En nota titulada “Bienvenidos a la primera fiesta de la Humanidad”, el periodista Juan Manuel Nieves informó sobre una práctica que hoy, en plena pandemia, está apuntada por el dedo acusador de demasiados, esos que reclaman empatía ante el virus, aunque muchas veces no la tienen ante el que demandan o en accionares propios.  “Se celebró hace 12.000 años en una cueva funeraria al norte de Israel, donde 35 personas se dieron un festín de reses y tortuga”, anticipó el autor de la nota realizada hace una década atrás, que disparará otra serie de publicaciones de profesionales en ANTI.

Fue hace 12.000 años, antes incluso de la llegada de la agricultura, y en ella participaron como mínimo 35 personas que se dieron un auténtico festín de reses y carne de tortuga. El motivo de la reunión fue un funeral, celebrado en el interior de una cueva en Galilea, al norte de Israel. Es la prueba más antigua de una celebración multitudinaria organizada de la que se tiene noticia y su hallazgo se publica en el último número de la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).

Los festejos comunitarios son uno de los comportamientos sociales más universales e importantes entre los seres humanos. Pero los científicos no terminan de ponerse de acuerdo sobre las fechas en que estas reuniones comenzaron a celebrarse.

Ahora, un equipo internacional de investigadores ha encontrado la prueba más antigua de una fiesta perfectamente organizada. Fue en una cueva funeraria del norte de Israel y se celebró hace unos 12.000 años. Por aquél entonces, ni siquiera se había desarrollado aún la agricultura. El ser humano aprendió antes a festejar que a cultivar.

«Los científicos han especulado que las primeras fiestas comenzaron antes del periodo Neolítico, que comienza hace unos 11.500 años -afirma Natalie Munro, de la Universidad de Conneticut y autora principal de la investigación-. Pero esta es la primera evidencia sólida que soporta la idea de que los festejos comunitarios ya tenían lugar, quizá con cierta frecuencia, en los albores de la transición hacia la agricultura”.

El cuerpo quemado de un chamán
En una cueva funeraria de Galilea, al norte de Israel, Munro y sus colegas de la Universidad Hebrea de Jerusalén descubrieron los restos de al menos 71 tortugas y tres reses salvajes en el interior de dos agujeros expresamente excavados para contenerlos.

Las conchas de las tortugas (arriba) y los huesos de las reses (debajo) muestran claras evidencias de haber sido cocinados y despiezados, lo que indica que fueron especialmente preparados para el consumo humano.

Cada uno de los dos agujeros, sostiene Munro, fue hecho con el propósito de celebrar un ritual de enterramiento y su festejo relacionado. Los caparazones de las tortugas están situados debajo, alrededor y encima de los restos de un chamán cuyo cuerpo fue quemado en un rito funerario.

La disposición de los caparazones sugiere que la fiesta se celebró al mismo tiempo que el funeral. Por sí misma, la carne que debieron contener los caparazones de las tortugas habría sido suficiente para alimentar por lo menos a 35 personas, aunque según Munro es probable que los asistentes fueran muchos más.

«No sabemos exactamente cuánta gente asistió a esta fiesta, o cuál era la media de asistencia a esta clase de celebraciones -explica Munro-. Lo mejor que podemos hacer es dar un número mínimo estimado basándonos en el la cantidad de huesos encontrados”.

Reforzar los lazos
Una de las principales razones por las que los humanos comenzaron a celebrar estos festines, y solo después a cultivar sus propios alimentos, es que el rápido crecimiento de la población había empezado a abarrotar el paisaje.

A principios de la Edad de Piedra, opina Munro, pequeños grupos familiares se movían continuamente en busca de nuevas fuentes de alimento. Pero cerca de la época en que se celebró esta fiesta, ese estilo de vida se estaba volviendo cada vez más difícil.

«La gente -opina la investigadora- entraba en contacto muy a menudo, y eso podía causar fricciones. Antes de esta época, ellos podían levantarse y marcharse cundo tenían problemas con los vecinos. Pero ahora, esta clase de celebraciones públicas servía para reforzar los lazos comunitarios, ayudaba a relajar las tensiones y fortalecía las relaciones sociales».

“La aparición de estos festines en los albores de la agricultura es particularmente interesante porque los humanos comenzaban a experimentar con la domesticación y el cultivo”, señala Munro.

Fuente: ABC.es