Miriam Andrade es enfermera del Hospital local. La semana pasada, después de 27 días de internación por un fuerte cuadro de COVID-19, recibió el alta y pudo reencontrarse con sus afectos. Con esta novedad, dada la información oficial y el tiempo transcurrido desde la escalada de los contagios, Chascomús cerró la crisis sanitaria originada en el servicio de salud municipal. En el día de ayer se confirmó un nuevo caso, respecto del cual se hará la evaluación y contención pertinente. Pero esa es otra historia.

En diálogo con ANTI, Miriam Andrade, describió el regreso a casa y el encuentro con sus tres hijas, “tremendo, la más chiquita no paraba de decirme que me amaba, que estaba feliz por la vuelta de su super mamá. Me dormí y ella seguía acariciándome, admirándome. Me rompió el corazón”. A la vez, contó que “le pedían a Dios por mí todos los días, que todo salga bien. Volví a mi vida normal, madre, jefa de hogar y cocinera… tuve que hacerles tallarines con pollo”.

En el repaso de este sensible período, la profesional de la salud desde julio de 2019, contó detalles de su asistencia al primer caso positivo: “Quizá me equivoqué, quizá no. Nadie puede saber a ciencia cierta cómo pasó, solo lo pueden suponer. Estuve en contacto pocas veces, utilicé el equipo EPP (Equipo de Protección Personal), guantes y barbijo, como siempre ante un caso sospechoso. Seguí cada paso, no era la primera vez que entraba a aislamiento, trabajo ahí. Siempre dispuesta, con buena onda, incluso me preocupé por que estuviera bien, le mandé mensajes e intenté calmarla”. En tanto, agregó que “sé quien soy, nada fue a propósito, nadie quiere infectarse, ni está ajeno a que le pase”.

El sábado 9 de Mayo la internaron y el lunes siguiente le dieron el diagnóstico, “recibo el llamado de guardia informando el positivo para COVID. Se me vino el mundo abajo. Solo lloraba y la fiebre subía”, contó. No se trató de una enfermedad leve, en el caso de Miriam incluyó terapia intermedia y seis días con síntomas intensos, “mucha temperatura, tos, alergia, pinches en la boca, ojos, la garganta cerrada, brotes en el cuerpo, vómitos, diarrea, el cuerpo deshidratado. No tenía fuerzas para estar de pie. Me paraba en el espejo agarrada del palo del suero, me miraba y me decía tenés que ponerte bien, vas a poder, vas a salir. Mi rostro era de muerte. Me sentía muy débil, pálida. Ni fuerzas para vomitar tenía” recordó en la charla virtual con ANTI.

Además, “los retrovirales creo que me causaron alergia, náuseas y descompostura. Son muy fuertes los remedios que se utilizan para el COVID. Pero bueno, ya pasó, soy una persona alegre, sencilla y guerrera. Nada de esto me va a opacar, volveré a trabajar con la frente alta” completó sobre la cuestión la asistente de salud.

Otro tema fueron los comentarios del afuera. Andrade es crítica de cómo se comportó el vecino y lo deja claro en sus respuestas: “Bronca, angustia, estuve 14 días pidiéndole a Dios por mis hijas, para que ninguna tenga síntomas y la gente solo hablaba de que anduve por toda la ciudad desparramando el virus como si nada. Hasta fotos mías y de mis hijas publicaban sin ningún pudor. Sufría por ellas, cada comentario o foto que las exponía. Su mamá no estaba para protegerlas. Pasé a ser la infectada, la prostituta, la irresponsable, la inoperante en menos de 24 horas. Cuando antes te aplaudían ahora pasaron a juzgarte, pero nadie estuvo para saber cómo fueron las cosas”.

El descargo incluye una catarata de palabras, desahogo, “había días que no podía hablar, les pedía fotos, la tos no me permitía grabar audios o hacer videollamadas. Y el afuera golpeaba, a mis hijas las denunciaron por estar en el patio de su casa, a mi hermana la echaban de los negocios del barrio, le tiraban alcohol y volvía llorando. Es el barrio que me vio nacer y crecer, duele que se haya convertido en esto. `Si ella es irresponsable, imaginate la familia, las hijas…´, decían. No pensaron ni un segundo antes de hablar, no escucharon su corazón, nunca les ofrecieron nada, solo juzgaron y criticaron”.

Además, Andrade se refirió a lo que considera “una difícil vuelta al barrio” y concluyó que “será con miradas, pero soy una persona de carácter, no pisaré un solo negocio más, iré a comprar más lejos. Ignoraré las personas falsas que me pregunten como estoy, sonreiré como hice siempre y protegeré mi casa, hijas y familia. No cometí ningún delito, no le hice mal a nadie, solo trabajé como cualquier persona. Estas situaciones te enseñan y fortalecen”.

En cuanto a sus últimos días de internación en el hotel de la Costanera (antes del alta deben repetirse dos tests con resultado negativo), afirma que “nos trataron cien puntos, nos engordaron, no podíamos salir pero sí abrir el ventanal y con eso alcanzaba, no me podía quejar”. En esos días surgió con el resto de los compañeros la posibilidad de donar plasma, tratamiento para las personas infectadas que actualmente está en estudio y con buenos resultados, “todavía no hemos hablado con los clínicos. Se hace en varios centros de La Plata y Buenos Aires. La intención es organizarnos y viajar juntos”, indicó.

El viernes 5 de junio, un día después del alta, Miriam se anotó 34 años. Su profesión y vocación fue transmitida por tías, que ahora están lejos. “Me gusta mucho y permite crecer” dice al respecto, a la vez que planifica el porvenir, “mi idea es hacer la licenciatura. Además soy monotributista, hago trabajos extras: baños, inyecciones, controles, entre otros”.

Por último, Andrade, que está a la espera del alta de la ART para reincorporarse a sus tareas, agradeció “infinitamente al personal del hospital, del hotel y a todos los que se preocuparon por ella y sus compañeros”. Además, realizó algunas aclaraciones al afirmar que su vida ahora es “absolutamente normal” y concluyó “la gente tiene que entender, el COVID-19 pasa por tu cuerpo como gripe o neumonía y se cura. No seguimos contagiando y nadie corre riesgos con nosotros. Las personas no saben, los comentarios siguen y la discriminación también, pero es falta de información”.