Se vieron por primera vez en el mes de mayo en el control de ingreso a la ciudad sobre la Avenida Lastra. Ella, en el rol de ciudadana y vecina del Barrio “El Porteño”; él, “zorro”, como se autodefine. ¿Flechazo? ¿Amor a primera vista? ¿Destino? “Hubo una química instantánea”, comenta el de seguridad; “me llamó la atención su simpatía y que no lo conociera de antes”, destaca ella. Así fue, en un contexto de crisis, en el sitio más inesperado, a Natalia y Nicolás, les llegó el amor. Ahora se ríen y repiten a dúo: “Sin pandemia no hubiera sido posible”.

Natalia es precisa, “el 25 de mayo lo vi por primera vez”, recuerda y da detalles: “Fue muy amable, me deseó buen día y que me cuidara, desde entonces, cada vez que pasaba me ponía muy nerviosa”. Nicolás menciona su versión, “estaba tranquilamente en el puesto cuando apareció, me maravillaron sus ojos, su mirada y el particular trato, mucha gente te hace sentir bien, pero lo de ella fue especial”.

La historia, al principio, solo incluyó miradas y buenos modales, “él estaba acompañado”, advierte Natalia, que había realizado, a través de amigos en común, la radiografía “del pibe alto que está a la mañana en el control”. Nicolás efectivamente estaba en pareja, así que “decidí quedarme en el molde, no mezclar y continuar con mi trabajo”, aunque tenía una certeza: “Me enamoré desde el principio”, dice.

Sintonía de amor

Mientras el mundo entero hablaba de cantidad de contagios y medidas de prevención Natalia y Nicolás coleccionaban sus primeras anécdotas: “Cuando éramos cuatro en el control y no me tocaba, ella continuaba su marcha hasta mí, le tomaba la temperatura otra vez y le pedía el DNI, era gracioso porque mis compañeros me miraban y no entendían nada”, cuenta el inspector.

La oportunidad se dio “el día que pasó con la combi del trabajo”. Supo entonces que era cajera en el peaje y, sobre todo, celebró tener conocidos en el km. 90 para averiguar la identidad de la joven. “Hablé con uno, con otro, conseguí el número, pero decidí no escribirle y apostar a comunicarnos sin la necesidad de terceros. Mientras tanto, la seguí viendo en los puestos, cada vez que la atendía mi sonrisa detrás del barbijo era de oreja a oreja”, agrega.

El esperado encuentro lo propició Instagram, solicitud de él, aceptación de ella y a chatear: “Estuvimos hablando bastante por redes, hasta que un día, casi sin batería, le mencioné mis números de la suerte 22 41, de dos en dos le pasé mi teléfono, se reía mucho, pero al tiempo llegó el esperado mensaje”.

Y también la primera cita, “me pasó a buscar por el médico, caminamos hasta el auto, nos sacamos los barbijos y nos vimos la cara de manera completa por primera vez en persona. Fue una charla muy linda, como si nos conociéramos de siempre. Enseguida perdí los nervios porque descubrí una personalidad parecida a la mía. Nos dimos unos besos de lo más inocentes, el encuentro duró una hora reloj”, expresa Natalia. ¿Y él que recuerda? “Surgió todo muy natural, sin tener que forzar nada, me llevó a casa y le regalé un chocolate dos corazones, todavía tiene guardado el poema”.

Juntos a la par

“Inconscientemente estoy pensando en ti; estoy bloqueado; como viene la vida; no le encuentro salida; estoy shockeado, estoy enamorado, tú estás en mí”, canta Luciano Pereyra y a Natalia le encanta. En uno de los tantos retenes que protagonizaron ella quiso dedicárselo, “se puso tan nerviosa que toqueteó el estéreo y no pudo, se fue rápido, estábamos los dos coloradísimos”, rememora Nicolás.

Se ríen de estas historias, de como ella modificaba a diario su trayecto para coincidir treinta segundos con el zorrito, ya sea en ruta 20, calle Colombia o la cotidiana Lastra; de cuando el chofer de la combi laboral, “nuestro cupido”, coinciden, le dijo a Nicolás que Natalia estaba perdidamente enamorada de él, entonces se acercó a su ventanilla para dibujar un corazón con las manos y ella abrió los ojos sorprendidísima”. Se ríen, hace semanas que se ríen.

En la primera cena “reafirmamos lo que uno piensa del otro, es algo hermoso y sentimos una gran atracción”, dice el joven y confiesa que “tenemos realidades distintas, pero no hay inconvenientes en aceptar e intentar involucrarse en la vida del otro”. Natalia, por su parte, muestra el famoso poema de la cita bautismo: “El día que tu naciste que triste se puso el sol. Al ver que otro sol nacía con mucho más esplendor”.

En pocas semanas, cuando el 99,9 por ciento de la población mundial levante las copas y celebre, más que el año nuevo, el final de éste, ellos irán contracorriente, quizá egoístas –así de irracional es el amor– y agradecerán, redimidos, el haberse conocido.