El 9 de enero de 2007 Steve Jobs presentaba el primer iPhone y revolucionaba la industria tecnológica y nuestras vidas. Era un teléfono con pantalla pequeña, pero también un iPod, una cámara y una forma de conectar a Internet, “mágico” decía entonces el célebre técnico norteamericano. A propósito, el profesor Julio Lokovich, ignoto docente de esta ciudad, invita a los jóvenes a reflexionar sobre este suceso y comprender que “la montaña rusa a la que vivís conectado tiene una vida muy cortita y de hecho era desconocida o inexistente hasta hace poco”.

Seguramente hoy, 9 de enero de 2022, hay miles o cientos de miles de personas que cumplen años. Y de seguro, algunos miles (o acaso cientos) de quienes celebrarán su natalicio, han de cumplir sus primeros quince veranos. Imaginemos hoy, en esta jornada singular, cómo podría ser el día promedio de ese adolescente quinceañero que tal vez seas vos, y que emprende de manera única un día original.

Aún no te levantaste y ya tenés el cel en la mano: con despertarse ya es suficiente. Hacés un rally por tus redes sociales recogiendo los primeros saludos del día: tus amigos por Snapchat e Instagram, tus tías y parientes por Facebook, los más cercanos por Whatsapp. Si algún peregrino te mandó un correo, no te llegará porque casi nunca lo abrís y hasta te olvidaste de que tenés la cuenta: tal es el vértigo inmediato en que transcurren tus días.

Ya saludado por una decena de seres queridos, salís de la cama y empezás a vestirte, mientras ponés en youtube tu tema favorito por estos días, tema que habrá de cambiar próximamente como han de cambiar también tu edad, tus hábitos y tus gustos. Anoche deberías haber estudiado un poco para el examen de hoy, pero francamente no te importa. No porque la actividad no sea importante, sino porque presumís, en el fondo, que la forma en que te obligan a hacerla es inútil. Con éstas o con otras palabras, te decís que con toda la información que en un día se genera transitando las redes podrían ocuparse los días de miles de millones de vidas durante infinitos años, y que lo que vos o cualquiera pueda recorrer de esa totalidad infinita (siempre que desee hacerlo) es apenas un puntito, un grano de arena en el Sahara.

Cada día, y lo sabés aunque no sean éstas tus palabras exactas, hay más cosas que no sabés. Y lo que es más extraordinario aún: hay muchas más cosas que no sabés que no sabés. Y algunas de esas cosas que ignorás podrían cambiarte la vida como se la han cambiado a muchos esas actividades que nutren tu día y que te parecen naturalmente habituales. Pensá por un momento en tus referentes influencers, en tus seguidores del canal, en el torneo de tik tok ganado y cuyo trofeo tenés guardado en una aplicación, ese cortometraje fallido que hiciste con tus amigos pero que necesitaría más tiempo de edición, pensá en esas fotos de artística deficiente que de todos modos aún no borraste, en tu mamá que trabaja mientras desayuna, en tu papá cuya voz escuchás a diario aunque hace meses que no lo ves, en tu abuela, que falleció hace un año pero que aún podés ver y oir, y en toda esa gente que, ya en el colectivo, se encuentra sumergida en sus celulares igualito que vos en el tuyo, haciendo cosas de seguro igual de importantes.

En ese tiempo, que son estos tiempos, ¿qué pueden enseñarte en la escuela que sea tan valioso si, aunque no lo pienses con estas palabras, sabés que casi todos los objetos de conocimiento se vuelven obsoletos a las pocas semanas? Y lo que no sabés tampoco es que tenés razón, y que a tus padres en la escuela, cuando tenían tu edad, les decían que algunos conocimientos les servirían para toda la vida, y que a veces hay que estudiar ciertas cosas aunque resulten muy aburridas, y otras pavadas parecidas a esas que también ya han olvidado.

Por eso te invito a pensar en el día en que naciste, aunque no tengas ningun recuerdo de él: Enero de 2007. Un hombre de anteojos juega placenteramente con su juguete electrónico. Pero no lo hace solo. Cientos de personas lo miran sin comprender exactamente qué está haciendo, pero sin salir de su asombro. Parece magia pero no lo es, y si buscás el video en youtube te vas a sorprender de que otros, al ver eso, se hayan sorprendido. Y sin embargo, pasó hace tan poco, y ha cambiado tantas cosas de modo tan rápido, que hasta es probable que no te sorprenda.

No seré yo quien trate de explicarte cómo ni por qué han cambiado las cosas. Además yo tampoco lo sé. Solo recordá, por si te interesa, que la montaña rusa a la que vivís conectado tiene una vida muy cortita y de hecho era desconocida o inexistente hasta hace poco. Y aunque no vaya a decirte por qué, porque no lo sé, ese muchacho de anteojos que juega mientras todos lo miran está presentando allí las autopistas por las que transita y quizás transitará tu existencia. Quizás ahora mismo, o dentro de un tiempo, otros te hagan conocer nuevas autopistas y transites asombrado por ellas, como transitan hoy, asombrados, los adultos que te rodean.

En cualquier caso, no pierdas nunca el asombro y seguí jugando como lo haces: por el placer de jugar. Y seguí aprendiendo, aunque no sepas muy bien qué es lo más valioso que alguien podría enseñarte.