Por Oscar A. Ruiz*
En abril de 1989 en Chascomús, se producía un hecho singular con difícil (sino imposible) reiteración: la inauguración del Instituto Tecnológico de Chascomús (INTECh). Los orígenes del INTECH se remontan al año 1986, cuando fuera creado a iniciativa del Dr. Raúl R. Alfonsín como Presidente de la Nación.
El INTECH tuvo su diseño de avanzada, en reemplazo de la primera idea-proyecto que promoviera el Dr. Alfonsín, quien proponía el traslado de parte de las actividades de la Facultad de Ciencias Agrarias y Forestales (FCEyF) de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) al mismo predio donde se localiza actualmente el INTECh. A partir de la idea original, se generó un nuevo proyecto en el marco del Programa para el Desarrollo de las Naciones Unidas (Proyecto PNUD Arg. 086/82) denominado: “Creación y puesta en marcha de un Instituto Tecnológico en Chascomús”.
Una historia menos conocida es la participación en el mismo y en forma directa o indirecta, de tres Premios Nobel argentinos. Tan es así, que algunos aún recuerdan el instrumental del INTECH (algunos aún en funcionamiento) que se almacenaba en la secretaría privada del Dr. Luis Federico Leloir, como paso previo a realizar su traslado en camioneta por la avenida Calchaquí hasta la Ciudad de Chascomús (donde aún impensada era la Autovía 2 y la internet). El Dr. Leloir, de cuyo premio Nobel se han cumplido en el 2020 los primeros 50 años (Premio Nobel de Química, 1970), fue discípulo a su vez, de otro recordado premio nobel argentino, el Dr. Bernardo Alberto Houssay (Premio Nobel en Medicina-1947-) creador y primer presidente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) en el año 1958.
El primer director y verdadero artífice del cotidiano que permitió la creación del INTECH, fue el Dr. Rodolfo A. Ugalde, quien constituyó el discípulo del Dr. Leloir. Por otra parte, la designación del Dr. Ugalde fue a instancias del Comité Científico Internacional que acompañó la puesta en marcha del INTECh y que fuera presidido por otro premio nobel argentino, el Dr. César Milstein (Premio Nobel en Medicina-1984-).
Una extraña “coincidencia inversa” relaciona las vivencias del Dr. Leloir y del Dr. Milstein. El Dr. Leloir nació en Paris y realizó su capacitación posterior en medicina (luego de abandonar los estudios de arquitectura en Francia) en la Universidad de Buenos Aires (UBA). Posteriormente permaneció en el país a lo largo de su extensa y prolífera carrera de investigación, la que incluye la creación y consolidación del Instituto de Investigaciones Bioquímicas de la Fundación Campomar donde desarrolló su carrera el Dr. Ugalde.
Por el contrario, el Dr. Milstein nació en la Argentina (Bahía Blanca, Buenos Aires), para luego estudiar en la UBA donde se graduó de Licenciado en Ciencias Químicas en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales. Posteriormente fue becado por la Universidad de Cambridge en Inglaterra, donde realizó su investigación postdoctoral trabajando bajo la dirección del bioquímico molecular Frederick Sanger (otro Premio Nobel). El Dr. Milstein regresó a la Argentina para hacerse cargo de la División de Biología Molecular del Instituto Nacional de Microbiología “Malbrán”, pero no pudo permanecer en el mismo y debió regresar a Inglaterra tras el golpe militar de 1962 del General Onganía, tristemente recordado (entre otros hechos) por la fatídica “Noche de los bastones Largos” (https://www.cultura.gob.ar/la-noche-de-los-bastones-largos-9304/). Como el mismo Dr. Milstein indica en su autobiografía: “la persecución política de los intelectuales y científicos liberales se manifestó como una venganza contra el director del instituto donde trabajaba”.
El Dr. Milstein difícilmente imaginaba para ese entonces, que su rol resultaría esencial y crítico en la definición del INTECh y en evitar su destrucción, ya que el Instituto, a poco de iniciar sus actividades, atravesó un fuerte problema de consolidación e incluso se presentó una posibilidad cierta de cierre. Dicho proceso pudo ser revertido a través de su inclusión -en reemplazo del PNUD- a la Red Federal de Institutos de la SECYT (Secretaría de Ciencia y Tecnología) en primera instancia, y posteriormente al Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICET). Fue el Dr. Milstein con su apoyo en la dirección del Dr. Ugalde y de los objetivos fundacionales del INTECh quien influyó con particular energía ante las autoridades de la SECYT.
