El periodista pampeano Julio César Santarelli recorrió Hucal, la localidad con la historia más rica de aquella provincia, ya que, entre otras cosas, fue la primera en recibir al ferrocarril. Si bien en la actualidad tiene ocho habitantes y solo uno votará allí este domingo, detrás se tejen infinitas historias. El colega amigo acerca algunas de éstas misceláneas, sobre todo las que tienen que ver con el deporte y aporta también su sensible lente fotográfico.

Por Julio Santarelli
Fotos: Julio santarelli y Adrián Pascual

«Hoy somos ocho personas estables en el pueblo», dice Tito Gossio, el único de esos habitantes que el domingo emitirá su voto allí, el único que tiene domicilio en Hucal, la pequeña localidad del sur pampeano que hoy se despierta entre los rieles abandonados de uno de los talleres ferroviarios más importantes de la Patagonia.

La lluvia aplacó el camino de arena que une al pueblo con la ruta nacional 154. Es un sendero cerrado y ondulado de 1960 metros que se abre repentinamente a uno de los primeros poblados que tuvo La Pampa.

Allí, como en todos los viejos asentamientos de principios del siglo XX también hubo un equipo de fútbol, fue el Sportivo Hucal, que llegó a participar en los campeonatos de la Liga Regional del Sud.

La cancha, ubicada en un lote a la izquierda del camino detrás de un cerco de tamariscos, está ocupada. Ni ayer, ni hoy, ni mañana habrá turnos libres para jugar un partido de fútbol.

Como espectros del pasado, como los espíritus de los antiguos protagonistas del clásico Hucal – Abramo de hace 70 años, un grupo de renuevos de caldén se adueñó del campo de juego.

El portal de ingreso al complejo donde se ubica el estadio está intacto. Es un arco de cemento donde además relucía la segunda pileta municipal de la historia de La Pampa, después de la de El Prado Español en Santa Rosa. También hay unos baños -aún en pie- y un aro de básquet entre stipas y piquillines.

Allí se realizaban los memorables bailes del pueblo, cuando en todo su esplendor llegó a tener 700 habitantes. Hoy, la banda sonora la realiza una orquesta de miles de loros barranqueros que anidaron entre olmos y caldenes.

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Una mano que apareció en formol después de 80 años, un puerto secreto para unir marítimamente La Pampa con Bahía Blanca, la miel más rica de la Argentina, la filmación de «Los siete jinetes del Apocalipsis» y hasta una reunión de nazis en la estancia para definir el desenlace de la Segunda Guerra Mundial, son algunas de las historias que cuenta Tito Gossio, como si fuera «El Gran Pez», en el breve recorrido por las ruinas del pueblo. Todo sucedió allí.

Tiempos de turf

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Botafogo fue un alazán del stud de Diego de Alvear, uno de los dueños de la estancia de Hucal. Fue uno de los caballos más extraordinarios de aquella década del 10 y sus huesos permanecieron por décadas en tierras pampeanas.

Con una anomalía en uno de sus miembros anteriores fue adquirido en séptimo lugar en un lote de diez potrillos en el año 1916.

Durante su primer año de competencia logró once triunfos sin dejarle chance a sus rivales. Corría el año de la Revolución Rusa y ya había obtenido la Cuádruple Corona de la hípica argentina.

Sin embargo, en el Gran Premio Carlos Pellegrini de noviembre de 1918, el tordillo Grey Fox le ganó por un cuerpo y cuarto. Fue todo un golpe. Los burreros quedaron estupefactos. Había caído el Rey en Palermo. Rápidamente se reclamó por una revancha que llegaría dos semanas después.

Durante la espera se vivieron atardeceres de algarabía por las calles de Buenos Aires ya que hubo otro gran evento. A las 11 del día 11 del mes 11 de 1918 terminó la Gran Guerra. La ganaron los aliados -Francia, Gran Bretaña, Estados Unidos, Bélgica, Italia y Portugal, entre otros – frente a los imperios centrales -Alemania, Austria-Hungría, Bulgaria, Imperio turco-. La victoria se celebró multitudinariamente en el centro porteño.

Seis días después, 100.000 espectadores, entre ellos Carlos Gardel que viajó de urgencia desde General Pico, se dieron cita a la «carrera del siglo», una de las más emocionantes de la historia del turf. Botafogo se impuso en los 3000 metros por más de 50 metros, un récord mundial para la época.

No logró finalizar su campaña invicto pero ganó 17 de las 18 pruebas que disputó. El alazán murió en el Haras Chapadmalal de Mar del Plata el 18 de abril de 1922.

Su esqueleto permaneció durante varias décadas en la Estancia Hucal que hoy se encuentra cerrada al público. El espíritu aún recorre, como en una pista de hipódromo, los rieles del tren entre Cotita y Abramo.

