Existen etiquetas para todo y las generaciones no son la excepción. Denomínese Generación Z o V (en referencia a lo virtual), a los famosos nativos digitales, también nombrados centenials. Niños y jóvenes creativos, nacidos después del 2000, acostumbrados a disponer de todo tipo de información y datos. Con menos prejuicios y expertos en redes sociales. Esta franja etaria, en unos años, hablará con sus hijos, alumnos o compañeros de trabajo (cuya generación se denominará vaya a saber cómo) y les contarán que fueron, ni más ni menos, que adolescentes en tiempos de pandemia, en la época del COVID-19.

Estos jóvenes, con su corta edad, viven en la actualidad una realidad que parece recrear una serie de ciencia ficción. Les toca lidiar con el aislamiento y los cambios de ánimo por la suspensión de encuentro con pares, salidas, tiempos de madrugada, fiestas, hobbies, actividades recreativas y relaciones amorosas. A la vez, padecen las ansiedades propias que genera la continuidad pedagógica de manera remota, con nuevas exigencias e incertidumbre. Y, quizá lo más importante, la convivencia a tiempo completo con la familia y las dificultades que conlleva.

“Es difícil aun anticiparse a los efectos que esta situación tan inesperada tendrá y hacer generalizaciones aplicadas a todos los adolescentes. Como se viene advirtiendo las diferencias sociales se ponen cada vez más de manifiesto y las consecuencias emocionales de un confinamiento no serán las mismas en personas de hogares de clase media que si se piensa la realidad adolescente en un barrio de bajos recursos”, comienza Sibila Llamas Sebesta, Licenciada en Psicología, ante la consulta de ANTI acerca de las problemáticas que puede producir el encierro en los adolescentes.

Respecto del uso de redes sociales como reemplazante de las actividades en el “mundo “exterior” la profesional bahiense considera que “es probable que la construcción virtual de vida social pueda aparecer en este contexto como una herramienta que facilite el acercamiento, de poder reinventar un nuevo código para no sentirse tan solos ante la nueva cotidianeidad. De todas formas, lo virtual no reemplazará el encuentro cuerpo a cuerpo, pero sí, de alguna manera, le está ofreciendo al adolescente un modo de salir de la atmósfera familiar, de `hacer la suya´ entre pares, la complicidad de su propio idioma, la intimidad de sus encuentros. Se los escucha organizando reuniones virtuales en distintas plataformas y redes, compartir series, en un intento de seguir preservando su micromundo a pasos de la cocina y la familia”.

La adolescencia suele ser una etapa en la que se transita en una línea delgada entre fantasía y realidad. La adrenalina y el registro del riesgo tambalean en ocasiones tras un modo narcisista y omnipotente de intentar animarse a crecer y afrontar miedos. A pesar de esta “sensación de inmortalidad” propia de los jóvenes, la licenciada considera que “ha sido de tal impacto ver al mundo enfermar de un modo tan trágico que la hiperconectividad que los adolescentes suelen tener les ha hecho que la información de la pandemia y sus consecuencias se les venga encima. En la mayoría de los casos padecen la medida de aislamiento pero se expresan a favor de sostener este cuidado extremo, pudiendo sentir incluso que ese es el aporte y esfuerzo que ellos pueden hacer ante tan sufrida situación social”.

Y LOS JÓVENES QUÉ DICEN

“La rutina se perdió completamente, sin horarios, me preocupa qué pasará cuando se solucione el tema, la vuelta a las costumbres y, sobre todo, madrugar. Nuestros profesores nos mandan tarea bastante seguido, están en contacto, tanto por whatsapp, mail o videollamada, eso hace que tenga la mente un poco más ocupada y que no me pase el día entero sin hacer nada. Extraño la escuela, mis amigos y compañeros” cuenta Lucila, que con 18 años transita este aislamiento con el “agravante” de ser el último año de secundaria. “Nos estamos perdiendo muchísimas cosas, es el que más tenemos que disfrutar, pero bueno, supongo que se hará cuando regresemos. Me estresa el tema de la fiesta de egresados y el viaje a Bariloche, si van a poder hacerse o no. Es lo que más nerviosa me pone”, agrega afligida.

La joven vecina de Chascomús contó que tiene “días buenos y malos, mejores y peores”, a la vez que dio su parecer sobre otras cuestiones que surgen con la cuarentena: “La convivencia, la tarea, todo es un poco difícil, estar encerrado todo el día en casa parecía algo cómodo, pero cuando pasan dos meses en los que no ves otra cara que no sea la de tu familia, harta, agota. De todas formas, todo podría ser peor, con eso en la cabeza de alguna manera se puede estar un poco más optimista”.

En tanto, Candela, de 16, cuenta su experiencia acerca del aislamiento: “Mis días son repetitivos, sé que al siguiente no va a pasar nada fuera de lo normal. Las tareas de la escuela las dejo para último momento, como siempre se puede hacer mañana me terminan corriendo las fechas de entrega”. Introvertida y de estar en casa la joven se adaptó mejor al nuevo panorama, “sé que hay chicos de mi edad que se mueren por salir, encontrarse con amigos, en mi caso soy casera. Cada tanto quiero reunirme y pasear, pero la llevo bien. De todas formas se vuelve rutinario, sentir que no hay nada nuevo y, además, se modificaron los hábitos y horarios, me acuesto tardísimo y me levanto a cualquier hora”.

A propósito, Sibila Llamas Sebesta recoge los testimonios y afirma que “será esencial que este tiempo de convivencia ininterrumpida dentro del espacio familiar no signifique invasión, ni un modo de vínculo en el cual se infantilice al adolescente. Vivencias incluso que muchas veces suceden sin estar inmersos en esta situación de emergencia sanitaria y social tan desconcertante”.

En estos tiempos se puede evidenciar de manera más intensa e inestable los cambios de humor característicos de la edad, enojos, confrontación con la autoridad parental, ansiedad por la privación del contacto con grupos de pertenencia, el extrañar la intimidad de los vínculos amorosos, desorganización en el sueño, rutinas y horarios a contramano. Se manifiesta, además, ansiedad por las exigencias de la educación virtual, angustia y desánimo por lo incierto del porvenir. Puede también que en algunos adolescentes más introvertidos o con ciertas inhibiciones este tiempo les ofrezca una especie de alivio y descomprima las vivencias opresivas con las que luchan al salir.

La Licenciada en Psicología, madre de dos hijos, brinda respuestas a tanto interrogante: “Será fundamental el posicionamiento del adulto para acompañar al adolescente sin invadir, dar espacio y respetar sus modos cambiantes de expresar cómo se siente, incluso su necesidad de mutismo y silencio como modo de tomar distancia de lo intra familiar, la comprensión de lo difícil que puede resultarles este corte abrupto de su mundo social. Sin ser intrusivo, pero implementando límites claros que brinden orden y tranquilidad. Un desafío constante en las relaciones con adolescentes, con el que los padres conviven a menudo y este tiempo actual intensifica”.

Dormir, tarea, series, whatsapp, aislamiento en sus habitaciones dentro del propio aislamiento, así es la cotidianeidad de los jóvenes puntocom en estos días. En algunas décadas, estos mismos chicos, ya mayores, pondrán gesto serio y dirán: “Cuando yo tenía tu edad viví una pandemia”.