Artistas de diferentes disciplinas de la ciudad de Chascomús, afectados por las condiciones y los tiempos de la pandemia, decidieron crear un colectivo de trabajo para visualizar el estado de emergencia en el que se encuentran y buscar soluciones conjuntas para paliar la crisis. El proyecto lleva el nombre de Trabajadores Independientes de la Cultura Chascomús; contempla enfrentar la actual coyuntura pero también pretende convertirse en un espacio de construcción colectiva que —de aquí en más— represente al sector.

ANTI se reunió de forma virtual con tres de sus integrantes para hablar de la iniciativa, las formas de trabajo y las acciones que se están desarrollando actualmente. Pero además, se ahondaron temáticas relevantes e inherentes al arte independiente, entre ellas, los artistas como trabajadores y el rol del estado en la definición de políticas públicas culturales.

Martín Mendivil es actor y productor de teatro. En Chascomús forma parte del grupo teatral  “El Esférico” y en La Plata, junto con otros gestores, administra la sala “La Mercería Teatro”. Es uno de los pioneros del colectivo TICCH: “Surgió de una charla mano a mano con Consuelo Rodríguez después de un encuentro para teatristas, donde se habló de arte y poesía. Estábamos agobiados y necesitábamos conversar de lo concreto que nos vibraba en el cuerpo. Empezamos a hablar, socializar, ver qué les pasaba a otros y puntear una lista de personas. Comenzamos a llamar gente que tenga el arte como forma de transitar la vida, ya sea por la forma que construyen desde el arte o porque es su profesión”, comenzó narrando.

En ese sentido, Martín (que también es uno de los organizadores de la maratón de teatro local) agregó que “en las primeras asambleas apareció organicidad, se construyó empatía entre todos. El colectivo es joven, pero estamos ordenados, tenemos comisiones de trabajo, por ejemplo. El llamado inicial de Martín y Consuelo no existe más, somos todos iguales generando ideas. Pensamos más allá de esta coyuntura y proyectamos hacia el futuro”.

El colectivo surgió hace poco más de un mes y de la última asamblea ya participaron más de 20 artistas. La intención es que quien se sume vislumbre algo constituido pero abierto a nutrirse de múltiples miradas. TICHH realiza asambleas una vez por semana y sus miembros están organizados en comisiones: Comunicación, Relevamiento, Espacios y Acciones. Además, hay núcleos de trabajo independientes que se dedican a escribir cosas puntuales (informes de las reuniones, minutas de las asambleas, entre otros), dos diseñadores y un editor; esto le permite al colectivo generar contenidos diversos en múltiples soportes y formatos.

Martín, que dice haber pasado una etapa de pandemia “medio triste y perdido” encontró en el trabajo colectivo la mejor manera de resignificarse. Es el encargado de describir el trabajo de las comisiones: “Acciones nos permite pensar el colectivo de hoy en adelante. Qué podemos realizar escalonadamente como trabajadores. Tenemos un horizonte de 180 días, hasta septiembre, y pensamos varias cuestiones que todavía no están cerradas. La idea es armar un informe, presentarlo en la Secretaría de Cultura y decir ‘ésta es la propuesta de TICCH para reactivar el sector’. El documento debe incorporar actividades en la vía pública y otras con los cuerpos dentro de los espacios independientes u oficiales. Otras acciones están ligadas a lo administrativo, como es el caso de una ordenanza que contemple los espacios culturales (en la actualidad no existe) o la elaboración de protocolos por disciplina”.

Lila Monti es payasa, actriz y cantante. Nació en Capital pero hace 5 o 6 años que se radicó en Chascomús. Tiene dos sueños: abrir y gestionar una sala de teatro chica, con 80 butacas para recibir obras de teatro y conciertos, que sea “cálida e independiente de la gestión pública” dice, y una residencia artística en el barrio Lomas Altas que la imagina como “un lugar donde pueda venir gente a hacer obras, ensayar, quedarse 3 meses y crear”.

Ella inscribe el origen de TICCH convencida de que la salida a lo que sucede es colectiva. Y reflexiona, desde una perspectiva más filosófica si se quiere, sobre los desafíos que la constitución de estos espacios representan. “Estamos enclaustrados en aquello de ‘mi opinión, lo que yo creo, me representa…’ y no nos damos cuenta que para abordar el colectivo hay que encontrar el punto de intersección y ver en qué acordás con el otro. Las diferencias están clarísimas, pero hay que descubrir las coincidencias. Lo colectivo implica dar vuelta la base, rescatar lo que el otro tiene para darte. Se trata de no venir a buscar lo que necesito sino dar lo que se requiera de mí. Hay mecanismos de lo colectivo que estamos reaprendiendo. Si logramos dejarle a nuestros hijos la cultura comunitaria, la fortaleza que implica, el no erigirte solo, con tu soledad, será muy valioso” comienza en el diálogo con ANTI.