Posteriormente, el INTECh fue sede de la constitución de la primera Unidad de Vinculación Tecnológica (UVT) a nivel nacional, al amparo de la Ley Nacional N° 23877 de “Promoción y Fomento a la Innovación Tecnológica” – http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/0-4999/277/norma.htm-, la cual fuera denominada Consejo Regional de la Producción -COREPRO- conformado por las principales Instituciones afectadas a la producción económica de la región, entre las que se destacaban la Sociedad Rural de Chascomús; la Cámara de Comercio e Industria de Chascomús; representantes gremiales de Confederación de Sociedades Rurales de Buenos Aires y La Pampa (CARBAP) y Sociedad Rural Argentina (SRA) y las Empresas Unión Gandarense y Villa del Sur, quienes tuvieron a su cargo la administración de destacados proyectos como el denominado: “Desarrollo de Reactivos y procedimientos para el “Diagnóstico del Virus de la Fiebre Aftosa (VFA) y sus anticuerpos para su rápida transferencia a la producción pecuaria y la industria de la carne” desarrollado entre el INTECh y el Centro de Virología Animal (CEVAN), y el cual fuera financiado por la Comisión de Investigaciones de la provincia de Buenos Aires (CIC).
El esquema de organización propuesto para ese entonces, incluía la participación activa de la Fundación COREPRO, la cual, vale mencionar, reemplazaba a la originalmente incluida en el proyecto avalado por el Programa de las Naciones Unidas (PNUD) que proponía la administración de las iniciativas público-privadas generadas por el Instituto, a través de la Fundación Biociencias presidida por el Dr. Aldo Ferrer.
Sin dudas que un paso significativo en la consolidación institucional representó el Convenio Marco entre el CONICET y Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), mediante el cual se estableció la unión de la infraestructura de investigación y académica localizadas en Chascomús, con las localizadas en el Parque Migueletes del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI). La influencia del Dr. Ugalde en ello, fue nuevamente relevante y decisiva.
También, sin dudas, es menester considerar que el INTECh constituye y constituyó, un ejemplo de efectiva federalización de la Ciencia y la Tecnología. Si algo nos está enseñando esta pandemia es que, aunque la comunidad científica internacional muchas veces sea percibida como un todo homogéneo, realmente, está bastante lejos de serlo. ¿Por qué es ello? Porque es fundamental recordar que la ciencia es producida por personas y de aquí lo más valioso de su heterogeneidad y diferencias. Se trata de un campo provisto de tensiones, puntos de vista, intereses y poderes divergentes. Y la historia del INTECh es y ha sido, un buen ejemplo al respecto. Pero sin dudas que vamos transitando hacia la génesis de “otro mundo”, fundamentado en la crisis de la propia globalización. Si bien el mundo seguirá conectado, pareciera inevitable que las prioridades van a pasar por aquellas que garanticen el equilibrio social en lo local, en lo regional y en lo nacional. Y en ese orden.
Un último hecho que me resulta de interés destacar, es aquel que se percibe como fundante de la “nueva realidad”, la que debería ser basada en la grandeza de hombres de ciencia como el Dr. Milstein. Es poco conocido que los hallazgos del Dr. Milstein y su grupo de investigadores tuvieron el propósito inicial de resolver problemas de inmunología básica, pero inmediatamente encontraron otras numerosas aplicaciones. Muchísimas de ellas con enorme rédito económico. Y es poco sabido y reconocido también, que el Dr. Milstein a pesar de ello, no fundamentó fortuna personal alguna en su descubrimiento. Dichas aplicaciones alcanzan incluso a posibles tecnologías de importancia en la mitigación de la pandemia de COVID-19. Esto se contrapone con hechos como los que se evidencian en la feroz competencia e intereses económicos que se esconden detrás de la actual desgracia mundial. Para comprender ello, basta poner en evidencia de que en su último estudio “Pharma 2020: From vision to decision”, se proyecta que los ingresos generados por ventas en la industria farmacéutica a nivel global “alcanzarían los 1,6 billones de dólares en 2020«. No pareciera que, si resignan parte de la ganancia potencial de los medicamentos por el tratamiento del coronavirus, peligre el balance comercial de ninguna de las empresas involucradas. Son tantas las variantes tecnológicas por las que se enriquecen las compañías farmacéuticas que, si resignasen en una con afectación mundial y fines filantrópicos, es evidente que no las afectaría demasiado.
Estas consideraciones contrastantes sobre el aprovechamiento de la Ciencia y la Tecnología aplicada (y rentable), debería conducirnos también a la etapa de reflexión, de que los desarrollos tecnológicos habría que llevarlos a cabo en la compresión de que estamos frente a un fenómeno distinto que nos hizo a todos vulnerables. Es evidente que en el transitar de esta posibilidad, numerosas tensiones van a existir. Pero también tendremos que comprender que mucho del futuro de todos, también se fundamenta en la necesidad de reconstruir la solidaridad entre todos. Y es imprescindible dar una alerta temprana, de que no hay otro camino posible.
*Investigador superior del CONICET; profesor adjunto de la UNSAM.