Cuento de la noche del 13 de julio del 2014, cuando se acabó el Mundial de Brasil. Está en el libro «Todo mientras Diego», que publicó Grupo Editorial Sur.

Mi padre conquistó a mi madre en la segunda de sus citas, mi compañero Guillermo sonrió en cada una de las mañanas en las que cursamos segundo año, mi tío Ernesto llamó Segundo al primero de sus hijos, mi prima Eulalia rompió corazones durante la adolescencia entera vestida con ropas de segunda selección y mi amigo Jorge siempre nos explicó que la existencia es generosa porque le dio una segunda oportunidad.

Hungría fue segundo en el Mundial 54 y engalanó la historia del fútbol, Holanda terminó segundo en el Mundial 74 y cimentó el presente del fútbol, Argentina se clasificó segundo en el Mundial de básquetbol de Indianápolis y casi nadie hizo nunca en una cancha con canastos una proeza mejor, mis vecinos de la infancia no pasaron de segundos en doce torneos barriales seguidos y jamás dejaron de abrazarse, mi sobrino Mauro resultó el segundo en la familia en advertir que Mascherano era un crack y le alcanzó para convencernos de que entendía de fútbol.

Mi sobrino nieto Valentino quedó como el segundo de los mellizos que su mamá trajo a la Tierra y brilló hermoso desde entonces, Edwin Aldrin constituyó el segundo hombre en pisar la Luna y se mereció páginas enteras en los libros de historia, mi vecino Walter halló el amor con su segunda novia y lo disfrutó hasta el fin de sus días, mi amigo Mariano trabajó como docente en un segundo piso en toda su carrera en las aulas e iluminó a muchos alumnos, mi hermana descubrió el teatro en su segunda obra y eso la volvió feliz.

Mi tío Efraín empezó a ser atleta en su segunda vejez y de allí en más no paró de correr, Diego Maradona necesitó de un segundo mundial para ser campeón mundial, mi arquero Claudio ubicó una verdad en el segundo tomo de La República de Platón y se transformó en filósofo, mi mediocampista Javier se desinhibió una noche en la segunda copa para confesarnos que quería ser delantero, mi segundo hijo nació segundo y lo adoro igual que al primero.

La Selección Argentina jugó el Mundial de Brasil 2014 y acabó segunda tras perder en una final con equilibrio frente a Alemania, un equipo que esta vez concluyó campeón, pero se ubicó segundo en los mundiales de 1966, 1982, 1986 y 2002.

Mi padre no sólo conquistó a mi madre en la segunda de sus citas. También sufre porque nos toca una era triunfalista y tremendista que sólo resalta al primero. Mi padre está seguro o más que eso de que hay miles de ejemplos en la vida que prueban que ser segundo es posible y que, además de ser posible, puede ser un honor.