En la búsqueda de “democratizar el conocimiento”, como gustan decir los organizadores, se realizó la nueva edición del ciclo Ciencia en el Bar. En esta oportunidad, en modo cuarentena, disertó en charla virtual el Licenciado en Sociología y Doctor en Historia, Juan Manuel Villulla, quien se refirió a la realidad de los sectores populares agrarios. Las investigadoras Ana Sannazaro y Marina Clemente moderaron la propuesta pensada por INTECH Chascomús, UNSAM, CONICET y con el apoyo del municipio.

“No hay agricultura sin relaciones sociales, para articular la cadena de valor del grano es necesario una serie de supuestos dados por estas relaciones. El dinero, por ejemplo, es un papel pintado pero existe un consenso de años que permite su intercambio. Cómo y de qué manera se dan estas relaciones sociales es materia de investigación para el sociólogo, que a la vez es parte y está implicado, por lo cual estudiar la sociedad es estudiarse a si mismo”, expresó Juan Manuel Villulla en el comienzo de la charla para explicar las particularidades de la sociología.

En ese sentido, agregó que “nuestras acciones individuales tienen consecuencias sobre la totalidad del tejido social. La suma de millones de actos inconexos y azarosos forma un todo que es estudiado por esta disciplina. Tratamos de analizar una realidad que es social. En el tema de la pandemia, por ejemplo, las fases y los protocolos fueron un intento de planificar las individualidades para que no repercutan negativamente en la sociedad”.

Destacó que “el funcionamiento social está fuera del control individual, incluso Bill Gates, Soros o los grandes poderes que se mencionan como operadores y organizadores del colectivo no tienen tanta relevancia. De hecho, estas ideas de un gran poder en las sombras tiene que ver con la incapacidad para explicar lo que pasa y controlarlo”.

Además, “el contenido de las acciones individuales está condicionado por la sociedad en la que vivimos, por lo cual la petulancia de estar por encima de todo es al revés, decidimos poco de lo que hacemos, si bien somos individuos únicos e irrepetibles, al mismo tiempo tenemos mucho en común con millones de personas”, afirmó antes de exponer sobre la realidad de los sectores populares agrarios.

Un repaso a las relaciones sociales en el campo argentino

Después de la introducción y las referencias a la sociología, el autor de Las cosechas son ajenas explicó sus inquietudes intelectuales respecto de los sectores populares agrarios, “es habitual en los diarios el titular acerca de la cosecha récord, en mi caso me interesó investigar qué pasaba socialmente detrás de la producción sojera, maicera o triguera. Por un lado, grandes empresarios que copan medios de comunicación, suplementos agrícolas, canales de televisión y por el otro, pequeños y medianos productores, chacareros, que sostienen que mantener un campo es cada vez más difícil y que la quiebra es inminente. En este contexto, ¿quiénes eran los que manejaban los tractores, la fertilizadora, la fumigadora o la cosechadora?”, se preguntó el investigador.

El análisis incluyó “preocupantes estadísticas en cuanto a la estructura social y las condiciones de vida” e informó que “uno piensa o asume que en el campo hay productores, sin embargo el 70 por ciento de las personas que trabajan son asalariados en relación de dependencia. Los datos indican que a mayor cantidad de toneladas cosechadas, menor el nivel de empleo, lo cual desmitifica la creencia de que el crecimiento del campo genera trabajo. No quiere decir que haya buenos y malos, simplemente el sector no aporta empleo”.

Villula continuó con el aporte de datos: “La ganancia de esa producción se reparte cada vez de manera más desigual. En los estudios se ve aumento de la cosecha, baja de salarios (cada vez se necesitan menos bolsas de soja, maíz y trigo para pagar un sueldo) y puestos de trabajo. El 80 por ciento de la soja es comercializada por el 10 por ciento de los productores, lo cual demuestra la concentración. No es suficiente con aumentar la productividad, son necesarias medidas públicas y/o privadas para que ese crecimiento se convierta en una mejora para las mayorías sociales del interior pampeano”, dijo.

En referencia al mercado laboral, el oriundo de Chascomús, expresó que “en el sector agropecuario se registran los mayores índices de informalidad de la economía, ya que el 70 por ciento trabaja como se dice popularmente en negro. En la soja, particularmente, el índice de blanqueo es alto, se trata de trabajo calificado, con otra tecnología y más permanencia. Para el resto, incluso, la paritaria rural es de las más bajas del país, por lo cual se prefiere cobrar más y resignar obra social o aportes jubilatorios”.

En ese sentido, reflexionó que “hay naturalizaciones y arreglos con los empleadores, los cuales proponen el trabajo a destajo y el cobro a partir de las hectáreas cosechadas. El empleado cobra más, pero trabaja el doble, se ven jornadas extensísimas, sobre todo en momentos de siembra y cosecha, con el argumento de que el campo no puede parar”. Crítico de esta realidad Villulla opinó que “aeropuertos, hospitales, fábricas, tampoco se detienen y lo resuelven con turnos u horas extras, ¿por qué el campo no? Esta compleja realidad social no puede explicarse solo desde la productividad y es por lo que se da el éxodo rural y nos apiñamos en la ciudad”.

Respecto de la legislación, El Estatuto del Peón Rural, en octubre de 1944, “fue visto como una invasión del estado en algo que era una relación privada” sostuvo Juan Manuel, a la vez que detalló los vaivenes en materia legislativa que tuvo la actividad, “en 1980, en el marco de la dictadura militar, se eliminaron todos sus beneficios y se desreguló el trabajo. En 2011 se sancionó la ley vigente, que es muy buena y reivindica a los trabajadores con salario mínimo, vacaciones, jornada limitada y la responsabilidad de los empleadores en materia de seguridad”.

Por último, “otro prejuicio es el de pensar que todo el interior de la provincia de Buenos Aires o de la Argentina es campo” destacó y aportó líneas para analizar los proyectos de distribución demográfica: “El debate sobre el repoblamiento se menciona en clave de reforma agraria y distribución de tierras. Está bien, pero también se debe industrializar para poblar, crear fábricas de satélites, hospitales, estaciones científicas, observatorios, no solo actividades rurales, que por lo visto tampoco demandan demasiado trabajo. Es necesario el cambio de la estructura agraria, pero debe pensarse dentro de una modificación integral que considere otros sectores”, finalizó.