Gilles Deleuze, gran filósofo del siglo pasado, diferencia conceptualmente las sociedades disciplinarias de las sociedades de control.

En las sociedades modernas disciplinares la estrategia de control social se dirige directamente hacia los cuerpos de los sujetos, mediante sus instituciones (la cárcel, el manicomio, la escuela, la fábrica, el servicio militar, el hospital y la familia), articulando los recorridos propios de sus sistemas burocráticos y ejerciendo su poder para moldear la producción de la subjetividad.

En tanto, las sociedades de control, apuntan con sus estrategias biopolíticas directamente al lazo social, a los vínculos humanos, dejando estalladas a las instituciones modernas tradicionales para la producción y contención de nuevas subjetividades, imperando en la actualidad el empuje al consumo constante, el cual deja al sujeto en una posición donde el malestar se acrecienta y con ello se amplían los síntomas subjetivos ligados a la mortificación: angustia, desgano, etcétera.

Ahora bien, el contexto actual de aislamiento social, preventivo y obligatorio, debido al Covid-19, pandemia que se ha instalado en un contexto de capitalismo mundial integrado, ha perturbado nuestra vida cotidiana, nuestro lazo social, instalando un tiempo y espacio de incertidumbres y miedo, ideando la creencia, por lo menos en los primeros tiempos, que el otro, el semejante, puede ser un peligro latente, así como también develando la muerte y el sentimiento de vulnerabilidad en las personas.

A la vez, ha mostrado diferentes respuestas subjetivas frente al exceso de angustia y el estado hiperalerta que imperaba en los primeros tiempos de la pandemia. Fue y es, la invención, el amor, las actividades artísticas (como la música o la realización de una tarea), lo que ha permitido mantener y producir en estos tiempos la vitalidad del lazo social.

¿QUÉ CONDICIONES PARA EL AMOR EN LA ÉPOCA ACTUAL?

Escucho a una colega que cuenta que su hija de 12 años manifiesta estado de angustia y frustración, se le genera una pregunta frente a la imposibilidad actual de que se produzca un acontecimiento esperado por ella, su interrogante se dirige a cómo, bajo estas condiciones, daría su primer beso.

Lo retomo porque es una preocupación y pregunta trascendental, existencial e interesante, en alguien de 12, 5, 30 o 60 años, pues este interrogante interpela: ¿Cómo se ama en la actualidad? ¿Qué tipos de saber hacer hemos podido inventar para producir condiciones de amor?

Wittgenstein escribe el “Tractatus logico-philosophicus” literalmente desde la trinchera, en la realidad de la Primera Guerra Mundial, envuelta casi toda Europa en un caos económico. Soluciones, que cada quien produce aun, y sobre todo, en el desconcierto más desgarrador, constituyen actos en medio de un agujero.

En el tiempo actual se producen diferentes perturbaciones en el lazo social. Pensemos, por ejemplo, en los distintos y diversos espacios de socialización donde transcurre nuestra vida humana y, por lo tanto, vida social, cultural, política, micropolítica, sexual, en fin, el despliegue y desarrollo de los vínculos singulares en constante movimiento, la vitalidad.

Un niño pequeño de alrededor de 7 años manifiesta en sus juegos escenas de destrucción, choques y enfrentamientos en clara elaboración de sus afectaciones, angustias y miedos: ¿Qué puede un cuerpo cuando no está en movimiento? ¿Cómo hacer con este exceso? Preguntas que aparecen en  medio de la pandemia, convocando a un saber hacer.

Una señora de 74 años pierde a su compañero de vida en medio del aislamiento, desenlace trágico que irrumpe en su vida, pienso “cuando va a caer” que ya no está, en la noche, ella somnolienta, estira su mano para abrazar la ausencia que sutura su falta.

Los sueños nostálgicos de los sujetos que recuerdan a alguien que ya no está, sueños de angustia, pesadillas e insomnio, manifestaciones y presentaciones, a veces sintomáticas, que aportan un claro índice de producción y elaboración inconsciente, para inscribir, de alguna manera, la angustia y el apronte angustiante a veces imposible de soportar frente a la situación actual.

Estos recortes que ejemplifican distintos niveles de malestar subjetivos y que se manifiestan en la población, nos hace pensar e instalar distintos interrogantes con respecto al aislamiento preventivo social y obligatorio, teniendo en cuenta que los modos de confinamiento terminan generalmente en la locura, cuando se perpetúan en el tiempo. Surge entonces la pregunta ética por la producción deseante, el amor, la relación al otro y como inventamos nuevas maneras de hacer vivible, vivificante y vital la producción singular y colectiva en la actualidad.

¿Cómo sostener la dignidad deseante y subjetiva? En las múltiples variables que intervienen de manera firme, quiero destacar la capacidad de amar y el ejercicio del  trabajo  como dos dimensiones  importantes, potentes y vitales donde la sociedad en su conjunto se ha desarrollado, producido, constituido y desplegado a lo largo de la historia, por lo que como psicoanalistas, esta situación nos convoca a  pensar en el campo de la salud intervenciones teniendo en cuenta la realidad de cada lugar, pueblo o ciudad y evaluando qué dimensión del lazo social funciona, para articular de manera colectiva los cuidados que permitan llevar adelante una vida vivible en estos tiempos, a veces de incertidumbre, pero apostando al eros integrador propios de cualquier vínculo social y bajo una condición micropolítica y ética en relación al otro. ¿Podremos producir satisfacciones a partir de  modos de vida vivible?

Por Alejandro Domínguez. Lic.Psicología, MP 54180. Esquizoanalista.