Por Aníbal Paccione*

En cualquier lugar del mundo los estadios de fútbol obran un excelente marco para que las grandes bandas de rock tiendan su dominio escénico.  Desde el estadio de Wembley en Londres hasta el estadio Ciudad de La Plata (rebautizado Diego Armando Maradona) -incluso instalaciones mucho más modestas- han sido muy bien aprovechados para desarrollar el negocio paralelo que se funde entre el fútbol y el rock.  Los grandes clubes -en comunión con las grandes ligas- han encontrado en el rock un interesante sostén económico mediante el alquiler de los estadios.  Tal vez en algunos casos el público no sea el mismo, quizá no todos los socios estén de acuerdo en que sus clubes lleven adelante esta forma de comercio, pero es una fija que deja muy buenos frutos: en ciertas ocasiones  multimillonarios.

La liga chascomunense de fútbol (mediante su estadio municipal Juan Silverio Oroz) también estimó la posibilidad de hallar un negocio allí, digamos que tuvo su momento -entre 2005 y 2007- cuando se cristalizó de manera interrumpida el Chascomús Rock.  Este festival fue producido por un acreditado empresario de rock y reunió a las bandas más importantes de la escena festivalera de aquella época, durante los 3 años en que se llevó a cabo desfilaron: Los Gardelitos, Guasones, Intoxicados, Ratones Paranoicos, Los Cafres, Nonpalidece, Villanos, Almafuerte, Resistencia Suburbana, Fidel Nadal, Las Pastillas del Abuelo y Estelares entre varios otros.  El Chascomús Rock no tenía nada que envidiarle a ningún festival de gran magnitud a nivel nacional, cada año, cada fin de semana pautado para el encuentro, era una fiesta. Tanto para la gran cantidad de público que venía de Capital, La Plata y Gran Buenos Aires; como para los pocos chascomunenses que asistían.  Un hecho artístico de primera con un marco inigualable: las mejores bandas de rock del momento prácticamente a orillas de nuestra laguna.

Pero como es costumbre, podríamos hablar casi de un estilo, Chascomús exhibió -una vez más- su consuetudinario veredicto respecto a lo que viene de afuera a “corromper” la paz del pueblo.  A priori se opuso el Obispo: resulta que la primera edición del festival coincidía con semana santa, por lo cual hubo que armar reuniones en las que los organizadores se las arreglaron para dejar tranquilo a Monseñor vaya usted a saber, lector, con que cuento.  Los vecinos, por supuesto, no se quedaron atrás: ya para la segunda y tercera edición, todos los años de manera inflexible, se juntaban firmas a modo de “resistencia” y en clara disconformidad con la realización del espectáculo.  Los fundamentos más firmes eran: 1) El público levanta mucho polvo cuando transita las calles de tierra que rodean el estadio.  2) Algunas de las agrupaciones participantes muestran mensajes obscenos en sus letras.

Como si todo esto fuera poco, también algunos aficionados y dirigentes del fútbol local hicieron notar su discordancia con el Chascomús Rock.  Hubo pretextos varios: dese el más elemental y directo “el estadio es para el fútbol y no para el rock” hasta discrepancias por la construcción de un escenario sobre una de las tribunas.  Para colmo de males se había resuelto continuar con el calendario de la liga incluso los días de festival, a la mañana el fútbol y a la tarde/noche el rock.  En una de esas doble jornadas Atlético Chascomús y ADIP de La Plata patearon 44 penales, una definición histórica que casi termina al mismo tiempo que “El rock del gato” de Los Ratones Paranoicos. Evidentemente el cruce de horarios, más allá de la insólita circunstancia futbolera, era  otro dolor de cabeza para los organizadores.

Por todas estas cuestiones -que no son ninguna tontera- y sus congruentes inconvenientes económicos/estructurales, luego de 3 años el Chascomús Rock se dejó de hacer. Un suceso sin precedentes para la ciudad quedó a la deriva.  Por estos días se supo que el gobierno local gestiona, ante el Ministerio de Turismo y Deporte de la Nación, un proyecto para la recuperación (remodelaciones e iluminación) del estadio Juan Silverio Oroz. Tal vez esta iniciativa de lugar a que en el futuro se evalué la posibilidad de reincidir con espectáculos similares al Chascomús Rock. Una idea un tanto surrealista para los tiempos que corren, primero tendrían que erradicarse definitivamente los virus.  El Covid- 19 y el conservadurismo.

(*)Aníbal Paccione es periodista de Radio La Rockola FM 107.7 de Chascomús