Pro Huerta es un programa formulado por el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) hace 30 años, en un contexto de crisis que provocó déficit alimentario en sectores vulnerables de la sociedad Argentina. La iniciativa, que trascendió gestiones –como debiera ocurrir siempre con las buenas políticas públicas–, pretende garantizar la seguridad alimenticia de la población, para lo cual se entregan insumos críticos, tales como semillas, animales de granja, plantas, herramientas y materiales, así como se realiza capacitación respecto de la producción de alimentos. Para conocer los detalles ANTI se hizo eco de experiencias locales –Escuela Primaria Nº 38 y UTEP– y conversó con Maximiliano Bongiorno, referente del INTA.

Maximiliano Bongiorno es ingeniero agrónomo y se radicó en Chascomús hace ocho años después de concursar el cargo para supervisar el Pro Huerta en la zona. “Soy el técnico responsable de su implementación en las localidades de Chascomús, Pila y Belgrano, además de referente regional en la puesta en práctica de energías renovables en la producción”, afirmó en el comienzo del diálogo con ANTI. El resto de la región –Magdalena, Punta Indio y Lezama– están a cargo de su colega Martín Andersen.

“Con el tiempo, a pesar de las idas y vueltas del país, el programa adoptó una mirada hacia la soberanía alimentaria, un enfoque agroecológico que permite trabajar la economía social, popular y solidaria”, expresó Maximiliano, a la vez que agregó que “como sociedad tenemos que crear otro sistema de abastecimiento de alimentos, con foco en la producción de cercanía, más justo y respetuoso de la cultura y el medio ambiente. Este cambio no va a ser posible si no se involucran las organizaciones sociales, por lo tanto el recorrido que están haciendo algunos actores, de iniciar la producción comunitaria de alimentos me da mucha satisfacción y parece un buen comienzo”.

La participación en el programa es amplia, “vecinos urbanos, periurbanos y rurales; instituciones intermedias (sociedades de fomento, clubes, salas de salud, asociaciones civiles, fundaciones, comedores, merenderos); todos  los niveles del sistema educativo (jardines, primarias, secundarias, especial, terciarios, universidades); organizaciones, cooperativas, agrupaciones políticas y sociales”, continuó el profesional platense.

Pro Huerta se implementa a través de la Agencia de extensión rural de Chascomús y en coordinación con diferentes áreas de la Municipalidad: economía social, el vivero, políticas comunitarias y medio ambiente. Se trabaja con 23 escuelas, organizaciones sociales y vecinos nucleados de diversas maneras. Respecto de la articulación escolar Maximiliano afirmó que “atender las instituciones de los seis distritos es imposible. Si la escuela convoca, nos acercamos, visitamos las instalaciones y les damos una charla de orientación. Depende del establecimiento, si hay devolución, trabajan, informan y hay interés volvemos y el proyecto continúa”.

La experiencia de una escuela rural

Por un camino de tierra a la vera de la ruta 2 se llega, después de transitar 7 kilómetros, a la Escuela Primaria Nº 38, Paraje rural Los Cerrillos. Esta institución, que cuenta con 7 alumnos provenientes del casco urbano, replicó la experiencia de la huerta propia y según palabras de la directora, Inés Otero, los chicos están “encantados con la idea”.

En ese sentido, la directora, que vive en la escuela y continuó en tiempos de pandemia con el trabajo agrícola, narró el comienzo de la práctica: “Pedimos semillas al INTA, empezaron a dar capacitaciones una vez por mes sobre diversos temas e incluso nos construyeron un invernáculo”. A la colaboración del instituto se sumó el aporte de la Fundación “Huerta Niño”, la cual “a través de la presentación de un proyecto nos construyó el cerco, el cantero y nos dieron materiales, maderas, sillas, palas y carretillas”, contó la docente.

Respecto del interés de los alumnos la directora opinó que “el entorno es divino para compartir con ellos y les encanta. Lo bueno de la huerta, además de que se llevan alimentos frescos, es el trabajo y el medio en el que se realiza. Conocen distintas cuestiones de la naturaleza”. Además, “se enseñan cantidad de contenidos desde la práctica: geometría para medir perímetros de superficies, matemáticas al contar y recolectar tomates, contenidos específicos de huerta como la tabla de sembrado de acuerdo a las estación del año, todas las áreas se vinculan”, agregó.

