Para el colectivo de artistas de diferentes disciplinas denominado TICCH (Trabajadores Independientes de la Cultura Chascomús) esta semana es clave. El proyecto de ordenanza que declara la emergencia económica para el sector cultural por un año está en la agenda del Concejo Deliberante, cuenta con el aval de las distintas fuerzas políticas legislativas y prevé tener sanción este jueves.
Virginia Fagoaga (cantante); Samanta Pereyra (bailarina, docente y coreógrafa); Rafael Aldatz (muralista, artista plástico y profesor); Cristian Tupone (fotógrafo) y Martín Mendivil (actor y productor de teatro) se reunieron de manera virtual con ANTI para dar a conocer sus expectativas respecto de la posible aprobación y coincidieron en afirmar que la declaración es solo el comienzo de la ardua tarea para visibilizar la precariedad del sector.
“Siento que la emergencia cultural es un tema nuestro, de los artistas, pero cuesta que sea interpretado por el resto de la sociedad. Parece un término metafórico o romántico, cuando es una situación real. Esta declaración sería un poco el amparo de los que nos dedicamos a la cultura y el arte, de los que estamos alrededor de esta industria”, comenzó Rafael al describir la importancia del documento redactado.
Cristian Tupone, por su parte, afirmó que “daría mucha felicidad la aprobación, poner sobre la mesa que el artista necesita trabajar para vivir, como cualquiera. Que la sociedad abra los ojos y entienda cuánta gente se sustenta de esto, directa e indirectamente, sería una importante palmadita en la espalda”.
El colectivo realizó durante el aislamiento una encuesta para conocer diferentes aspectos de la realidad del sector. Los resultados no sorprendieron: más del 50 por ciento de los trabajadores no se encuentra registrado formalmente y el mismo porcentaje de espacios culturales no tiene habilitación municipal porque no existe ordenanza que los regule. El cuestionario contenía una pregunta que arrojó un pleno de respuestas afirmativas, ¿si pudieras vivir del arte lo elegirías? “Es así, no queremos hacer otra cosa, somos esto”, expresó Martín Mendivil.
Es el momento de Virginia, “pedimos que se ponga en valor lo que hacen los trabajadores y trabajadoras de la cultura. Es curioso el tema de la pandemia, si bien quedaron relegados todos los espacios culturales desde lo físico, y va a ser una de las últimas actividades en ponerse de pie, es real que el arte de muchas personas sostuvo el entretenimiento”, reflexionó.
Por su parte, Samanta consideró que “esta situación deja de manifiesto la deuda legal que existe para normalizar las prácticas profesionales de cualquier rama artística y que hay una disparidad fuerte entre los grandes centros urbanos y otros rincones del país”. Además, dio su parecer sobre la cuestión de dedicarse a lo que quiere: “El trabajo cultural está desvalorizado, se cosifica la práctica, la sociedad no está interiorizada de lo que implica formarse profesionalmente en una disciplina, la cantidad de carga horaria y de cuerpo. Creo que pasa por el hecho de trabajar de lo que uno ama, disfruta y goza, en una sociedad que naturaliza prácticas contrarias al placer y el goce personal”.
Visto, considerando, declárese, de forma
Para TICCH, la crisis del sector —precario de por sí— se profundizó con la pandemia y exige del Estado acciones y ayudas extraordinarias. En consecuencia, redactaron un proyecto de ordenanza que prevé, entre otras cosas, declarar por el término de doce meses la emergencia económica en el sector cultural independiente y crear una mesa de diálogo para diagramar alternativas que permitan acceder a beneficios materiales.
“Es necesaria la declaración de la emergencia, se están lanzando programas para el turismo y la cultura de acuerdo a un coeficiente que se genera a partir de la cantidad de espacios culturales y prestadores turísticos. Ese dinero lo administrará el municipio. Si se analiza que el turismo está considerado en desastre ya quedamos en segundo orden, porque todavía no tenemos siquiera la emergencia. Además es real, desde marzo no podemos dar clases, abrir los centros culturales… trabajar, en definitiva”, explicó el actor y productor Martín Mendivil.
En tanto, la representante de danza, Samanta Pereyra, agregó que “esperamos un paquete de medidas para afrontar la pospandemia. Que los espacios puedan funcionar normalmente, saldar deudas de alquileres, impuestos y acondicionar el ambiente de acuerdo a los protocolos. Con la fuente de ingreso anulada hace cinco meses no es fácil y es necesario trabajar en conjunto con el municipio”.
La idea de TICCH, como de otros colectivos bonaerenses, es que una vez aprobada la ordenanza puedan plantearse declaraciones similares en las comisiones de cultura de la Cámara de Diputados de la Provincia y de la Nación. “Tiene que formar parte de la agenda de los tres niveles, es así”, afirmó Mendivil. En tanto, en el orden local, a esta cuestión el conjunto de artistas pretende sumarle, en el corto plazo, la creación del fondo de emergencia, una norma que regule la habilitación de espacios, así como la existencia de planos culturales en la ciudad, “como los de turismo, hay que trabajar juntos, necesitamos estar en el imaginario de la sociedad civil y del Estado”, agregó Martín.
Todos para uno y uno para todos
Virginia Fagoaga celebró su acercamiento a TICCH, “es el comienzo de algo lindo, empezar a romper conceptos y estructuras respecto de algunas cosas, generar cambios y transformaciones”, dijo y aprovechó para referirse y defender colectivamente la presentación artística de un compañero en el hotel de la costanera, que tanta polémica generó la semana pasada: “Se criticó mucho al cantante que lo único que hizo fue ir a brindar su arte a un espacio habilitado para cierta cantidad de personas y con protocolos autorizados. No entendí por qué se lo cuestionó a él y no, en todo caso, a la apertura o habilitación del lugar”.
Al respecto, el fotógrafo Cristian Tupone, opinó que “tiene que ver con las incoherencias en algunas cosas, para esto hay autorización, para esto no. En mi caso, por ejemplo, no puedo sacar fotos a tres metros de distancia en la vía pública porque no está avalado el protocolo de fotógrafos en la calle, pero sí en mi estudio, pequeño y cerrado, pero con protocolo aprobado. En algunos casos hay un sinsentido”.
El muralista Aldatz concluyó que “es una cuestión de educar a la sociedad, creo que se cuestiona al músico y no al dueño del restaurante porque se considera, desde el imaginario social y colectivo, que uno está trabajando y el otro no. Hay que cambiar estas ideas”.
Días y horas cruciales para el proyecto de ordenanza y la declaración de emergencia, el colectivo cruza los dedos y espera definiciones por parte de los funcionarios. El buen diálogo y las coincidencias respecto del diagnóstico cultural caracterizaron el debate entre unos y otros. Desde TICCH valoran el proceso compartido como un avance en lo que a democracia participativa refiere. El jueves, todo indica, habrá sanción, “sería parte del rescate del arte como herramienta de transformación social y desarrollo territorial”, concluyó Sammy Pereyra. Su opinión es a título personal, pero representa la oportunidad que tiene Chascomús de convertirla en una declaración a coro que demuestre y ponga en valor que la salida es colectiva.