A días de haberse cumplido un nuevo aniversario del atentado del 16 de junio de 1955, cruel capítulo de la historia Argentina, proponemos ofrecer algunas reflexiones junto al escritor, abogado y militante político platense Jorge Alessandro.
Por Ricardo Navoni
Este hecho invisibilizado durante largo tiempo, con el transcurrir de los años comenzó a cobrar su verdadera dimensión. Describir el horror, poner en palabras la mutilación y la muerte resulta un ejercicio de memoria necesario. Inéditas imágenes y sonidos de la hora exacta de la masacre irrumpen como una bofetada. Con una ciudadanía que construye sus propios mensajes, sin mediaciones, a través de redes sociales por ejemplo, el día que quisieron matar a Perón se recuerda en la actualidad con nuevos ojos.
Aquel mediodía, aviones de guerra argentinos descargaron 14 toneladas de bombas sobre la Plaza de Mayo y la Casa Rosada, dejando el saldo de 307 muertos y 800 heridos, con el único objetivo de matar al entonces presidente de la democracia Juan Domingo Perón. A la distancia, puede entenderse que su silenciamiento u ocultamiento no ha sido nada casual. Fue una masacre sin contemplaciones a un pueblo pacífico que solo caminaba, paseaba, trabajaba o simplemente pasaba el tiempo allí. El ómnibus con un grupo de niños del interior del país, que realizaba una excursión por la ciudad, fue la página quizás más dolorosa: todos sus pasajeros murieron.
“El tirano ha muerto” a punta de pistola fue vomitado por un desprevenido periodista de Radio Mitre en esas horas llenas de odio. Los militares argentinos que cometieron este atentado, en incontables veces han sido llamados simplemente disidentes, sin embargo, son un engranaje de una maquinaria de violencia que enlutaría durante décadas a la patria. Sobre estas cuestiones, en este 66 aniversario, charlamos con Jorge Alessandro, que aportó detalles de la participación de la región, ya que parte de los vuelos despegaron de la Base Aeronaval de Punta Indio. En las siguientes líneas destacamos pasajes del reportaje realizado en la FM Comunitaria de Punta del Indio.
Las huellas del odio
“Hay una línea bien marcada que recorre nuestra historia política que revela hitos convergentes, donde las minorías ejercieron violencia contra las mayorías y dejaron caer toda su fuerza contra el pueblo, éste hecho fue uno de ellos”.
“El odio fue el motor. Podríamos encontrar su nacimiento 10 años antes, cuando irrumpe un nuevo actor político, los cabecitas negras, los descamisados, en definitiva, el pueblo. Las oligarquías no lo tenían en cuenta, no lo esperaban, ese tiempo también llamado como la felicidad y la grandeza del pueblo, no fue tolerado”.
“Con claridad las motivaciones pueden verbalizarse como desprecio clasista y racista, o bien, la incapacidad de doblegar al gobierno por los caminos democráticos”.
“La consigna era matar a Perón, pero hubo mucho más que eso, fue el asesinato de cientos. Un atentado cargado de simbología, pensemos lo que significaba la plaza cada 1 de mayo, así como esa relación entre el líder y la masa. Había un objetivo claro de atemorizar a la base social de apoyo al gobierno”.
La cronología de la violencia
“El 3 de febrero de 1952 hubo un intento de asesinato al presidente Perón que fue rápidamente descubierto, en su misma gestación, con la figura relevante de un ex coronel llamado Francisco Suarez. Planeaban asaltar la residencia del primer mandatario”.
“Avanzamos al 15 de abril de 1953, cuando se efectuó un atentado con bombas en Plaza de Mayo, en pleno acto de respaldo de la CGT hacia el Segundo Plan Quinquenal. Estallaron explosivos en la boca del subte de la plaza y en un hotel cercano, donde murieron 7 personas y quedaron heridas otras 50. Uno de los responsables fue Roque Carranza, posteriormente ministro de la democracia en 1983 y con una estación de subte a su nombre en la actualidad. Simbología del odio”.