Asimismo, expresó que “los chicos están fascinados. Se organizan para salir a regar, ver quien le toca puntear o sacar yuyos, se interesan”. El espacio es amplio, con diversidad de aves, lo cual permite una enseñanza al aire libre, “tenemos un limonero y una mariposa específica que viene a dejar sus huevitos en esta planta, pudimos ver el ciclo completo. Los chicos descargan aplicaciones para interiorizarse de las especies y aprenden a leer con esa información” estimó la responsable de la EP Nº 38, institución que lleva el nombre de Paula Albarracín de Sarmiento, madre de Domingo Faustino.

En la escuela cosechan lechuga, tomate, acelga, rabanito, remolacha y perejil, entre otros productos. Realizan, además, intercambio de semillas con otras instituciones para variar la producción, que se reparte entre alumnos, vecinos y otras organizaciones, “en una oportunidad hubo tanto que acercamos verdura a comedores”, contó Inés.

Por último, Otero hizo un llamado a la solidaridad en busca de matrícula, “necesitamos alumnos y familias comprometidas para que todo esto continúe y sea un recurso para otras personas. Además de la huerta, alumnos con dificultades de aprendizaje, incluso violencia, se ven más tranquilos en este entorno”, concluyó.

Buen día Pro Huerta

Maximiliano Bongiorno –apellido de origen italiano que significa buen día– continuó refiriéndose al programa: “En la última entrega de semillas participaron 600 personas. Se realizaron capacitaciones, formación a vecinos y promotores sociales, institucionales, educativos y políticos; asistencia técnica a la producción; acompañamiento en proyectos; entregas de insumos críticos; asistencia en la comercialización, cálculos de costos, industrialización de excedentes (dulces, conservas, deshidratación, encurtidos, escabeches, etcétera). Una actividad amplísima”.

En ese sentido, el ingeniero agrónomo expresó que “las organizaciones se integran bien al programa, principalmente inician con huertas en merenderos y comedores, además de fomentar las huertas en los domicilios de sus integrantes y en algunos casos realizan emprendimientos productivos como es el caso de UTEP Chascomús. El trabajo con organizaciones es complejo, todas tienen diferentes maneras de funcionar y propósitos distintos, pero el trabajo comunitario y cooperativo es gratificante”.

Por su parte, Viviana Bensi, referente de la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular (UTEP) se refirió a la implementación del programa en la organización que encabeza: “Se trata de personas que cobran el salario social y desde hace tiempo necesitan contar con un espacio para desarrollar la huerta. El INTECH quería hacer estudios particulares sobre este tipo de producción y se pudo disponer de un terreno en el lugar. Es un trabajo articulado».

En tanto, la referente informó que “la intendencia aportó herramientas, estamos terminando un sistema de riego, el actual es bastante precario, mientras que el INTA colabora desde distintos aspectos, ya sea estructura –construimos un invernadero que solo falta techar– o la capacitación. Si bien existe una experiencia previa en el barrio El Hueco, con la que se proveía a distintos comedores, los chicos no saben mucho de huerta, aprenden día a día. El proyecto recién arranca, pero hay muchas expectativas, tanto de producir verdura agroecológica como de darle un futuro laboral a la gente”.

Es el profesional del INTA el que ahora retoma la palabra para contar las bondades de este tipo de producción: “No deteriora los recursos naturales que se utilizan, por lo tanto hay un beneficio ecológico que es para quienes trabajan la tierra y viven en su entorno. Tiene aspectos sociales positivos porque fomenta el trabajo cooperativo y comunitario, que se ha ido perdido en años de individualismo, así como permite entender que hay otra manera de producir” expresó.

Por último y no menos importante, Bongiorno hizo hincapié en la cuestión económica, “genera puestos de trabajo, ingresos y alimentos para quienes participan y sus comedores. Es beneficioso para el vecino de Chascomús que accede a alimentos saludables, libre de tóxicos, explotación y a un precio justo” concluyó el referente del INTA.