En Reinas de Corazones, el emprendimiento de apicultura desarrollado en el centro de la provincia de Buenos Aires, cada mujer que ingresa recibe dos colmenas y las herramientas necesarias para trabajarlas. La idea es que donen la recaudación de la primera cosecha y con ese dinero comprar el kit de trabajo para una nueva compañera. El proyecto emplea en la actualidad a más de 90 mujeres y capacita a otras 1000 en Argentina y el mundo.
Para poner en práctica su idea se compró cuatro colmenas, el mameluco y los utensilios para trabajar con las abejas. Luego de un año se dio cuenta que ese emprendimiento podía escalar y, de esa forma, podía recrear una colmena de trabajo comunitario. Una cadena de favores destinada a mujeres rurales. Así, en 2016, nació Reinas de Corazones, un emprendimiento de triple impacto en donde cada mujer que ingresa a este circuito recibe dos colmenas y las herramientas necesarias para trabajarlas: mameluco, pinzas y ahumador. La idea es que donen la recaudación de la primera cosecha y con ese dinero comprar el kit de trabajo a una nueva compañera. Hoy trabajan más de 90 mujeres y capacitan a unas de 1000 distribuidas en Argentina y en 17 países: Canadá, México, España, Perú, Brasil, Colombia, Uruguay, República Dominicana, Honduras, Estados Unidos, Panamá, Paraguay, Costa Rica, Ecuador, Bolivia, Venezuela y Chile.
“Para muchas este fue el primer trabajo formal. Algunas tuvieron que aprender a manejar para seguir creciendo en el emprendimiento. Cada una es libre de hacer lo que quiera con la producción. Es hermoso formar parte de Reinas de Corazones, hacemos mucha fuerza para mantener la calidad. Contamos con sellos del Mercosur, libre de tacc, y producimos en apiarios orgánicos”, cuenta Marina.
Cuando decidió poner en marcha la idea, primero se la contó a amigos y también a familiares. Muchos dudaban de que el proyecto pudiera funcionar y otros la alentaban para poner en marcha la iniciativa. Se inspiró en la película Cadena de Favores y en el libro ‘Hacía un mundo sin pobreza’ de Muhammad Yunus, quien en 2006 ganó el premio Nobel de la Paz, por crear en Bangladesh un banco solidario para personas de bajos recursos.
Un día, Marina le mandó un mensaje a Aidé, una mujer rural. “Aidé, quiero contarte una idea”, le dijo. Aidé le contestó que la esperaba a tomar el té. Enseguida se enamoró de la iniciativa. “A mi me encanta probar cosas nuevas”, le contestó. Aidé, junto con otra mujer rural, Pilar, fueron las primeras en entrar a Reina de Corazones. La primera cosecha la hicieron las tres juntas. “Tenía que ser una cadena de favores en donde ellas le contaran a otras mujeres la experiencia que habían vivido y así se sumaran más emprendedoras al proyecto. Durante el primer año las ingresantes reciben capacitación gratuita del INTA para manejo de colmenas”, dice Marina.
Luego se sumaron mujeres de Azul, Castelli, Cañuelas, Madariaga. Formaron 7 grupos de WhatsApp de cada zona, junto a un técnico apicultor que orienta y disipa dudas. Se organizan para buscar financiamiento, se agrupan para hacer pool de compras y conseguir mejores precios. Una colmena colaborativa en acción: producen 10.000 kilos anuales de miel y tiene un nuevo objetivo, exportar la producción.
Marina nació en Buenos Aires, se recibió de ingeniera agrónoma y se fue a vivir a Madariaga, luego se mudó a Pehuajó. Desde chica la conmovió la naturaleza: cada vez que está frente a la inmensidad del paisaje siente que se conecta con algo divino, con Dios. El germen de Reinas de Corazones comenzó cuando tuvo que presentar un proyecto de jóvenes agroemprendedores en un concurso de África. Marina tuvo que escribir el proyecto y el acto de llevar sus ideas al papel la empujaron a darle forma. Su idea no ganó. Pero cuando se mudó desde Buenos Aires a Pehuajó, mientras desempacaba sus cosas encontró la carpeta con el proyecto. Sintió que era el momento para pasar al acto y materializarlo. “Es ahora o nunca”, se dijo a sí misma.
“El momento de la entrega del kit es la mejor época del año, hay mucho entusiasmo, para muchas es la primera vez en ponerse un mameluco, entonces algunas se quedan duras y no se quieren mover. Nos reímos un montón entre nosotras. Es el momento más lindo. Lo que más me conmueve es la cadena y el compromiso. Hay mucho reconocimiento por parte del consumidor. Las mujeres ven que es posible, se rompen paradigmas. Lo hermoso no solo es recibir el kit sino la posibilidad de poder pasarlo, ese acto empodera un montón a las mujeres. Me preocupa que esto siga y me gratifica tener impacto en tantas mujeres”, cuenta Marina.
Fuente: Somos Arraigo.