Lila, en tiempos de pandemia, hace materiales audiovisuales desde el proyecto “Sale con fritas” junto con otros artistas, pero esto no ha sido representativo en términos de ingreso. Tampoco le resultó el hecho de dar clases de manera virtual. “El teatro es un género que no tiene cuarta pared. El trabajo específico del payaso y payasa es el encuentro y el puente, entonces dar una clase de clown por la pantalla me cuesta. Lo Intenté, pero no pude”, narra y, al igual que Martín, destaca el encuentro de artistas como cable a tierra durante la crisis: “Me emociona el colectivo. La jugada astuta del capitalismo, que nos cuesta desarmar, es que nos hizo creer que éramos libres si estábamos conectados con nuestra individualidad, pero porque nos necesita aislados. Estamos intentando tener ideas para volver al andamiaje grupal, hay mucha voluntad”.

El tercer mosquetero es Andrés Fraga. Regresó a Chascomús hace 5 años y tuvo un éxito rotundo en la implementación del arte mural, “creamos un contexto donde el mural tenía otro impulso, empezaron a verse como necesarios, positivos, formadores. Todo lo que tiene el arte, desde la comunicación y desde lo colectivo”. Andrés tiene experiencia en el trabajo grupal, fue el hacedor de Artistas Unidos Chascomús (AUCH) que concentró a los artistas plásticos para transformar los barrios de la ciudad.

Respecto de TICCH expresó que “es lo que siempre soñé desde mi vuelta a Chascomús, que se reúnan todas las ramas artísticas”, a la vez que detalló cómo fue el primer encuentro con los funcionarios municipales en el marco de la pandemia: “Fue positivo. Nos llevamos algunas cosas en concreto para poder trabajar, como por ejemplo el protocolo de los artistas plásticos, muralistas. Se habilitó un registro municipal de artistas que nos parece vital para hacer visible la cuestión. La comisión de Acciones tiene el beneficio de que el diálogo es constante, Chascomús lo permite, no estamos en Buenos Aires donde hablar con una secretaria exige todo un protocolo. Tenemos acceso y buen trato, la idea es avanzar lo más rápido posible”.

Relevamientos de artistas y espacios culturales

Una de las primeras acciones que se implementaron desde TICCH consistió en un relevamiento que permita evaluar la cuestión emergente del artista en crisis. Tal como lo presenta el colectivo se trata de una herramienta “que tiene como objetivo primero, visibilizar y administrar nuestrxs necesidades y recursos”. El 15 de junio se producirá un  primer corte de este relevamiento que, al momento en que ANTI hizo la entrevista, llevaba más de 80 registros. Este informe permitirá tener un diagnóstico de quiénes son los artistas independientes de la ciudad y en qué situación se encuentran. El formulario (https://url2.cl/1QCQ3) continuará disponible y podrá sumarse todo el que esté interesado.

También esta semana se implementó una encuesta para espacios y casas culturales de Chascomús. Su objetivo es conocer la realidad de estos lugares para poder organizar sus necesidades y demandas, visibilizarlos y que estén dentro de la agenda pública de la ciudad.

Los artistas como trabajadores y el rol del estado

Martín toma la palabra y cuenta que estaba en la organización de la séptima maratón de teatro, ensayando dos espectáculos desde febrero. La pandemia llegó en el medio de toda esta actividad. La virtualidad en la materia es imposible, “el teatro es cuerpo presente”, dice. Aprovechó el parate para crear cursos de producción con el colega Francisco Hails y, por sobre todo, potenciar el trabajo colectivo y la militancia (o cibermilitancia, en referencia  a los tiempos que corren): “Mis tareas me impedían participar activamente en estos espacios. La salida es grupal y estoy convencido. Me paso horas militando on line, es rarísimo. Se empiezan a encontrar salidas, desde cómo repensarnos, armarnos y encarar lo independiente, pero sin perder el eje de que tenemos que tener un diálogo importante con el Estado”.

Política pública cultural. Martín instala el tema y el resto de los interlocutores aporta. Es el turno de Lila: “Hay una incomodidad respecto del andamiaje. Si nos preguntamos sobre el arte, la poesía, vamos a estar todos de acuerdo, pero cuando se consulta sobre qué es esencial hay algo automático del Estado que es el ‘no hay presupuesto’. Hay que desarmar esa frase, que no haya presupuesto es una decisión política, siempre”, expresa.

En ese sentido, la actriz consideró que “esta pandemia demuestra que estamos en emergencia, pero también expone que es un trabajo precarizado, dejado de lado. Llevás la idea (en referencia a organismos de gestión estatal) y te dan el 10 por ciento, es la historia general de los artistas relacionados con el Estado”.

Martín Mendivil agrega que “la cultura independiente tiene que estar contemplada por el Estado. Si uno mira de dónde vienen las riquezas culturales puede ver que es de lo independiente, luego puede haber plan oficial, pero su desarrollo inicial es por fuera. Hay que entender a la cultura como esencial; en la actualidad se la consume a borbotones y no está contemplado el trabajador, falta una pata que no está cobijada ni tenida en cuenta”.

