Cada tanto, los medios de información se apiadan del consumidor convertido en opinión pública y ofrecen una pausa hasta recobrar impulso con algún nuevo tema que llene el vacío de la agenda mediática. Desde hace semanas el discurso de los medios gira en torno a la Pandemia de Covid 19, sus contagiados, permisos de circulación, conferencias políticas etc, llegando a saturar la propuesta más mediática hasta límites intolerables.

Hoy, y pese a que la distancia temporal es relativamente corta, parece que han pasado años (mediáticamente hablando) desde que Alberto Fernández decretó, allá por el 20 de marzo, el aislamiento social, obligatorio y preventivo. Esta sensación de lejanía es producto, (entre otros aspectos de índole psicológicos, sociales y económicos), del cansancio producido por la batería comunicacional desplegada por los diferentes medios en relación al tema del Covid y su cuarentena. El sólo hecho de no ser rehenes (momentáneos) de la propuesta comunicacional, origina una sensación de alivio que, igualmente, consciente o inconscientemente, sabemos que es corta. Sin embargo, esta premisa de tregua, en este caso en particular, no se cumple ya que desde marzo parece ser, “la Cuarentena”, el único tema por excelencia.

Ahora bien, para entender el funcionamiento de los medios de información masivos es necesario comprender no sólo la estructura y conformación interna sino, y sobre todo, el contexto en el cual se desarrollan los dispositivos a partir de los cuáles configuran la realidad mediática. Y el punto de partida es precisamente el percibirlos y analizarlos no como simples espejos, sino como constructores de realidades a partir de específicos intereses puestos diariamente en juego. Por consiguiente, afrontar el discurso mediático genera irremediablemente la necesidad de comprender los mecanismos de funcionamiento que se ponen en juego en la construcción de los medios de información en tanto productores de sentido y de relaciones sociales mediatizadas.

Un punto de partida para entender la preponderancia de los medios de información en el cotidiano, tiene que ver, como se sostiene más arriba, con el contexto del cual son producto. Hoy más que nunca es evidente que la concentración oligopólica del sector comunicacional, genera específicas relaciones sociales. No sólo en la uniformidad discursiva, sino en la opinión pública que moldea a partir de entenderla a ésta como parte preponderante de un mercado de consumidores, amplio y heterogéneo. En palabras de Baudrillard “la massmediatización no es un conjunto de técnicas de difusión de mensajes, sino la imposición de modelos”. Modelos a partir de los cuáles los medios de información seleccionan y separan a los sujetos de su capacidad de producir y experimentar (in –comunicando), y los reúne en una ficticia unión a partir del simple acto de ser meros consumidores de experiencias previamente mediatizadas.    En relación al funcionamiento y las formas en que interpelan a la realidad, podemos tomar como referencia, para entender la lógica que emplean (o al menos para acercarse un poco a ella), algunas características que le son inherentes a los medios masivos de esta sociedad mediatizada a partir de las tecnologías aplicadas a la comunicación/información.

Lo que prima antes que el discurso es la imagen. Esta situación no quiere decir, sin embargo, que carezcan de instancias discursivas, sino que éstas hoy en día son secundarias respecto a la imposición de la imagen como falsa idea de diálogo. Y esta hegemonía de lo visual sobre la palabra, se solidifica en otra característica determinante en el actual entramado mediático, y es la confirmación de que hoy día es imprescindible para entender la lógica de los medios no perder de vista que éstos buscan sus mecanismos ideológicos cada vez más sobre los planos sensibles, intangibles y psíquicos que sobre el plano de la razón, el pensamiento y la palabra. Inevitablemente se me viene a la mente la estrategia mediática de 2015 de Cambiemos, basada en el discurso new age, cool, desestructurado de la “alegría, la buena onda y los globitos de colores”, que le permitió (o le allanó discursivamente) centrar su argumentación política no tanto en la idea del “concepto y el debate”, sino más bien en la pose gestual que venía a romper con “lo viejo”.

Como argumentan Fernández y Savater, “la dimensión económica y la dimensión psíquica coinciden cada vez más de manera plena y el capitalismo nos vende ideas y valores más que productos, como lo demuestra Naomi Klein, pone a trabajar nuestras capacidades comunicativas e inyecta diariamente en la mente social imágenes de consumo y de auto organización”.

La realidad mediatizada se vive, se siente y se sufre como la realidad “real”. Como en un artilugio cinematográfico, vida y ficción se entremezclan. La pasividad de tomar como propios recortes e imágenes seleccionados por otros, sustituye la posibilidad de ser personas críticas de lo que nos rodea. Todo lo que pasa por el filtro de los medios, ese espectáculo plagado de imágenes inconexas, se nos impone como lo verdadero y las experiencias más íntimas se viven, como en una novela, a partir de la vida de otros: deportistas, actores, políticos, etc. Ahora bien, la crítica comunicacional a este proceso de mediatización de los medios masivos de información debe ir en la dirección de buscar alternativas originales que pongan en tensión la relación diferencial y unidireccional que se origina a partir de las relaciones de información (relaciones donde lo determinante es la figura del receptor y no la posibilidad latente del diálogo entre receptor/emisor). Como bien sostiene María Fernández en “Comunicación, Subjetividad y Autonomía en el activismo mediático italiano”, desde una perspectiva de la subjetividad “lo que cobra valor fundamental son los procesos sociales a partir de los cuáles los sujetos se constituyen como tales y le dan sentido a su experiencia. En este enfoque abordar el análisis de la comunicación alternativa implica, en primer lugar, indagar sobre los modos en que se desarrolla la experiencia directa entre los sujetos sociales y medios de comunicación de masas, al ser éstos últimos parte de los discursos sociales con mayor influencia en las configuraciones subjetivas contemporáneas”.