura, será en otro momento, “he hecho tantas cosas en esta vida que siento haber vivido varias”, dice y parece ser una buena síntesis.