Andrés, por su parte, estuvo contratado por el municipio para el diseño del corsódromo de los carnavales y coordinó hasta el año pasado el programa “Arte público”. Agregó que desde el colectivo “estamos en la búsqueda de las cuestiones que deben existir. Que se nos reconozca, que si no existe lo articulemos juntos. El colectivo propuso herramientas que vienen a marcar la cancha, si el Estado mira para acá y quiere aportar buenísimo. Mientras se sigue trabajando, hay muchas cosas por hacer”.

Lila se entusiasma y retoma la palabra para decir que “es necesario aprender, en nuestra articulación con el Estado sobre todo, la diferencia entre lo político y lo partidario. Debe crearse política pública sin que dependa de los partidos”.

Por otro lado, puntualmente inmersa en la coyuntura de la pandemia, opinó que “las demandas se pueden cubrir de arriba hacia abajo o a la inversa. Se puede tener una reglamentación dispuesta por provincia, o bien, un montón de municipios con menos casos plantear cierta apertura. También es una decisión política. Como gestor puedo acatar y no interpelar, pero también marcar y disponer por mi cuenta. Si en el diálogo tengo que decir a todo que sí no está bueno, así como tampoco puedo absolutamente reafirmarme en el no”.

“Mi percepción es personal, por más que formo parte de un colectivo. Entiendo que están a disposición para dialogar y es buenísimo (en referencia a las autoridades municipales), pero me resuena constantemente y hago un esfuerzo para no pensar que estamos en veredas enfrentadas. Las dos partes deberían estar en la misma búsqueda y no sentir que porque se pide una parte del presupuesto se esté señalando con el dedo, simplemente pedimos algo que debería estar. Desde TICCH pedimos reasignación de partidas, puntualmente, es el aspecto más álgido. Así como quieren que nos reinventemos creemos que ellos deben hacer lo propio”, expresa Martín en la continuidad de la charla con ANTI.

“Rotundo” Fraga escucha a su colega y agrega que “si hay una sensación de veredas opuestas es desde el momento en que los artistas se pusieron el título de trabajadores. Hasta ese momento, cuando se trataba solo de producción cultural o artística, al Estado no le incomodaba para nada. Al pensarnos y plantearnos como trabajadores y trabajadoras, que es en definitiva nuestra forma de vida, necesitamos que el Estado sea consecuente con su reconocimiento y nos permita subir un escalón”.

En ese sentido, Andrés, para quien el arte es “salud, poder respirar y una manera de estar en el mundo” cree que “no hay que dejar de hablar y pensar la forma de mejorar nuestras condiciones de trabajo, que no sea supervivencia sino actividad digna. Es un ejercicio constante que puesto en el colectivo se acelera con una marcha increíble. Es un grupo de profesionales trabajando en pos de un objetivo, con enfoque, confianza, fuerza, todo lo que demanda un espacio de este tipo”.

Lila es quien sigue con la reflexión: “El tema de las veredas enfrentadas tiene que ver con decir o plantear las cosas. Si hoy me siento con Tristán Bauer, reconozco que le tocó el peor momento para ser Ministro de Cultura, pero le voy a manifestar que soy artista y me tiene que defender. Lo lamento, si él no nos defiende ¿quién? ¿Ginés? De ninguna manera. No es un enfrentamiento, se tiene que romper el coco y pensar qué articulaciones puede hacer por la gente que lo puso en ese lugar, en el cual está por decisión propia”. Si se hace el paralelismo a nivel local, la Dirección de Cultura de Chascomús, “tiene el problema que sus artistas la están pasando mal y se están organizando para que su trabajo sea reconocido, esto no tiene que implicar un problema. Queremos dialogar, no les podemos decir ‘sigan por este camino que estamos bárbaro’, necesitamos cosas. Tenemos que articular juntos y ver la manera de no convertirnos en la variable de ajuste”, cerró.

Trabajadores Independientes de la Cultura Chascomús (TICCH) quiere hacerse visible. Como reza su manifiesto, son muchos, necesarios, saludables, generan conocimiento, consumo, trabajo y bienestar. Además, proyectan hacia adelante, “espero que esto se transforme en un sindicato hermoso, que exceda la pandemia, creemos derechos y fertilidades” dice Lila. Martín se suma y agrega: “Apuesto a este colectivo por mucho tiempo, que logremos organicidad de trabajo y que existan cuadros necesarios que contemplen el arte independiente”. Es el turno de Andrés, tiene la palabra final, “que prospere, que se nutra de todas las herramientas que puedan llegar a ser vitales para que la vida del trabajador y la trabajadora del arte sea digna. No estar en estado de supervivencia. El hecho de dar nacimiento a cosas que en este mundo todavía no existen tiene un valor y debe ser reconocido”.