Ante la falta de lluvias en la provincia de Formosa y las dificultades que esta condición natural genera en la actividad agropecuaria, el veterinario chascomunense Juan de Hagen, radicado en el norte del país hace más de una década, pensó una innovadora obra que permite “cosechar” el agua de las precipitaciones estivales para ser utilizadas durante todo el año.

Cuando las precipitaciones no abundan y se concentran entre los meses de noviembre y abril, como pasa cada año en Formosa, norte del país, actividades productivas como la ganadería, entre otras, se ven directamente afectadas. Entonces urge el ingenio, la habilidad para tener templanza en la adversidad y darle un contrasentido al refrán popular que dice “al mal tiempo buena cara”.

Con esta realidad se encontró Juan de Hagen, oriundo de Chascomús, veterinario graduado en Tandil, cuando en 2010 eligió como lugar de residencia Las Lomitas, pequeño poblado de 20.000 habitantes en el centro de la provincia, “cabecera del departamento de Patiño, con mucho movimiento social y comercial”. De a poco, junto con él, se fueron instalando otros productores agropecuarios del resto del país generando crecimiento en la zona, pero siempre lidiando con el déficit natural de la falta de lluvias. Entonces de Hagen, casado con Vanesa y padre de Tiago (11), Juan Cruz (5) y Pedro (3), ideó la posibilidad de “cosechar” agua.

“Significa recolectar agua en el periodo de lluvia y guardarla para el consumo de los animales durante todo el año. Al estar en una zona donde no hay agua en el subsuelo, no se puede hacer una perforación o instalar un molino como se hace en la mayoría del país”, cuenta el veterinario en diálogo con ANTI y agrega que “la situación era complicada, los productores locales tenían la hacienda en los campos de altura durante las lluvias y después debían irse a zonas más bajas para pasar la sequía del invierno”.

La solución provino del uso de represas o tajamares, históricamente habituales en distintas comunidades, que consisten en realizar atajaderos en las zonas bajas, donde el terreno tiene buena pendiente, para que el agua se acumule en grandes pozos y así reservarla. La novedad de este sistema es que se fabrican pendientes para aumentar la superficie de colecta de agua de lluvia, “este método lo desarrollaron las colonias menonitas instaladas en el Chaco Paraguayo, que parten de la premisa de que un milímetro de lluvia equivale a 10.000 litros de agua por hectárea”.

El financiamiento necesario para la obra fue de 4.000 dólares por cada hectárea de superficie de cosecha y de 115.000 dólares para la construcción de la represa, entre gastos de movimiento de suelo e impermeabilizado, “inversión ciento por ciento privada que generó unos 30 puestos de trabajo”, destaca Juan.

“El proceso de recolección de agua es por la pendiente, con el armado de los camellones, el agua va cayendo sobre estos caminos hacia las cunetas y desde ahí a canales de mayor porte, para finalizar en la represa. En el país solo hay alguna experiencia similar en Santiago del Estero” afirma el egresado de la UNICEN de Tandil. A la vez, detalla “nos llevó unos dos años de prueba y error hasta que fuimos mejorando el sistema, después tuvimos que impermeabilizar la represa porque el agua se nos filtraba rápidamente”.

En la zona del proyecto el promedio de lluvias anuales oscila entre los 600 y 650 milímetros, por lo cual “hemos realizado dos represas de 30 millones de litros, suficientes para abastecer de agua a unas 1200 cabezas de ganado durante un año. Las pasturas que se utilizan son de origen africano, gramíneas de gran producción que están adaptadas a este tipo de clima, por lo cual la limitación para la producción ganadera no es la comida, sino el agua, por eso es clave la implementación de estos sistemas de colecta para que los proyectos productivos sean viables”, afirma.

De Hagen conoció el norte de Argentina en la etapa de estudiante y siempre valoró “su potencial productivo y el posible desarrollo personal”, dada la escasez de profesionales instalados. Primero estuvo un año en Santiago del Estero y después su empresa compró campo en Las Lomitas y allí se fue: “el gran desafío fue poner en marcha productiva una zona que estaba muy relegada en el tiempo, pero con enorme potencial”.

Para terminar narra, con cierto malestar, que a Chascomús solía ir 4 o 5 veces al año, antes de la pandemia, “hasta que las trabas por el cierre total de la provincia impidió el viaje durante un largo año y medio”. Y cierra: “siempre me gusta volver, sobre todo para visitar a la familia y disfrutar de la ciudad y su clima, que se extrañan bastante. Y por supuesto la laguna, hermosa”. Agua, cómo te deseo, tanto que en Formosa, un chascomunense emprendedor aprendió a cosecharla.