Juan Manuel Ballestero, navegante marplatense, partió el 24 de marzo desde Porto Santo, una de las islas más grandes del archipiélago portugués de Madeira, con el objetivo de reunirse en Argentina con sus padres Carlos (90 años) y Nilda (82 años), tras el cierre de las fronteras por la pandemia del COVID-19. Después de 85 días de travesía y de dar negativo el test que detecta la enfermedad pudo encontrarse y celebrar el día del padre en familia.
En declaraciones a Radio Metro, Ballestero narró su odisea de casi tres meses en el velero denominado “Skua”, con el que amarró en el Club Náutico Mar del Plata el miércoles de la semana pasada, “era quedarme tranquilo en la isla o venir a ver y pasar la plandemia con mis viejos”, comenzó.
En tanto, “la gente me pregunta por el temor a los tiburones, las ballenas y otras especies del mar, les digo que el miedo lo elige uno. Si estás en el océano con miedo te volvés loco, así que hay que enfrentarlo. Cuando partí el nudo en la garganta era importante, pero una vez que desapareció la isla te sentís tranquilo. Desaparecen las características de la tierra, su burocracia y aparecen otras conexiones. Es el barco y uno, por supuesto que en un estado de alarma constante” expresó el marplatense de 47 años.
La alimentación del navegante consistió en comida enlatada y el producto de la pesca, “es como un astronauta, tenés eso, no hay opción” dijo, a la vez que explicó de qué manera descansaba: “el barco navega, no para, conserva el curso y te permite dormir. Solo se bajan las velas durante la tormenta, es un barco construido para enfrentar las inclemencias del clima. Es un viaje de conocimiento de uno mismo”.
Además, contó las sensaciones que proyectaba en sus padres, “si bien aceptamos el tema de la zarpada el que queda en tierra está inquieto, una persona querida cruza el océano navegando, tensión debe haber tenido”. La condición de ex capitán de pesca y el medio siglo de experiencia náutica, que incluyó navegar en un barco espía durante la Guerra de Malvinas, atemperaron las ansiedades del padre.
Por otro lado, Ballestero contó anécdotas de película: “de piratas, pero no como Jack Sparrow, los que me encontré vienen con metralleta. Los pescadores están pasando momentos difíciles, en el medio de la mar y te intersectan para robarte todo. En Cabo Verde avisé que estaba solo y apareció un barco pesquero, salí navegando a toda vela y logré escapar. No llevás demasiado, pero hacerse del radar ya les interesa. Me alejé con una doble sensación, alegría por la huida e incertidumbre por no poder recargar provisiones”, contó.
En Mar del Plata los planes del protagonista son menos ambiciosos, “hacer los mandados de los viejos, cortar el pasto y ponerle el pecho, porque la cuarentena, como supuse, va a ser largo” dijo. Además, explicó cómo se ponía al tanto del avance de la pandemia: “tenía una radio de banda lateral única, enganché frecuencias de radios francesas, inglesas, afganas, que no entendí nada, pero de Argentina era difícil. Atlántica y Mitre pude sintonizarlas al final del recorrido”.
Hace unas semanas ANTI recordó la Expedición Atlantis, en la que Alfredo Barragán, junto con cuatro amigos, cruzaron el Océano Atlántico en una balsa de troncos (sin timón) armada por ellos. La historia de Juan Ballestero, el marplatense que navegó meses para reencontrarse con sus padres en tiempos de pandemia, reedita en parte la trascendente travesía de hace 36 años y demuestra la vigencia, una vez más, de la célebre frase “Que el hombre sepa que el hombre puede”.