Desde hace una semana Chascomús está, al igual que el año pasado, con estrictas restricciones de circulación que afectan al sector turístico. Antes de estas nuevas disposiciones la ciudad disfrutó de un veranito en materia climática y sanitaria que permitió recibir turistas, ofrecer las clásicas bondades del paisaje y convertirse otra vez, por unos meses, en la capital del miniturismo. Omar campana, Leonardo Fumarola y Rubén Bernasconi Expósito, amigos hace décadas, siempre acostumbrados a recorrer localidades de la provincia, aprovecharon aquellas últimas aperturas y disfrutaron de la célebre vuelta del perro a orillas de la laguna. Entre mate y recorrida describieron sus actividades en la zona del AMBA –particularmente intensa en tiempos de pandemia y que los obliga a estos descansos– y alabaron las características del pueblo, buen augurio de cara al final de la pandemia.

“Es un oasis” dijo Omar Campana respecto de Chascomús en un momento de la charla. Antes había contado que era Licenciado en Trabajo Social, especializado en gerontología y empleado del Hospital Italiano de Buenos Aires hace 34 años: “tengo a cargo el área de servicio social y hago docencia en gerontología en distintas instituciones. No hubo proceso de adaptación, la pandemia nos sacudió y del trabajo cara a cara pasamos a la virtualidad. Es complicado, los adultos mayores son los más afectados”.

“Viven en un paraíso” coincidió Leonardo Fumarola, porteño, ingeniero en sistemas y especialista en educación a distancia. “Este tema fue un boom, en el Garraham, que es uno de mis trabajos, se capacitó a los médicos para que puedan entender la forma de comunicarse y mandar la información virtualmente; además tuve un grupo de gente adulta, entre 60 y 80 años, a los cuales acompañé en esta nueva forma remota de hacer las cosas. Traté de ayudar y ponerme al servicio del otro”, explicó.

“La sensación de libertad, el verde, la laguna al alcance de la mano…” enumeró Rubén Bernasconi Expósito, también encandilado con Chascomús. Psiquiatra, psicoterapeuta, responsable junto a una colega del espacio “Crecer y ser”, en el que trabajan toda la parte emocional, temática particularmente atravesada por la pandemia, “nuestro trabajo se vio cortado, son talleres presenciales, no existe la distancia. Intentamos virtualmente pero es difícil analizar angustias, ataques de pánico, trastornos de ansiedad, miedos, muchos de ellos generados por la propia pandemia”, narró.

Salir de la rutina

“Cuando uno pasó la mitad de la vida un año de encierro es un año menos de vida. Está la fantasía constante de poder viajar, conocer lugares, pero no hay otra alternativa más que cuidarse” retomó Omar Campana para explicar la importancia de este viaje.

De nuevo en los vaivenes de su profesión contó que “los viejos lo vivieron con mucho miedo. Conozco varios que se encerraron y estuvieron un año sin pisar la calle. Tengo una vecina que no sale desde marzo del año pasado, nos comunicamos por la ventana, era la única persona con la que hablaba, la vi deteriorarse físicamente, entonces en enero la convencí que empezara a dar vueltas de manzana”.

Otro aspecto “desgastante” que comentó fue el de acompañar a los familiares de los fallecidos, “cuando la gente se muere lo normal es el velatorio, la despedida. Desde que empezó la pandemia no hubo forma, había que asistirlos de manera virtual. Un día llama una chica y dice que está falleciendo su papá, la escuché, le expliqué los trámites que tenía que hacer y que no se iba a poder despedir. Dos días después se comunica y comenta que también estaba muriendo su mamá. No tenía respuestas, solo podía escucharla”.

El trío solía compartir excursiones por las rutas bonaerenses, pero desde marzo 2020 tuvieron contacto cero y mantuvieron las distancias. En enero de este año se reencontraron y planearon la visita a Chascomús. Recorrieron el museo, la laguna, el cementerio inglés, entre otros lugares, “sirvió para recargar energías”, coincidieron.

“En Buenos Aires la gente vive en su mayoría en departamentos de un ambiente o dos, es como estar en una cárcel. Mucho miedo, nietos dejando comida a sus abuelos en las puertas, increíbles imágenes deja esta pandemia”, opinó Leonardo Fumarola para reiniciar la conversación sobre las dificultades que provocó el covid.

Bernasconi Expósito, desde su rol de especialista en salud mental, contrapuso que “miedo no, porque paraliza, pero sí respeto, vi muchos pacientes contagiados que la pasaron muy mal e incluso murieron, pero hay que seguir trabajando”.

Por otro lado, se refirió y criticó los cambios en la propia práctica psicoanalítica que determinó el coronavirus: “al no ir al consultorio el paciente se mueve de otra manera, antes había un respeto por los horarios, ahora cancelan en cualquier momento, cambió el encuadre. Incluso estaba el espacio para recetar, pero como las farmacias en la actualidad aceptan la foto de whatsapp el paciente se comunica por esa vía el sábado a la noche y manifiesta que se le terminó la medicación”.

“Nadie estaba preparado para esto, nunca lo vivimos, más que en algún libro de historia. Se hace día a día, adaptándonos, tratando de que sea lo mejor posible, a veces sale bien y otras mal”, finalizó el psicoanalista. “Estamos agotados, por eso si tenemos un fin de semana libre nos vamos de Buenos Aires, necesitamos ver otro paisaje”, reflexionó Omar, pero asintieron los tres al unísono. En ese contexto, después de un  excepcional año, Chascomús los cobijó y volvió a ser el paraíso cercano de siempre.