Por Arq. Lucio Plorutti Dormal
La Linterna Urbana – Una Colaboración del Colegio de Arquitectos de Chascomús


Nuestro planeta posee muchos elementos amigables, como también los tienen nuestras ciudades. Así como hay ríos, hay calles. Como hay lagos, hay plazas. Como hay montañas, hay edificios, y como hay mares hay parques. La ciudad es un ecosistema humano qué, inevitablemente, contiene varios elementos de la naturaleza. Existen ciudades con ríos y canales, otras costeras, algunas en las praderas y otras en montañas. En colinas, en desiertos, y hasta sobre el mar. Históricamente, se fundaban a orillas o cercanías de un cuerpo de agua, aunque siempre comenzaban a construirse las aldeas alrededor de un árbol. Con su espacio de expansión en un gran patio o plazoleta. La relación entre el hombre y el árbol es simbiótica y sagrada dado que dan reparo, sombra, y oxígeno. De ahí que uno de los elementos fundamentales de ambos mundos, el natural y el urbano, sea el árbol.

Ahora bien, el vínculo entre ambos va mucho más allá de lo esencial. Este agradable elemento cumple muchísimas funciones, como brindar color, atraer flora y fauna, y generar un ritmo necesario a la calle, a las plazas y a los parques. Pero además, nos dan escala. Las aldeas, pueblos y ciudades respectivamente tienen características distintas que comprenden el movimiento de las urbes, entendiéndose como la extensión, la consolidación, y la densificación. Primero está la extensión, que nunca deja de ocurrir. Es cuando crecen horizontalmente sobre la naturaleza, ocupando el territorio. Se trazan las calles y se lotean las chacras, momento preciso para determinar la forestación. Luego se van consolidando mediante el asfalto y los servicios públicos, el completamiento edilicio de la trama y, por supuesto; el crecimiento de dichos árboles. Y por última instancia llega la densificación, donde un pueblo comienza a transformarse en ciudad. En ésta instancia final es que el árbol termina de determinar la escala de la ciudad, comprendiendo a las construcciones que están por debajo o por encima de sus copas.
Hoy en día, Chascomús comienza su etapa de densificación y todos podemos notar los nuevos edificios que ya superan la altura del arbolado urbano. Estos cambios no solo son de escala, sino de asoleamiento, infraestructura, y tránsito. Y no todos los árboles son iguales. La densificación transforma el espacio público, desde las veredas y calles hasta las plazas y parques. Es así como una vereda angosta lleva un árbol chico o una planta, una plaza puede llevar especímenes grandes, y un boulevarde combinaciones de ambos, etc. Además, se puede optar por árboles de hoja caduca que permitan filtrar la luz en invierno, dando sombra en verano; o de hojas perennes que sirvan funciones como pantallas para el ruido y la visión, etc. Para ello existen carreras de paisajismo e ingeniería forestal, entre tantas otras. Como me gusta decir a mí, «el árbol es el mejor amigo del hombre».