Murió “Quino”. A la sonrisa se le cayó una lágrima. A la inteligencia la acosa un dolor profundo. El humor está de luto. El autor de estas líneas fue un mafaldista de la primera hora, desde su aparición con dos tiras semanales en la revista Primera Plana, allá en el muy lejano 1964. La obra de Quino (Joaquín Lavado) es vasta, pero quedará vinculada eternamente a Mafalda, que fue tan grande que se independizó de su padre. Uno dice: “Mafalda dijo…” porque la niña adquirió vida propia. Si a alguien se le tiene que explicar qué es un clásico, eso es Mafalda. Quino dejó de dibujarla en 1973 y aunque el mundo de hoy es irreconocible en relación a aquel del regreso de Perón, Mafalda sigue tan actual e imperturbable al paso del tiempo. En una ocasión, el periodista Reynaldo Sietecase le preguntó a Quino, ¿qué hubiera sido de Mafalda en la dictadura criminal iniciada en 1976?; a lo que contestó: “Hubiera sido una detenida-desaparecida”

Mafalda eclipsó los notables dibujos y humoradas del genial mendocino. Uno de gran actualidad refleja un quirófano con varios médicos operando a un paciente mientras atrás hay un cartel que dice “Acá trabajamos para que luego la gente agradezca a Dios”.

Hoy me comentaron que se reunieron los personajes creados por el padre muerto. Mafalda estaba inconsolable y afirmó que hoy el mundo parecerá aún más injusto. Felipe dijo que justamente a él le venía a pasar esto. Manolito comparó su muerte tan dolorosa como el cierre definitivo de un almacén. Guille, en su lenguaje de bebé, lloraba mientras sostenía que era muy joven para ser huérfano. Miguelito se preguntaba qué nube acogerá a Quino, cuál estrella será su hogar definitivo. Libertad afirmaba que la muerte era igualadora pero profundamente injusta. Y Susanita creía que había que hacer un gran velatorio mientras repetía “No somos nada”. Trascendió que Inodoro Pereyra y el Mendieta, los notables personajes de Roberto Fontanarrosa se acercaron y les dijeron: “Sabemos lo que se siente y por eso venimos para acompañarlos”

El dolor puede recorrer y expresarse en buena parte de los idiomas del planeta porque Mafalda adquirió ciudadanía universal.

Murió Quino. A la sonrisa se le cayó una lágrima. No sólo sus personajes hoy están huérfanos: también las generaciones a las que Mafalda les iluminó su infancia y los hizo meditar; a quienes acompañó en su adolescencia y hasta la madurez de sus vidas, con sus reflexiones inigualables, hoy sienten que hay pérdidas irreparables. Sin dudas, hoy el humor está de luto.

Por Hugo Presnan – Contador UBA. Docente y periodista.

Fuente: Revista La Tecl@ Eñe