Una investigación de Paula Fernández Lopes, becaria doctoral del CONICET, describe sociodemográficamente los hogares unipersonales de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Según la Encuesta Anual de Hogares (EAH) las viviendas unipersonales representaban hacia el año 2018 el 35.7 por ciento de los hogares en la Ciudad de Buenos Aires. Para la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) la cifra desciende al 34.1 por ciento. ¿Pero quiénes son aquellos que deciden vivir solos? ¿Qué significaciones ponen en juego? ¿Y cuáles son sus motivaciones y percepciones? Paula Fernández Lopes, socióloga y becaria doctoral del CONICET en el Instituto de Investigaciones Gino Germani (IIGG, UBA) se propuso abordar estos interrogantes.
Bajo este fin, Fernández Lopes llevó adelante una pesquisa cuanti-cualitativa que describe sociodemográficamente, y desde una perspectiva sociocultural, a los hogares unipersonales en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. El estudio demuestra que el mayor porcentaje de hogares de este tipo se concentra en personas de 65 años o más; una población mayormente viuda y principalmente feminizada. Un segundo grupo se compone en su mayoría por adultos varones, separados o divorciados. Finalmente, el tercer grupo que caracteriza el estudio, presenta equidad de género y se conforma por jóvenes cuya situación conyugal predominante es la soltería.
Asimismo, la investigación permite señalar dos mecanismos de ingreso al estilo de vida unipersonal: intencional o accidental no elegido: “Si bien se observa que para algunas personas este tipo de hogar es producto de circunstancias externas, la disponibilidad del tiempo y el espacio físico, tanto como la libertad de acción y la autosuficiencia o preservación afectiva, son los aspectos más valorados en este estilo de vida”, afirma Faernández Lopes. Paralelamente, estos intangibles ponderados por los residentes de viviendas unipersonales producirían la prolongación en el tiempo de dicha situación y una consecuente sensación de acostumbramiento.
Hacia el hogar unipersonal
De la mano del surgimiento de la pastilla anticonceptiva y la revolución femenina, a partir de 1960 América Latina comienza a experimentar una baja en la tasa de fecundidad. Es en este proceso que, junto con los cambios en la sexualidad de la época, el aumento en la tasa de divorcios y el cambio en las relaciones de género, se produce una disminución en el tamaño del hogar. Así, evidencia el estudio, el aumento de los hogares unipersonales se vincularía con el estado civil y las modificaciones que se introducen en los patrones de reproducción de las familias, la nupcialidad y la fecundidad. “Estos aspectos se reflejan con mayor celeridad en la Ciudad de Buenos Aires en relación con otras jurisdicciones geográficas y aglomerados urbanos del país”, asegura la socióloga.
La científica sostiene que en las personas adultas y jóvenes que suelen residir solas “se observan fluctuaciones a lo largo del tiempo en relación con la composición de su situación conyugal”. Y agrega: “Tanto en varones como en mujeres jóvenes, se aplaza la entrada al matrimonio o incluso la experiencia de la constitución de una pareja estable, con convivencia afectiva”. Además, la investigación resalta que existe una dilatación en la decisión, racionalmente sopesada, de tener hijos o incluso en la elección de no tenerlos.
En tanto, para la población avanzada en edad, el análisis sociológico encuentra “expectativas y proyectos de vida que se distancian de la construcción conjunta del hogar”. De este modo, la investigación identifica relaciones y vínculos afectivos sin convivencia y energías depositadas en actividades culturales, artísticas, deportivas, laborales o en el cuidado de los nietos. Por eso, para Fernández Lopes, estos residentes encuentran en el estilo de vida unipersonal la posibilidad para reiniciar sus vidas y significar un espacio propio.
Los hogares unipersonales en tiempos de coronavirus
Durante el período de Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO) los vínculos entre las personas se vieron trastocados. Investigaciones recientes recopilaron información sobre el uso de las pantallas como modo para revincularse con los seres queridos y en el caso de los residentes de viviendas unipersonales, las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TICs) cobraron un papel central.
Sin embargo, lo que preocupa a Fernández Lopes son los vínculos sociales reales de las personas que componen el paisaje urbano analizado: “Justamente la gente que vive sola, en especial los adultos mayores y las mujeres en sus distintos segmentos etarios, buscan sociabilidad externamente. Las TICs tienen gran impacto en las prácticas socioculturales, pero hay algo de la emoción, de lo cálido, de la conexión personal que en este contexto está absolutamente vedado”. La investigadora sostiene que el contacto presencial es fundamental para este tipo de residentes, ya que “suelen construir su sociabilidad por fuera de su hogar”.
El contexto actual no se ajusta al orden social que existía hace algunos meses. Por este motivo, para Fernández Lopes, la pandemia obliga a reconfigurar una vida social que, de pronto, se ve absolutamente obstaculizada: “Es un problema que profundiza la cuestión de la soledad y de las emociones en las sociedades contemporáneas”, reflexiona.
Fuente: Yasmín Noel Daus, para el Conicet