Si bien la igualdad entre hombres y mujeres en el ámbito del trabajo todavía no se concreta, con diferentes remuneraciones por similar cargo y tarea entre otras desigualdades, es un hecho la caída de ciertos estereotipos y la apropiación por parte de ellas de oficios tradicionalmente vinculados a los varones. Silvina, Julieta y Claudia, entre tantas otras, de profesión albañila, electricista y chofer, son ejemplos de esta ruptura y una muestra clara de que en el mercado laboral, como en tantísimos otros aspectos, tampoco aplica el binarismo.

“Hago albañilería, soldadura y trabajos de plomería. Construí mi casa, que si bien no es gran cosa, pude defenderme”, comienza Silvina, que aprendió los oficios de su papá José, resignado ante la indiferencia del hijo varón, “prefirió la tecnología y después se hizo policía, no le quedó otra que prepararme a mí”.

Desde pequeña demostró interés y curiosidad, ante la falta de la madre “no había para niñeros y acompañaba al viejo a las obras”, cuenta. “Me decía que no tocara la cal porque quemaba y no me quería enseñar. Después hice un curso en la Municipalidad, aprendí bastante y pude trabajar de peón en una cooperativa que hizo unas casitas”, agrega la albañila, expresión que acepta la RAE y no debe alarmar a lxs puristxs del lenguaje.

Julieta, por su parte, comparte con Silvina la escuela, “aprendí de mirar a mi viejo” y desde joven “no pido ayuda para las cosas de la casa”, relata. Después de 20 años como empleada municipal y tras una serie de problemas laborales que afectaron su salud, se inclinó por emprender y oficializar su habilidad con las manos, “empecé con manualidades y banquitos de madera, hasta que surgió `Marido en casa´, donde hago electricidad, plomería, tapicería, y arreglos en general”.

“Fue creciendo, me permite llegar a fin de mes y ayudar a la gente. Toda la vida hice un trabajo de militancia social, por eso me cuesta mucho el tema de la cobranza. Pero no importa, se trata un poco de tener las manos y la cabeza ocupadas”, agrega Julieta, quien actualmente está en pareja con una reconocida peluquera porteña, “que le corta el pelo a Juana Viale”, se jacta.

Y continúa: “Me llaman muchos hombres, porque no tienen tiempo, herramientas o forma de resolver. Con las redes se agranda la cadena, el ida y vuelta. El otro día una compañera municipal me pidió que le arregle un portón, no pude hacerlo, pero me recomendó. El boca a boca y la buena predisposición de la gente es la clave”, cuenta Julieta, quien además de valorar su propio desempeño, tiene en el radar a las mujeres que la pelean y se destacan en roles de ¿ellos? “Hay una señora que labura en una empresa de la construcción y es infernal lo que hace, levanta las bolsas de cemento de 50 kilos sin faja, es impresionante”, sugiere.

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Julieta habla de Claudia, chofer de un corralón de materiales hace 16 años: “Cuando me divorcié empecé a limpiar casas y me di cuenta que no alcanzaba, entonces decidí salir con el camión. Hice fletes hasta que me convocaron de la empresa, al principio tuve vergüenza, pero con cuatro hijos no tenía demasiadas opciones”, narra.

A los 53 años su jornada laboral comienza minutos antes de las 8 cuando revisa el camión, “lo conozco porque tengo uno similar y me doy cuenta si algo anda mal”. Después del chequeo arranca con la distribución de materiales, “la empresa se dividió y ya no entrego bolsas, pero las levantaba a la par de mis compañeros, nunca me afectó”, afirma y corrobora el dato de Julieta.

Claudia cree que “con garra se puede realizar el trabajo de cualquier hombre”, pero reconoce, aunque se le enojen sus propias hijas, “que no es tan fácil, porque ellos tienen más fuerza y habilidad para ciertas tareas”. A la vez, destaca la relación con sus compañeros: “Siempre me tocó trabajar con hombres y fueron muy buenos conmigo. Hablamos de fútbol, mujeres, soy una más, el ambiente de trabajo es lindo y me siento cómoda”.

“Me gustan los camiones, manejar en realidad, el día de mañana me imagino llevando chicos a la escuela o de remisera”, responde respecto del futuro, aunque no descarta otras actividades, “estoy dispuesta a hacer cualquier cosa, no tengo problema”.

