Por Alejandro Domínguez *
“El Sputnik, ese primer objeto lanzado al espacio, que verificó muchas cosas,
es en este sentido cierto tipo de fenómeno elemental […]
Representa algo, pero no se sabe muy bien que”.
Jacques-Alain Miller, “El saber delirante”, Editorial Paidós
En el año 1957, la URSS lanza al espacio el primer satélite en la historia de la humanidad, en un contexto global marcado por la guerra fría el terreno de disputa se traslada al ámbito científico, en la denominada carrera espacial.
La ciencia, a partir de la invención, crea una realidad simbólica pensable aunque desconocida, pero a la vez genera los objetos que permiten la exploración de un más allá en la tierra. Lógicamente, esta aventura espacial disparó ideaciones colectivas de todo tipo, cercanas al delirio, que se han evidenciado por ejemplo en el supuesto de que el hombre no llegó realmente a la luna en 1969, sino que fue una puesta en escena del famoso cineasta norteamericano Stanley Kubrick, respuestas colectivas frente a lo real desconocido del espacio exterior.
Ahora bien, en la actualidad y en plena pandemia atravesada globalmente, las respuestas colectivas han ido desde la negación absoluta del virus covid-19, hasta las más disparatadas teorías conspirativas de un plan macabro orquestado por el gran “Otro”, se instaló una querella en espiral dirigida a ese “Otro”, que toma las formas de las distintas instituciones de la sociedad, desde el gobierno de turno hasta la policía, los militares, etcétera.
No importa a quien se dirige, la cuestión es que en este contexto no hay un “Otro” que garantice la ficción propia de cada uno, lo cual arroja a la población a la incertidumbre frente a la amenaza exterior, produciendo distintos grados de vulnerabilidad y alterando la escena fantasmática del mundo de las personas, su día a día, produciendo efectos subjetivos diversos, sobre todo la queja y la querella para que le devuelvan la vida anterior previa a la pandemia.
Aparecen en escena subjetividades literalmente desquiciadas que demandan una respuesta, una solución, pero que aumentan la incertidumbre, apoyadas muchas veces en la infodemia o las denominadas fake news, noticias falsas que circulan bajo algún interés económico y/o político, que desvirtúan la realidad y tienen grandes efectos subjetivos.
No caeremos en la falsa antinomia gobierno-oposición, con sus referentes y discursos de ambos lados, así como el uso político que hacen del contexto actual. Me abocaré a la vacuna, como producto realizado por la comunidad científica internacional, la cual permite vislumbrar un halo de esperanza y vitalidad, frente a la mortificación constante que produce la pandemia.
La vacuna representa una solución concreta y segura, algo inasimilable para nosotros como sociedad, el virus covid-19, es puesto en jaque gracias, una vez más, a la ciencia y sus objetos técnicos, que dan soluciones certeras para terminar con esta pandemia, en contraposición a la confusión y miedos generados por los discursos delirantes.
Por supuesto que existen intereses de las grandes farmacéuticas, laboratorios y gobiernos en la actual carrera sanitaria que busca salvar a la humanidad de la pandemia y descubrir la vacuna óptima. Estamos en un contexto de globalización, donde el mundo ya no está dividido en capitalismo y comunismo, sino que hablamos actualmente de un capitalismo mundial integrado, donde la correlación de fuerzas e intereses es muy distinta a la época de la carrera espacial, pero que vuelve a dirimirse en el ámbito científico y en el desarrollo técnico, con intensas relaciones de poder entre las potencias, ya sea desde el punto de vista político, como económico.
Estas cuestiones determinan que se establezcan discursos y relatos que desprestigian tal o cual vacuna, confundiendo a la población e instalando cierto pánico y desconfianza, en lugar de exigir que las campañas de vacunación puedan llegar a toda la población a través de una logística adecuada, que permita lograr la llamada inmunidad de rebaño. En ese contexto, la vacuna sputnik V, de origen rusa, ha introducido cierta esperanza, sobre todo para el personal de salud que trabaja en la primera línea, pero todavía faltan muchos profesionales por vacunar y debemos reclamar a las autoridades que se inmunice a todos. La sensación es que se abre una salida a un año duro y caótico para la humanidad.
Puedo contar mi experiencia en primera persona, ya que formo parte del grupo ya inmunizado. La semana pasada, para mi sorpresa, me llega un correo anunciando la fecha y el hospital donde acudir para la aplicación de la primera dosis de la Sputnik V. Efectivamente asisto, aunque con ciertos interrogantes, que tenían que ver, sobre todo, con la afectación de poner el cuerpo y realizar el acto. Fue una experiencia delirante para mí, en relación a lo desconocido (real) de la vacuna.
Con respecto a la respuesta de mi cuerpo, un cuerpo atravesado por el lenguaje, el significante y los discursos, pero también un cuerpo que habla y se afecta, aparecieron los síntomas de la vacuna, alguna febrícula en la noche, acompañado por dolor leve de cabeza y de algunos músculos, síntomas soportados por algún fármaco que alivie y dejara dormir, para luego continuar el día.
Quiero terminar aportando información certera respecto del actual desarrollo de vacunas a nivel mundial y recomendar la lectura del texto Historias para recordar: La polio, que relata un fragmento de lo que fue la epidemia de poliomielitis, donde también, gracias a una vacuna, se pudo volver a pensar y sentir escenas del mundo vivibles y vivificantes.
*Licenciado en Psicología, MP 54180. Empleado del Ministerio de Salud, provincia de Buenos Aires, Subsecretaría de salud mental, consumos problemáticos y violencias.