Había una vez un empresario salteño instalado en Chascomús que en 1977 tuvo un par de ideas interesantes, una concretada, que recién hoy, 43 años después, se conoció, y otra, una misión imposible que ni en películas pudo realizarse.

Se trata de César Cao Saravia, dueño entonces de EMEPA, que en aquel año, justo cuando Guillermo Vilas se consagró como el mejor tenista de la temporada, aunque sin poder reflejarlo con el 1 en el ranking, hizo su intento de pasar la historia queriendo comprar las Malvinas, mientras que además tuvo un gran gesto desconocido hasta ahora.

Por lo pronto, hoy en Infobae, el periodista Julio Lagos recordó en nota titulada “Una maestra rural, un cheque millonario y el empresario anónimo que lo envió: un secreto que tardó 43 años en develarse”, justamente contando por primera vez que el protagonista de la donación había sido el propietario de Establecimientos Metalúrgicos Patricia Argentina (EMEPA), nombre que le puso en honor a su única hija.

“En 1977, el autor de esta nota recibió un cheque por diez millones de pesos (una fortuna entonces) para entregárselo a una docente de un paraje remoto en Tucumán. ¿La condición? Que no revelara la identidad del benefactor. El hombre, otrora poderoso, murió en 1988. Tiempo suficiente para contar quien tuvo aquel gesto generoso, y qué vio en esa maestra que lo conmovió”, adelantó Infobae en la previa de la nota de Lagos que se puede apreciar al detalle en el siguiente link: https://www.infobae.com/sociedad/2020/05/23/una-maestra-rural-un-cheque-millonario-y-el-empresario-anonimo-que-lo-envio-un-secreto-que-tardo-43-anos-en-develarse/

Ante esta publicación, que refleja una historia que arranca y termina en la Escuelita del Paraje Mala Mala en Tucumán, a la cual tardaba casi diez horas en llegar la maestra Aída Miriam Gómez, que un día, montada en un burro, se desbarrancó y quedó moribunda, la búsqueda de información en los canales habituales, Google, llevó a ANTI al portal Escritura Crónica, donde la cronista, feminista y docente universitaria Agustina Grasso se hace eco del “Hombre que quiso comprar las Malvinas”, en referencia a Cao Saravia.

“Dicen que hay cosas que el dinero no puede comprar. Pero a César Cao Saravia no le importó esa regla: en marzo de 1977, decidió comprar las Islas Malvinas. Para ese entonces ya eran patrimonio inglés y desde mucho antes también: el conflicto entre el Reino Unido y la República Argentina viene desde 1833”, comenzó la periodista.

“Un reconocido empresario metalúrgico de la época del presidente Juan Domingo Perón decidió arreglar todo con dinero. Su idea era adquirir el paquete accionario de la Falkland Islands Company, la sociedad anónima que virtualmente monopolizaba la producción económica del archipiélago de las Malvinas, con money”, siguió Grasso.

“La lamparita se le prendió en marzo del 77, cuando él tenía 59 años. Se comunicó, mediante telégrafo, con la casa matriz de la empresa, con sede en Londres, y les informó a sus responsables que quería iniciar las discusiones de la transacción a través del Banque Occidentale”, antes de pasar a una  entrevista periodística de la revista argentina Somos de ese mismo año, la cual se puede apreciar, como la nota completa, en este link: https://escrituracronica.com/el-hombre-que-quiso-comprar-las-malvinas/

SU CAPITAL
Ahora, al momento de referirse a “Su capital”, siempre en referencia a Cao Saravia, la comunicadora dejó información que solo vale la pena transcribir, por el valor propio y la singularidad del empresario en cuestión:

“Su empresa se dedicaba a construcciones de gran porte, como las tribunas del estadio San Martín de Mar del Plata, los puentes peatonales para la ciudad deportiva de Boca Juniors, la instalación de la base Sobral en la Antártica,  hangares, galpones y vagones de tren. Fue también proveedor de obras públicas de diversos gobiernos, desde el de Arturo Frondizi, Artuto Illia y Juan Domingo Perón, hasta Leopoldo Galtieri y Rául Alfonsín. Una fuente muy cercana a su familia confiesa que “más de once presidentes pasaron por su casa”. También fue amigo íntimo del suboficial de la Armada Argentina y dirigente sindical metalúrgico Augusto Timoteo Vandor.

—Nunca tuve la foto de ningún presidente en mi despacho –se jactaba Saravia. También destacaba el hecho de no trabajar para empresas extranjeras, ni depositar dinero en otros países. Los  empleados de EMEPA llegaron a nombrarlo delegado sindical de su propia compañía. El mismo los incentivaba para ir a las movilizaciones y “el único paro general que se dio en la empresa fue para que dejara de fumar”.

Nació en la provincia de Salta y dice “haber salido de la miseria”. Por eso, él remarcaba que “todos aquellos que tienen grandes responsabilidades y una infancia difícil, deben darle una mano a los de abajo”.

Sus familiares y amigos resaltan su costado solidario. Entre sus colaboraciones más importantes, se encuentra la que dio a la expedición al Polo Sur encabezada por el Gral. Jorge Leal, quien en gratitud denominó Saravia a un paso muy difícil en el Continente Blanco.

—Nosotros tuvimos una gran amistad, él nos donó una casa nueva que soportara las condiciones climáticas en la base más austral del mundo –cuenta el Gral. Jorge Leal, en el comedor de su casa con 92 años.

El empresario metalúrgico también donó dinero para el Operativo Cóndor Malvinas, que consistió en un secuestro en 1962 de un avión de Aerolíneas Argentinas por parte de jóvenes militantes peronistas, quienes durante 36 horas hicieron flamear una bandera argentina en las islas.

En su momento, el reconocido dirigente y militante metalúrgico, asesinado durante la dictadura militar, Dardo Cabo, le obsequió a Saravia, en prueba de su agradecimiento, la única bandera que flameó durante 36 horas en el archipiélago austral. Actualmente, se encuentra en un museo de la ciudad del sur de Buenos Aires, Lezama. César además llegó a formar parte del directorio de Hoy S.A., la empresa que se constituyó para editar el diario Noticias de la agrupación de izquierda, Montoneros”.