Poco más de cien años después que Serafín, español recién venido, fundara un Almacén de Ramos Generales. Su nieto habría de ser “el hombre que hacía falta”.
…Siempre recuerdo una postal de mayo del 2004, a la vuelta del tiempo, guareciendo con un poncho su espalda, de cara al sol, de cara a la Plaza, bajó del palco preparado para el aniversario ciudadano, al que había subido acompañado por el aplauso de la gente. Se acomodó el poncho y pasó por detrás del estrado, delante de las ventanas de la Intendencia. Cruzó la calle, llegaba a su casa cuando una señora lo detuvo y lo abrazó. ¿Cómo andás Raulito?… Y ahí andaba…. Seguramente pensando en lo que habría de venir…
Decíamos de nuestros días en los ´70… Hasta que llegó el final de la “revolución argentina”. El breve interregno democrático entre golpe y golpe, encontró a Raúl Alfonsín, aquel nieto de inmigrantes, aquel hijo de don Raúl y doña Ana María, sin afrontar funciones públicas. Había sido precandidato presidencial por el movimiento de Renovación y Cambio y resultó vencido por don Ricardo Balbín pero, al mismo tiempo, había surgido a la consideración nacional… Ya no sería el joven abogado promisorio que trajinara las calles de su pueblo. Ya no el Presidente del Comité de Provincia con mandato prorrogado que llegaría a cada rincón bonaerense manteniendo viva la llama para que no pudiera con ella ninguna veda impuesta…
El país todo era ahora el escenario. Y pasarían Cámpora, y Lastiri, y Perón – Perón. La muerte de Perón. Isabel. El golpe. El Proceso. Videla, Viola. La muerte de Balbín. Galtieri. La guerra…. Pasó la guerra y agonizaba el “proceso”… Tiempos, días, pesares y desventuras de los que nos hemos ocupado, por cierto que a veces de soslayo pero a menudo, en nuestro peregrinaje por el tiempo en el que se suceden el ir y el volver… Seguía firme Raúl en su cotidiano ejercicio de la militancia. Ya vivía en una de las casas “gemelas” sobre la Avenida Lastra. Aquí. Porque éste sería igual, siempre, su puerto. Tal como en los inicios. Inicios aquellos que no habría de olvidar…
………
… Habíase desarrollado un Plenario radical en julio de 1982 y en su transcurso se produjo un incidente verbal entre Carlos Contín, ratificado entonces como presidente del Comité Nacional con treinta y siete votos a favor, veintitrés en contra y nueve abstenciones, y Raúl Alfonsín…
– Contín: “Alfonsín es el eterno perdedor del Radicalismo”…
– Alfonsín: “Se ha dicho que soy el eterno perdedor y es cierto. No gané aún una elección interna en el orden nacional. Pero debo decir que no es ni el triunfo ni la derrota el objetivo de mi actividad política. Lo es, si, mantener una línea de conducta que significa no claudicar, no arriar ninguna bandera, y por el contrario, sellar la actividad con una sólida coraza moral”…
(A espaldas de la mesa directiva se hallaba una bandera argentina, y en su centro una foto con la imagen de Ricardo Balbín que quedaba exactamente sobre la cabeza del Dr. Contín…)
… “Mire hacia atrás, señor Presidente –siguió Raúl– y verá que lo está vigilando el eterno perdedor de la política argentina. El hombre que con sus derrotas iluminó la escena de la Democracia argentina y fue prenda de unidad nacional”… “Cabe también decir que durante diez años luchamos en mi pueblo, Chascomús, para acceder al control del Comité de Distrito. Y después de diez años tuve el honor de ser presidente del Comité de Chascomús de la Unión Cívica Radical, sin necesidad de que se muriera nadie”…
…………….
Alfonsín en los ´80. Ya sus hijos tenían hijos. Su creciente importancia en la política nacional era cada día más alimento para el orgullo lugareño. Esta seguía siendo su casa, y aunque lo suyo era ya La Cuestión Argentina, seguía siendo Raúl, Raulito…
………..