“El 11 de junio de aquel año hubo también un acto semilitúrgico convocado por la Iglesia Católica Argentina, a través del Arzobisto de Buenos Aires Monseñor Manuel Tato. De la convocatoria, en respaldo ético y moral a la oposición, participaron desde nacionalistas católicos hasta comunistas y anarquistas. Nada fue casual en lo que vendría después”.
Punta Indio
“Respecto de la Base Aeronaval de Punta Indio, el primer accionar golpista aparece el 28 de septiembre de 1951, en un Intento a cargo de Benjamin Menéndez, suceso que Perón definió como una `chirinada de cuartel´ en alusión al sargento Chirino, que mató a Juan Moreyra. En esa jornada hubo levantamientos de las tres fuerzas armadas y de un grupo de aviones, que fueron parte de los infructuosos movimientos a cargo del capitán de navío Vicente Baroja”.
“El triste bautismo finalmente llegó el 16 de junio de 1955 cuando veinte aviones de ataque despegaron desde la Base Aeronaval de Punta Indio al mando del capitán de fragata Néstor Noriega, con el saldo de muerte que ya conocemos y mencionamos”.
Los juicios y la memoria
Sin dudas, para quien escribe este artículo, la gran deuda de esta avanzada de violencia y muerte es el debido enjuiciamiento a los responsables. Sobre el tema el escritor Jorge Alessandro refiere que “Perón deja en manos de un Tribunal Supremo de las Fuerzas Armadas los juzgamientos de los hechos del 16 de junio y realmente se da cierta impunidad, solamente se juzgó a los cabecillas Samuel Toranzo Calderón, el contraalmirante Benjamín Gargiulo, el ministro de marina Aníbal Olivieri y el jefe de escuadrilla capitán de fragata Vicente Noriega. Todos con penas menores, que Isaac Rojas se encargó de indultar. Después vinieron 18 años de proscripción para el peronismo, por lo cual dictaduras y gobiernos de dudosa legitimidad popular sellaron esa deuda”.
Reafirmando estos conceptos de memoria y justicia Alessandro considera que “recién en la presidencia de Néstor Kirchner se empiezan a reivindicar estos hechos, a través de Eduardo Luis Duhalde, referente de la cartera de DDHH, que amplía las investigaciones y las pensiones de los damnificados”.
Respecto de este tema y en referencia también a Punta Indio, docentes, historiadores y un emergente movimiento de derechos humanos local se abocaron a localizar en el mapa de los Sitios de Memoria a la Base Militar, a raíz de los hechos descriptos, remarcando, una vez más, que en gobiernos de tinte popular se gestan los señalamientos y las búsquedas de verdad, para no olvidar.
Ayer como hoy, cierta circularidad del tiempo
“Estos acontecimientos estuvieron silenciados porque el golpe de 1955 nos retrotrajo a la Argentina colonial del preperonismo, echó por tierra el crecimiento industrial, la participación de los trabajadores en la rentabilidad de las empresas, la reforma constitucional con la incorporación de derechos, la función social de la propiedad…”.
“Como decía Rodolfo Walsh, hay un intento de apropiación de las palabras, de adueñarse de los diccionarios, de la libertad y la democracia. Desearla sin el pueblo. El engaño a los sectores populares se da por el uso de los medios, pero a pesar de adormecimientos de conciencia o las confusiones, en el último tiempo solo se dio durante cuatro años, durante el gobierno de Mauricio Macri”.
“Propiciar la unidad de los líderes del campo popular es la clave. La manipulación y el engaño como métodos son cuestiones que no duran para siempre, los sectores de poder no pueden engañar todo el tiempo, esta lectura nos tiene que servir para confiar en el pueblo”.
“Ayer como hoy los libertarios invocan la libertad individual, hablan de republicanismo, pero es hacer lo que yo quiero, no está pensado desde lo colectivo. Por el contrario, quieren reprimir, borrar de la historia y de la memoria popular palabras y personas, demonizar con eufemismos. Siempre fue destratar al pueblo, al cabecita, al negro”.
“Está claro el origen, la connotación histórica, política y social de los hechos de 1955. Son los sectores económicos que propiciaban, como ahora, a través de grupos empresariales y sectores políticos afines, un país para pocos”.