Mi padre conquistó a mi madre en la segunda de sus citas, mi compañero Guillermo sonrió en cada una de las mañanas en las que cursamos segundo año, mi tío Ernesto llamó Segundo al primero de sus hijos, mi prima Eulalia rompió corazones durante la adolescencia entera vestida con ropas de segunda selección y mi amigo Jorge siempre nos explicó que la existencia es generosa porque le dio una segunda oportunidad.
Mi sobrino nieto Valentino quedó como el segundo de los mellizos que su mamá trajo a la Tierra y brilló hermoso desde entonces, Edwin Aldrin constituyó el segundo hombre en pisar la Luna y se mereció páginas enteras en los libros de historia, mi vecino Walter halló el amor con su segunda novia y lo disfrutó hasta el fin de sus días, mi amigo Mariano trabajó como docente en un segundo piso en toda su carrera en las aulas e iluminó a muchos alumnos, mi hermana descubrió el teatro en su segunda obra y eso la volvió feliz.
La Selección Argentina jugó el Mundial de Brasil 2014 y acabó segunda tras perder en una final con equilibrio frente a Alemania, un equipo que esta vez concluyó campeón, pero se ubicó segundo en los mundiales de 1966, 1982, 1986 y 2002.
Mi padre no sólo conquistó a mi madre en la segunda de sus citas. También sufre porque nos toca una era triunfalista y tremendista que sólo resalta al primero. Mi padre está seguro o más que eso de que hay miles de ejemplos en la vida que prueban que ser segundo es posible y que, además de ser posible, puede ser un honor.