A propósito, creo oportuno recordar que si “hay dos clases de tontos” soy de aquella que encierra a quienes prestan libros. Alguna vez sin que el destinatario perteneciera a la otra clase, aquellos que los devuelven. Así fue otra vez hace unos años, cuando visitado por un señor González –cuya tarjeta he perdido y con ello la posibilidad de intentar la recuperación– que junto a otro periodista como él pero de quien no recuerdo nombre ni apellido, estaban abocados a una biografía de Raúl Alfonsín, recorrieron aquí lugares que Raúl hubiera recorrido y entrevistaron personas que fueran de su trato cercano, tal el caso de Adelita Mendiburu, que es la visita que recuerdo por cuánto los acompañé entonces hasta su casa. Resulta que tengo –tenía en realidad hasta ese día– un ejemplar de La Cuestión Argentina que sumaba en casa a los valores propios de aquel programa expuesto en forma coloquial por quien más adelante sería Presidente de la Nación, el valor agregado de una dedicatoria. Dedicatoria aquella que sería para nosotros grata, habiendo estampado Raúl, incluso, un cálido recuerdo para el papá de Teresita. No he perdido la esperanza de recuperarlo, pero recordaré de cualquier modo aquella mesa tendida en el Martín Fierro, luego del acto en que fuera presentado el libro. También del contenido de La Cuestión Argentina, que bien harían en releer quienes suponen que Raúl Alfonsín no dedicó todos sus esfuerzos, más allá de la suerte dispar en cuánto a los resultados, a concretar aquello que había propuesto.
………….
Habían pasado más de cien años, desde que aquel Serafín Alfonsín, 21 entonces, español recién venido, fundara un Almacén de Ramos Generales. Raúl, su nieto, era “una esperanza en marcha”, “el hombre que hace falta”, el andariego incansable de cuánto camino llevara a cada rincón argentino. El 30 de octubre del 83 se convertiría en el primero que vence electoralmente al peronismo. El 10 de diciembre asume como Presidente de la Nación. Determina que no será el Excelentísimo Señor Presidente. Sin que hiciera falta decreto, aquí sería Raúl para unos. Para otros, todavía, Raulito. Seguirían luego años que dejamos a los historiadores y a los analistas. Sus hijos le dieron una legión de nietos. Llegaron los bisnietos. Debo si decir que pasó el tiempo. La vida me deparó la oportunidad de compartir momentos con Raúl en la Casa de Gobierno, en la Quinta de Olivos, en Santa Fe cuando la Convención, en sus casas de Chascomús, en la Municipalidad, en la Casa Radical, incluyendo varias jornadas de elecciones cuando invariablemente tras votar, hacía en el Comité una escala, en casas de amigos, en el café, en la calle. Antes y después de la presidencia, recuerdo especialmente dos encuentros: uno en su casa de la avenida Lastra cuando Malvinas, otro por la noche en un banco de plaza frente a la Plaza Independencia, cuando aguardaba que lo pasaran a buscar, en las tensas horas que siguieron a la renuncia de De la Rúa.
…Si debiera definirlo desde mis vivencias, creo que diría que siempre fue el mismo. Esa autenticidad, la fortaleza de sus convicciones, la calidez de su trato, definen al hombre por encima de los aciertos y errores que puedan surgir de la observación del analista y el repaso del investigador, aunque creo, ni ellos deberían prescindir de aquello…
Porque como dijera Raúl «… si alguien distraído al costado del camino cuando nos ve marchar nos pregunta ‘¿todos juntos hacia dónde marchan? ¿Por qué luchan?’, tenemos que contestarles con las palabras del Preámbulo, que marchamos, que luchamos para constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general y asegurar los beneficios de la libertad para nosotros, para nuestra prosperidad y para todos los hombres del mundo que deseen habitar el suelo argentino»…