Fútbol de domingo

Septiembre de 1926, cuatro años después de la muerte de Botafogo. Sus huesos ya descansan con honores en los alrededores de la Hacienda de los Alvear. Días atrás, en los festejos del 30 de agosto, día del ferroviario, el señor Calamita decide donar la copa. Santo Figueroa se ofreció para oficiar de referí.

Un puñado de jugadores de Unión de Villa Iris arribó en el tren de la línea Roca que une Bahía Blanca con Toay.  Los futbolistas junto a unos vecinos que se acercaron hasta la pequeña Hucal caminaron los 100 metros entre la estación de trenes y la cancha de fútbol.

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El partido fue entretenido. Por un lado los «Panza Verdes» bonaerenses, por otro un combinado Hucal-Bernasconi. Finalizaron 2 a 2 en el tiempo reglamentario por lo que hubo una reunión entre capitanes. ¿Cómo sigue esta historia? -preguntó el local-. Finalmente resolvieron jugar tiempo suplementario.

La visita conquistó un nuevo tanto para quedarse con el trofeo que había sido donado. Entre aquel día y esta lluviosa e incipiente primavera ya pasaron 95 años.

Ya en color ladrillo, el papel del periódico La Nueva Provincia de Bahía Blanca informa también un encuentro entre el Sportivo Hucal ante el club General Zapiola de Villa Alba, localidad que más tarde pasaría a renombrarse como General San Martín. El duelo terminó empatado 1 a 1. También fue en septiembre, pero de 1930. Un día antes del partido amistoso, en Buenos Aires, el teniente general José Félix Uriburu derrocaba al presidente constitucional Hipólito Yrigoyen. Fue el primer golpe de Estado en Argentina.

Los años dorados

En la década del 40 y 50, el Sportivo y Recreativo de Hucal participó de los torneos regionales del sud junto a los equipos de General San Martín, Bernasconi, Jacinto Arauz, Villa Iris y Guatraché.

Fue una época de gloria con grandes desafíos como los duelos ante Bernasconi. Uno de ellos tuvo lugar el 14 de mayo de 1944, un año antes del final de la Segunda Guerra Mundial. La Verde venció 4-3 a los de Hucal. También se enfrentaron el 20 de mayo de 1951 pero aquel día fue empate 1 a 1.

Aunque las victorias más resonantes se dieron en septiembre de 1953 ante el clásico rival, Recreativo Abramo, ubicado a unos 15 minutos en tren. Fueron días intensos para la rivalidad vecinal, donde hubo más cuestiones en juego que el simple orgullo deportivo.

Las y los fieles se dieron cita cada uno de esos domingos en la capilla de la Estancia construida por la viuda de Diego de Alvear. La edificación se realizó por recomendación de un misionero salesiano nacido en Udine, en el norte italiano, que visitaba asiduamente la zona, el padre Ángel Buodo.

Por unos cuantos pesos de diezmo, algunos jugadores pidieron silenciosamente la ayuda celestial para afrontar aquella batalla deportiva.

El primer encuentro se jugó en Hucal. El local formó con Aguiar; Vaquero y M. González; Méndez, Césari y B. González; O. Samotti, Silva, Trebrucq, E. González y Calderón. El encuentro fue parejo, con pocas acciones de peligro. La tensión reinaba el ambiente. Las calandrias no se animaban a largar su canto. El score en cero se rompió en el complemento gracias a Salinero, que había ingresado unos minutos antes.

Durante esos días no se habló de otra cuestión sobre los rieles del pueblo ferroviario. El bar permaneció las 24 horas abierto. La mesa de timba también incluyó apuestas para el partido del domingo. Fue una semana memorable.

La revancha se jugó en Abramo. El tren partió a media mañana y tardó 60 segundos más de lo habitual. Fueron 16 minutos. En ese trayecto casi no hubo carcajadas. Tampoco bebidas espirituosas, solo agua, una de las mejores de la provincia según los estudios de la época.

El club ferroviario alineó a Aguiar; M. González y Martín; B. González, Vaquero y Calderón; Lamot, Silva, Trebrucq, E. González y Di Luca. Sería el wing derecho, Lamot, quien convertiría el tanto de un nuevo triunfo de Hucal. Esta vez como visitante.

Fueron las victorias más festejadas en el pueblo ferroviario. Aquel bar ubicado enfrente del Almacén de Ramos Generales de los Mondelo trabajó como nunca antes durante ese memorable septiembre de 1953.

El entusiasmo fue tal que al año siguiente Sportivo Hucal inscribió su nombre en la Copa Salvador Ananía, fue uno de los primeros campeonatos sureños masivos y bien establecidos. Ese año, tal vez uno de los últimos en que participó el equipo, Hucal igualó 1 a 1 con Bernasconi como visitante y cayó 1 a 0 como local. El fútbol, como el pueblo, comenzaba a ingresar en un sueño lento. Una siesta de casi siete décadas.

Hucal en la actualidad

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Fuente: «El Diario» de La Pampa