Por Aníbal Paccione, 2 de febrero de 2016
Hay una realidad: la sociedad de Chascomús es conservadora. No es un descubrimiento pero es una certidumbre que es menester traer a colación. Sin entrar en detalles o en variaciones de índole socio políticas, hagamos énfasis en ese conservadurismo que perniciosamente se expande: pese a que las antiguas generaciones se extinguen las nuevas se vigorizan. Hablando mal y pronto: se mueren los viejos que se suponían los más retrógrados pero quedan los hijos y los nietos que, en algunos casos, son peores. Todo conservadurismo es generacional: abuelos, padres e hijos se pasan la posta para mantener todo como está. No hay posibilidad de variabilidad alguna. Está todo bien como está. Y punto.
Nuestra ciudad ha sido un paradigma en este sentido y en estos tiempos -las gestiones políticas han ayudado mucho- ha llegado al paroxismo.
Un claro ejemplo es la discusión que se ha instalado en las últimas semanas con respecto al servicio de trenes que llega los fines de semana desde Alejandro Korn.
Muy poco felices han sido las consideraciones que se han tenido para con los visitantes que arriban en dichos trenes, como siempre hubo para todos los gustos: desde responsabilizarlos por una seguidilla de robos hasta adjudicarles la suciedad instalada en nuestras calles y veredas. Por su puesto que siempre hay quien va más allá: un diario local puso entre comillas la palabra turistas al referirse a los pasajeros de los trenes que vienen a vacacionar a Chascomús. A ver lectores, el que adivina cual fue el periódico que malogró la dialéctica se gana una docena de medialunas. No hay pistas.
Es una realidad que gran parte de la sociedad del pueblo no quiere que sigan viniendo los trenes a Chascomús, y en esta porción se incluyen: ciudadanos, prestadores turísticos, cámara de comercio y funcionarios. Hasta se dijo que pidieron formalmente a Nuevos Ferrocarriles Argentinos la cancelación de los trenes porque la ciudad se había vuelto insegura.
No se puede ser más obtuso. Por un lado se está discriminado abiertamente al seleccionar el tipo de turista que se quiere recibir y el que no. Y además se sigue sosteniendo el sofisma (insólito para una ciudad que pretende vivir del turismo) que posiciona a Chascomús en un lugar que no le corresponde. Es ridículo seguir creyendo que nuestra ciudad es Mar de Las Pampas, Pinamar o Bariloche. Aquí se expande el mini turismo: las personas que visitan Chascomús vienen, por sobre todo, a disfrutar de la laguna y las bondades que les brindan las actividades al aire libre: el camping, la pesca, etc. El dinero se invierte principalmente en las necesidades que se requieren para pasar el día. El turista que llega en tren paga su camping, compra la carne para el asado, gasta en almacenes y supermercados y/o se sienta a comer en restaurants. Lo mismo que el que llega en autos o motocicletas. Este es el turista que invierte su dinero en Chascomús, y lo hace de manera integral; quienes vienen a instalarse en cabañas o aparts, en su gran mayoría, vienen solo a descansar, es decir: gastan solo en alojamiento. Existe una consonancia de elite que quiere imponerse para que, como siempre, solo se beneficien unos pocos. Esta postura es tan fascista y perdularia como las acciones que se vienen manifestando a nivel nacional.
Atraigamos a todo el turismo, interpretemos la ciudad que somos y explotémosla como realmente debe ser, es irrisorio que en 2016 todavía no haya un verdadero plan turístico para nuestra urbe y seamos un ejemplo negativo que espanta a sus visitas.
No discriminemos, vayamos para adelante y no para atrás, basta de poner el guiñe a la izquierda y luego doblar a la derecha. Crezcamos.