José Eduardo Bonavita, en su Diario de Cuarentena, se hizo eco de hecho delictivo sucedido casi 90 años atrás en Chascomús, con detallada crónica del diario El Cronista.

El viernes 7 de agosto de 1931 sería un día muy particular para quienes habían concretado la fusión que diera origen a Alumni el martes 4, aunque también habría de serlo y por otras razones para los chascomunenses todos. Es que esa noche, en un local de Buenos Aires casi Arenales, los designados en la asamblea  fundacional habrían de distribuirse los cargos de la primera comisión directiva de la nueva entidad. Fue por ello que una vez apelamos a la colección de El Cronista para saber de la difusión tenida por aquel acontecimiento. Y al hacerlo, tropezamos con la nota del día que nos llevó a imaginar que antes de repartir los cargos, los fundadores se habrán entretenido en conversaciones a propósito de un acontecimiento que había ocurrido a la madrugada y que ganaría el espacio de los diarios en la edición del día siguiente.

La crónica del 8 de agosto
En la Casa Boo fue cometido un importante robo ayer de madrugada decía el título de El Cronista. La crónica es rica por cierto y caemos en la tentación de leerla adentrándonos, de paso, entonces, en los días de hace ahora casi noventa años en nuestra ciudad. Decía la nota que los delincuentes, perseguidos sin tregua en la Capital Federal y adyacencias, han extendido su campo de acción a la Provincia, donde dada la escasa proporción en que se cometen esta clase de delitos, encuentran campo propicio para el desarrollo de sus actividades, favorecidos de paso por las pocas recaudaciones que observan los propietarios, ya sean comerciantes o particulares. Por fortuna a Chascomús no le tocaban desde hace muchos años estos huéspedes indeseables, pues no se recuerda de varios lustros atrás la comisión de un robo de las magnitudes del perpetrado ayer de madrugada. La Casa Bóo, que la firma Bóo, Equinoiz y Compañía tiene establecida en esta ciudad en la calle Buenos Aires esquina Soler, fue la elegida por él o los delincuentes para llevar a cabo el robo en el que se ha podido comprobar la existencia de delincuentes avezados en el delito, dado la forma en que han maniobrado.

Un boquete en el techo
Los delincuentes –hay que suponer que fue más de uno- para llevar a cabo su hazaña, hicieron un boquete en el techo del edificio por el que cómodamente descendieron al altillo para maniobrar. La forma cuidadosa en que se ha realizado la abertura, hace suponer que esa no ha sido obra del momento, sino que ha venido haciéndose con detenimiento y que el comienzo de los trabajos data de dos o tres días. Para ello, uno de los delincuentes se venía hospedando en el Hotel Colón y desde allí se ha ido pasando por sobre los techos para iniciar los preparativos de su obra. Y no puede haber ocurrido de otra manera, toda vez que en la esquina de las calles antes citadas, había a la hora en que seguramente se cometió el robo, un agente de Policía.

La primera sorpresa
Por cierto que la sorpresa de los empleados de la Casa Bóo fue grande ayer por la mañana cuando al abrir desde afuera el local, se encontraron con la “novedad” que les habían dejado él o los ladrones. De inmediato dieron cuenta del hecho a la comisaría local, concurriendo a los pocos momentos el comisario señor Etcheverry, el oficial Mendizábal y otros empleados. Como se sospechara de un sujeto que por espacio de dos o tres días se venía hospedando en el Hotel Colón, por ese lado se iniciaron las investigaciones.

El huésped del Colón
Allí pudo constatarse que un huésped que ocupaba una de las habitaciones se había embarcado en el tren que pasa por ésta a las cuatro de la mañana y que al salir del Hotel llevaba sendas valijas, donde sin duda iba el producto de su laborioso y paciente “trabajo”.
Hay quienes aseguran que, como por arte de encantamiento, el número de valijas había aumentado pues de dos con que entró al Hotel, el número había crecido a cuatro, lo que quiere decir que el ladrón se proveyó de dos de ellas en la misma Casa Bóo y cómodamente introdujo las telas de más valor que allí encontró.

Sabía lo que robaba
Que el delincuente tiene que ser un profesional avezado en el delito, lo dice el hecho que ha sabido elegir la mercadería y que ha dispuesto de tiempo. En efecto, el robo consiste en las sedas de mayor calidad y precio y en otras telas también de valor. Hecha la selección, el ladrón fue pasando las valijas al techo y pasando por sobre los otros se dirigió a la habitación que ocupaba en el Hotel, desde donde a la hora conveniente, se dirigió con toda tranquilidad a la Estación local sin despertar la más leve sospecha. Es tan común que a la hora de los trenes salga algún pasajero de los hoteles, que si el agente de policía se hallaba en las inmediaciones, habrá visto pasar con sentimiento a ese pobre señor al que sus obligaciones le han hecho abandonar el lecho a hora tan impropia, sobre toda en estas crudas noches de invierno. Y mientras tanto, el “pobre señor” sólo anhelaría el minuto en que arrancara el convoy en que poco a poco se iría alejando de la zona de peligro.

Fue el tema del dia
Como es de imaginarse, el robo a la Casa Bóo fue el tema del día en la ciudad, bordándose tantos y tan diversos comentarios que, de llevar la hilación de ellos, habría que llenar varias páginas. Cada uno aumentaba o disminuía la importancia del robo que desde diez mil pesos la hacían ascender a veintiocho mil. El Gerente de la Casa Bóo, señor Bautista Errecart, formuló la denuncia en la comisaría local, calculando el monto de lo robado en cuatro mil pesos moneda nacional. (Para tomar como referencia, tres días antes salió a la cabeza en la Lotería de la Provincia el 7978, con veinticinco mil pesos)… El ladrón, no ha querido originar gastos a los damnificados y por eso dejó sobre los techos las herramientas utilizadas en su trabajo, todas ellas flamantes, sin duda con el ánimo que las volvieran a utilizar para cerrar el boquete que el abriera con musulmana paciencia o tal vez con  todo apremio.

El caballero audaz
Extraoficialmente sabemos que el oficial señor Mendizábal ha encontrado el hilo de la pesquisa y la comprobación de que el autor del robo ha sido el huésped del Colón. En efecto, en la pieza ocupada por el sujeto y debajo de una cama, el oficial Mendizábal encontró una etiqueta de marca con el nombre de la casa damnificada. No hay duda que el hallazgo pudo ser de resultados eficaces… si el ladrón hubiera estado en la pieza”. (Curiosamente, el Teatro Chascomús anunciaba en su sala para exhibir ese día El Caballero Audaz, un policial en siete actos, por Ronald Colman). La nota fue publicada en El Cronista, el 8 de agosto de 1931, y la trascendencia del suceso policial  que diera motivo a tan pormenorizado relato, seguramente conspiró para que tuviera una mayor difusión la formación de la comisión directiva de Alumni.