Y cierra: “Ya se verá, algo saldrá. Siempre intenté progresar y no depender de otros. Hasta la separación trabajé a la par de él, conducía el tractor, el camión, quizá descuidaba la parte femenina, pero no me arrepiento, es la vida y estoy feliz de haberlo hecho”.

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“En la cooperativa estaban los peones y los oficiales, era bastante organizado y no había diferencias” retoma Silvina, a quien trabajar de forma privada le resulta más difícil, “pude cuando me recomendó el viejo o con algunos familiares, pero por lo general la gente piensa en un hombre”. De todas formas, su mayor orgullo es la propia casa, donde pudo plasmar sus conocimientos: “Arranqué con una casillita de madera, haciendo pilotines y contrapiso, pero me animé con la plomería y los desagües”.

Mientras construía su vivienda, Silvina cuidaba una abuela de noche y atendía un kiosco fines de semana y feriados, jornadas maratónicas que le generaron problemas físicos, “la hice a pulmón; el pozo del baño y el registro de la cocina, por ejemplo, meta pala, hasta que una noche me rompí las muñecas queriendo desparramar tierra antes que oscureciera. No paré, ya va a pasar, pensé”.

La albañilería le gusta, “mientras las mujeres sean prolijas y les de la fuerza física está bien”, pero su informalidad la condiciona, “me interesa particularmente agarrar laburo en blanco para tener aportes, pero es difícil”, reflexiona. Mientras tanto, alterna pala, pico y martillo con limpieza de casas, cuidado de niños y hasta trabajos de costura.

Julieta también es pluriempleada, a su condición de municipal en conflicto, le agrega “Marido a domicilio”, rótulo que “molestó a algunas amigas feministas”, cuenta entre risas y se defiende: “Se trata de una mina que hace cosas que tradicionalmente se asocian a los hombres, nada más. La realidad es que todos podemos hacerlo, el que quiere aprende, solo hacen falta predisposición y herramientas”.

“Quiero encontrar mi lugar y que la gente no me juzgue” expresa Juli en este paréntesis con ANTI. En ese camino, destaca la buena vibra con los colegas y los adultos mayores, “me recomiendan para los trabajos chicos y yo hago lo mismo con arreglos importantes, hay buena onda; me llevo muy bien con los abuelos y me llaman porque necesitan compañía. Quieren una visita, incluso rompen una perilla para llamarte, es maravilloso”.

Según ella, ser de virgo la hace “bastante hinchapelotas” y agrega que “cuando alquilaba  acompañaba y curioseaba a los que hacían arreglos, después me di cuenta lo molesto que resulta. También entendí que hay muchas maneras de hacer las cosas y que cada persona tiene su impronta o forma de trabajar”.

Julieta sueña con equipar su propio galpón y por eso critica no poder acceder a programas por ser municipal, “podría hacerme de herramientas de carpintería, por ejemplo, y devolver el beneficio con mesas y sillas para los jardines”, propone. Otra discordancia, además de que hace domicilios y odia a los perros, con las dificultades que eso genera, se da en la calle, con algunos clientes: “Me han tratado muy mal, personas que creen que estás a disposición o que tienen dinero y te menosprecian. Uno tiene que hacer tripa corazón y no contestar, pero saber defenderse. Por supuesto que está el que valora mucho tu trabajo”.

Los estereotipos y las convenciones vienen desde la infancia: La pelota, el soldado, el autito y el celeste para ellos; la princesa, la muñeca, la pinturita y el rosa para las niñas. Cultura fragmentada y binaria, pero no irrompible. Si bien la legislación va por el buen camino, prueba de ello es la reciente sanción de la interrupción voluntaria del embarazo (IVE) y lo que ésta representa en términos de ampliación de derechos para las mujeres, el comportamiento social tiene su propio ritmo y las conductas retrógradas todavía prevalecen. El objetivo es deconstruir esta sociedad, respetar las minorías y fomentar la igualdad de oportunidades entre todxs. En este panorama, Silvina, Julieta y Claudia, representan la vanguardia y el progreso.

Contactos: Silvina (2241) 553876 / Julieta (2241) 699790.