Por Aníbal Paccione, periodista de radio La Rockola de Chascomús (FM 107.7)
Terminaba de sonar De música ligera por segunda vez, era la canción número 22, la única repetida, la última de los bises y la que marcaba el final del concierto. Tanto los que estábamos adentro del Club Atlético, pisando el césped de la cancha de Rugby, como los que estaban afuera, en la calle, detrás del alambrado (dicen que eran más), acabábamos exhaustos el empírico recorrido. Gustavo Cerati, también extenuado, nos miró y nos dijo: “volveremos y seremos millones”, ojeó a sus compañeros y un poco más por lo bajo completó: “pero acá no”.
Se cumplen 30 años de que Soda Stereo tocó en Chascomús. Fue el sábado 17 de noviembre de 1990 en el Club Atlético. El arribo a la ciudad se concretó al día siguiente de haber llenado el Club Atenas en La Plata, era la Gira Animal: por lo cual en este 2020 también se cumplen 30 años del tour y de Canción Animal, el disco que promocionaban. Para Soda Stereo 1990 fue el Año Animal, comenzó el 23 de enero en el estadio de Vélez Sarsfield como teloneros de Tears for Fears, continuó con la salida del álbum Canción Animal y se extendió con la gira más ambiciosa que habían encarado hasta ese momento: entre 1990 y 1992 recorrieron Sudamérica, América Central, Norteamérica y Europa; dieron 81 conciertos y en el medio convocaron 250.000 personas en un show gratis en la 9 de julio. Para este nuevo itinerario el trió contrató algunos músicos adicionales: Andrea Álvarez en percusión, Tweety González en teclados y guitarra acústica, y Daniel Melero en teclados. Además, por primera vez la banda montaba su propia estructura (escenario, luces, sonido, etc.) con el fin de visitar distintos puntos de la provincia y el país donde, de otra manera (con producciones locales), les había sido imposible llegar hasta el momento. En ese contexto y con esos músicos (salvo Daniel Melero) abordaron nuestra ciudad.
Al momento de recordar este concierto -un hecho realmente curioso para la época tanto por su perpetración en sí como por el escaso público que concurrió- no se puede dejar pasar por alto la cuestión de la convocatoria. Alrededor de 200 personas compramos las entradas y fuimos al show: en lo comercial, teniendo en cuenta la producción ensamblada, un rotundo fracaso. Más aún a sabiendas de que fuera del club había mucho más publico presenciando el recital. Siempre nos persiguen las mismas preguntas. ¿Errores de los organizadores (la promoción del ICM asociada a un comerciante que hizo las veces de productor) en cuanto a publicidad y promociones diversas? ¿Mala elección del lugar considerando que fue en una cancha abierta donde era casi una obviedad que se podía asomar gente (hasta con reposeras y mate) detrás del alambrado? ¿Chascomús no tenía público de rock (en ese entonces) y si lo tenía no estaba dispuesto a pagar una entrada? Las respuestas están soplando en el viento.
La intención de este artículo no es hacer un juicio de valores sobre los motivos de ausencia de público en este u otros recitales (no sería la primera ni la última vez que suceda algo similar en Chascomús), más bien lo contrario: la pretensión es, primero recordar, y luego celebrar ese hecho. Siempre que se habla de Soda Stereo en Chascomús se cae en los mismos lugares comunes: no fue nadie, fue un fiasco. Siempre muestran las mismas fotos: la conferencia de prensa en el quincho del club y los tres Soda posando con algunos fans. ¿No hay fotos ni filmaciones del recital? ¡Mejor! ¡Excelente! Eran las épocas en que los recitales se retenían en la cabeza y nadie sacaba fotos. A utilizar la memoria entonces, porque, más allá del fracaso y los que no fueron, los que fuimos: ¿qué nos acordamos?, ¿nos acordamos que vimos un show perfecto, histórico, y que, tal vez, para muchos fue el primero de ese nivel?, ¿nos acordamos el regreso por la calle Lastra caminando como si recién nos devolviera una nave de otro planeta? Sí, éramos pocos pero -perdón por la cursilería- estuvimos ahí.
Seguramente más de uno con el tiempo volvió a ver a Soda Stereo, pero esa fecha fue, de alguna manera, por lo menos particular. Canción Animal había salido en agosto, por lo tanto las canciones todavía no estaban muy asimiladas. Para escuchar el disco completo había que comprarlo o grabarlo, no existía otra forma (mensaje para millennials) y las radios solo pasaban De música ligera. La lista solía cambiarse según los puntos de la gira, en Chascomús iniciaron el repertorio con <<En el séptimo día>>, de la misma manera que abría el disco. Entre los 22 temas que desfilaron se entremezclaban los nuevos con algunos “clásicos” como <<Juego de seducción>>, <<En la ciudad de la furia>>, <<Cuando pase el temblor>> y <<Persiana americana>>. Debe haber sido uno de los pocos sitios (sino el único) donde repitieron <<De música ligera>>, en un tramo del show Zeta Bosio ejecutó el stick (una especie de mezcla entre bajo y guitarra que se toca mediante la técnica del tapping) y rapeó los párrafos de <<En el borde>> que en el disco -Doble Vida- habían sido registrados por el productor Carlos Alomar. Como rareza podemos rescatar una versión reggae de <<Un misil en mi placard>>, y el momento mágico de la noche brotó cuando, de la nada, apareció <<Té para tres>>, justo ahí, sospechábamos bien, empezaban los noventa y vendría lo mejor de Soda Stereo. Tanto el trío como los otros músicos estuvieron muy ajustados, tocaron como si fuéramos cincuenta mil. El sonido fue más que aceptable. Nadie tuvo nada para reprochar (ni los de adentro ni los de afuera), ni siquiera ese saludo final del “pero acá no”, después de 30 años ya podríamos tomarlo como nuestro “gracias totales”.