Mónica Ledesma es de Chascomús pero vive en Europa hace casi dos décadas. Se desempeña en un geriátrico para 240 abuelos. Testimonio y sensaciones desde uno de los epicentros de la epidemia.

Casalecchio di Reno es un municipio de la provincia de Bolonia, en el norte de Italia. Forma parte de la región denominada Emilia-Romagna, una de las zonas más afectadas por la pandemia del COVID 19. Mónica Ledesma, nacida hace 61 años en Chascomús y ahora también ciudadana europea, llegó a este pueblo de 50.000 habitantes en el 2002 y, desde entonces, trabaja en el ámbito de la salud. En la actualidad presta servicios en un geriátrico para 240 ancianos y, dada su condición de personal esencial, está exceptuada de la rígida cuarentena.

“No tengo problemas en ir a trabajar. El geriátrico está a 4 kilómetros y voy en micro. Por lo general, antes viajaban 50 personas, en la actualidad somos dos, ambas compañeras de trabajo. En lo económico tampoco me afectó, el sueldo lo cobró íntegro. Se paró el país, solo continuó la gente que fabrica y vende alimentos o artículos de primera necesidad. También los supermercados grandes, no hay problemas de desabastecimiento. Una nueva medida del gobierno es la de no permitir abrir los domingos para que los empleados del rubro (cajeros, repositores, etcétera) puedan estar en la casa esa jornada”, contó Mónica.

Emilia-Romagna y Lombardía fueron las provincias más castigadas por la pandemia, “la cantidad de decesos es difícil de establecer por que todos mienten, pero hubo muchos muertos”, informó la entrevistada, a la vez que agregó, “el problema está en los geriátricos, donde no se cerraron las puertas. Donde trabajo fue diferente, cuando empezó la alarma con el primer infectado en Codogno (a 150 km. de Casalecchio di Reno), no se permitió más la entrada al público, solo empleados, previa realización de testeos y análisis. Trato de no pensar demasiado, estar contenta, si uno se deprime se vuelve vulnerable”.

La cuarentena en Italia es estricta. No pueden circular más de dos personas en auto, si no se cumplen las disposiciones las multas ascienden a 500 euros e incluso confiscación del auto y la cárcel. En los supermercados hay termómetros, alcohol en gel y es obligatorio el uso del barbijo. Las compras se realizan en el barrio, la gente no puede salir de su zona y, por ende, está prohibido movilizarse entre ciudades.

Dentro de este difícil panorama Mónica rescata momentos: “cuando voy a trabajar y muestro mi libreta los policías aplauden. Hace poco hicieron un concierto de sirenas en el geriátrico, se reunieron los efectivos de la zona, 30, 40 patrulleros tocando bocina para homenajearnos. En otras ocasiones la protección civil viene a aplaudirnos, te levantan el ánimo, es emocionante. Esas cosas hacen bien”.

“Algunas personas tienen terror de contagiarse, llevar el virus a la casa y se ponen en cuarentena solas, piden vacaciones o certificados médicos. Cada uno lo maneja distinto, de acuerdo a su carácter. En mi caso tengo muchas patologías: diabética, hipertensa, hipotiroidismo, osteoporosis, artrosis y artritis, pero siempre opté por continuar trabajando” agregó esta chascomunense de formidable vocación.

En tanto, Mónica se refirió a la situación en Argentina después de la prórroga de la cuarentena hasta el 10 de mayo: “a pesar de la crisis económica creo que no hay que abrir. Los contagios pueden ser incontrolables. Recién empezó el otoño y con la llegada del frío será bravo, pero deberá definirlo la gente que sabe”. Por último, cerró la entrevista narrando su principal inquietud desde que apareció la pandemia y los países clausuraron sus fronteras: “pensar que mis hijos están lejos y tener la incertidumbre de no saber que va a pasar mañana, angustia. Por estos días circula un informe que hasta marzo de 2021 no va a haber vuelos internacionales. En mi caso, tengo la suerte de viajar cada diciembre a pasar las fiestas y este año, aparentemente, no lo voy a poder hacer. El 1 de abril nació mi nieta y la conozco solo por fotos o videollamadas, pensar que no la voy a tener en brazos es difícil”.