La pandemia del COVID-19 puso en el ojo de la tormenta a las cárceles bonaerenses. Las órdenes de prisiones domiciliarias debido a riesgos de contagio generó debate en medios de comunicación y espacio público. Para entender la realidad de los complejos penales, Nancy Caballero, Jefa de Asistencia Social de la Unidad Penitenciaria Nº 15, de Batán, Mar del Plata, realizó, a pedido de ANTI, un análisis del trabajo en contexto de encierro; además, aportó el testimonio de uno de los internos.
Actualmente nos encontramos en un momento de transición, representado por un lado, por la instancia de una perspectiva ideológica de brindar a la persona privada de libertad, herramientas para disminuir su reincidencia y por otro, introducir en la institución, una visión humanista de la puesta en práctica del articulado de la ley Nº 24660, de Ejecución de la Pena Privativa de la Libertad. Para tales fines, se hizo necesario estudiar nuevas formas de abordar la problemática de la persona privada de libertad. Es decir, estudiar e implementar estrategias que le dan trascendencia al tratamiento; ampliando el compromiso, integrando disciplinas y a otras instituciones.
Desde lo estrictamente técnico, se plantea la necesidad de un abordaje acorde a la realidad de nuestra población. Consideramos que privar de libertad a una persona tiene que ver con un impacto psicosocial que se refleja en dos aspectos: la persona misma y su familia o entorno, con las consecuencias y modificaciones en la dinámica propiamente dicha, tanto material como de interrelaciones de sus integrantes, en el entramado social que se resignifica, en su presencia frente a este escenario dado.
Esto quiere decir, que intentamos elaborar un diagnóstico social que nos permita construir una propuesta de tratamiento no solo de tipo personalizado, sino también grupal e interdisciplinario, que involucran directamente a la persona privada de libertad y a su familia, evaluando como prioritario, trabajar sobre la recuperación de la libertad y una reinserción social favorable.
En lo específico y en cada grupo que coordinamos junto a la Psicóloga Social, Guadalupe Belén Arbiz, como integrantes del Comité para la Prevención y Solución de Conflictos y Fomento de la Mediación, trabajamos con el emergente del momento y así poder encontrar una solución en conjunto, en la cual compartimos una mesa de diálogo donde se es dejada de lado la subjetividad de cada uno y se comienza a trabajar en post de futuras respuestas.
Este comité tiene como fin la pacificación en contexto de encierro, como filosofía de vida, para que dentro de la institución (entiéndase población carcelaria y empleados), se pueda llevar adelante un diálogo y que no quede en una utopía o que genere diferentes situaciones conflictivas. El diálogo es fundamental, es la forma de ir construyendo cimientos entre todos los que formamos parte.
Desde el lugar que ocupamos lo que hacemos es un llamado a la reflexión, en cuanto a las situaciones que surgen a diario y que necesitan una solución a corto, mediano y largo plazo, intentando redescubrir valores humanos y potencialidades dormidas, que consideramos habrían sido superadas por el llamado “personaje” que provocara distintas conductas personales y sociales cuyo desenlace fuera la pérdida de su libertad ambulante. Desde nuestro lugar, como coordinadoras de los grupos de reflexión, actuamos como nexo entre los internos y la institución a la cual pertenecemos, canalizando y evacuando ciertas demandas. Ellos son los propios protagonistas y es para destacar la predisposición que tienen para dialogar, esto hace que las cosas sean más fructíferas al momento de gestionar.
Las necesidades son muchas, es un trabajo arduo el que se lleva adelante e intentamos que el mismo sea en conjunto, estableciendo una red de trabajo con las diferentes áreas de la institución.
Nuestras intervenciones en cada encuentro son pertinentes respecto de diferentes temas a tratar, generalmente las inquietudes surgen de una demanda espontánea y de la observación profesional sobre las conductas adoptadas por los actores a lo largo de la semana, siempre buscando un acuerdo mutuo, basándonos en el respeto. Utilizamos técnicas como circulación de la palabra, lluvia de ideas, interpretación, etcétera. A partir de la situación excepcional que se vive hoy en día por el COVID-19 se ha logrado continuar el trabajo a través de video conferencias.
Uno de los mayores logros de los últimos tiempos ha sido la inminente autorización de los medios de telecomunicaciones, equipos celulares, con lo cual es posible continuar el contacto con la familia, ya que entendemos que el vínculo social y familiar es lo más importante para que un ser humano logre resocializarse, y también, desde nuestro trabajo en las las cárceles, creemos que es el momento.
LA PALABRA DE LOS INTERNOS
La Unidad Penitenciaria Nº 15, inaugurada el 29 de noviembre de 1980, es un complejo penitenciario que aloja una población aproximada de 1270 internos varones condenados y procesados, mayores de 21 años. Su procedencia es de la zona, de otras provincias del país y extranjeros. Uno de los reclusos, del cual se preserva el nombre, realizó su diagnóstico de la participación en el Comité:
«La gestión de conflictos a través del protocolo del Comité constituye un antes y después en el uso del castigo como acción controladora para los presos rebeldes, entiéndase rebelde a aquellos presos que no acatan la orden indiscriminada del guardia de turno. En Batán ya no se puede utilizar el sistema de aislamiento como medida disciplinaria, ahora se apuesta a la paz, el plan de resolución y prevención de conflictos plantea un nuevo paradigma», comenzó narrando el interno.
«Desde hace décadas prevaleció el castigo, el doblegamiento y el disciplinamiento para intentar corregir faltas a las reglas. Ejemplo: falta de respeto a la investidura de un servidor público, o mejor dicho, decirle malas palabras. No sirvió de nada esa forma, solo para agravar la condición de detención, fomentar la venganza, el rencor y crear nuevos monstruos», agregó, a la vez que dio su opinión respecto del actual sistema de reclusión: «La cárcel, desde mi punto de vista, no sirve para nada. Ya que va a existir que permita que el delincuente entre y salga, por lo menos, menos reo. Lo que quiero decir es que si a la persona le quitas sistemáticamente sus derechos humanos, le enseñas que esos derechos no existen, ¿Cómo pretenden que al alcanzar la libertad se los respete a los demás? En su cabeza no es posible».
Por último, uno de los destinatarios del trabajo interdisciplinario del Comité concluyó que «el protocolo apunta a la paz social, cada uno en su lugar, formando una comunidad, fea y horrenda, pero que al menos sea capaz de valorar derechos, en donde solo se restrinja la libertad ambulatoria. Respetamos las reglas de la institución, quieras o no, es un organismo y hay que darle entidad, pero algunas de sus medidas son obsoletas y tienen que ser arraigadas».