Mariano Mangano fue uno de los mejores presidentes de la historia del fútbol argentino, encabezando los años más fértiles a nivel deportivo e institucional de Estudiantes de La Plata, mientras que también, en su actividad privada, la construcción, dejó su huella en Chascomús, donde tuvo casa y negocios, dejando recuerdos imborrables en su hija Delia Esther y su nieta María Cecilia.
Chascomús y Estudiantes de La Plata están unidos desde hace tiempo por un constructor de descendencia italiana, que en la ciudad lagunera realizó obras que perduran en el tiempo y en el Pincha encabezó la década más gloriosa hasta inmortalizar su apellido, al punto de hoy, a casi 50 años de su fallecimiento, ser reconocido como uno de los mejores presidentes de la historia del fútbol argentino.
Se trata de Mariano Mangano, empresario platense que se hizo desde abajo, estudiando de noche, ya que de día debía trabajar con su padre albañil, y logrando a los 21 años recibirse de maestro mayor de obras, para tiempo después armar su propia empresa constructora.
Ya destacado en su actividad privada, que desarrolló desde muy joven en La Plata y posteriormente en Chascomús, la figura de Mangano cobró trascendencia nacional hacia finales de la década de 1960, cuando su emprendedora gestión al frente del León provocó un inusual crecimiento institucional y deportivo del club albirrojo.
Durante el mandato del recordado presidente, y tras la designación en 1965 de Osvaldo Zubeldía como entrenador de fútbol, Estudiantes alcanzó los éxitos deportivos más importantes de su historia, consagrándose campeón argentino, de América y del Mundo: su primer torneo oficial del profesionalismo en Primera División, el Metropolitano 1967; la Copa Intercontinental 1968; tres años consecutivos la Copa Libertadores de América, en 1968, 1969 y 1970, y la Copa Interamericana 1969.
Además, poniendo en riesgo su patrimonio, Mangano fue el impulsor de la compra y construcción del Country Club de City Bell, el predio deportivo de 75 hectáreas que el club posee en las afueras de La Plata, y de aumentar, con el lanzamiento de bonos patrimoniales, el padrón societario, que llegó a ser de 75.000 hacia el final de su presidencia (1970), el mayor de toda la historia en Estudiantes.
En Chascomús, la quinta localidad con más socios pincharratas detrás de La Plata, Berisso, Ensenada y Mar del Plata, el constructor nacido en Capital Federal y mudado a los 2 años a la capital bonaerense dejó su legado, tanto en obras como en el cariño que los suyos tomaron por la Laguna y sus atardeceres.
Otro chascomunense más
En diálogo con ANTI, Delia Esther, su hija recordó: “Papá empezó a viajar a Chascomús para hacer el cerco del Hospital. Trabajó junto a Foro Sallaberry y Cao Saravia, de EMEPA. Construyó el Barrio Mangano, frente al Club Atlético, cuando había una sola entrada al pueblo; el Cine, del cual se desprende el famoso dicho; el Sanatorio Michelini (Clínica); Fomento y Turismo; Pesca; la Sala Campomar (ex Dispensario de Vías Respiratorias, hoy Secretaría de Seguridad y Centro de Monitoreo) y el Hogar para Niñas; el edificio detrás de la Iglesia Corazón de María; el Hotel San Martín (Belgrano y Bolívar); la estación de servicios de Bonavita y Montero frente al Reloj…”.
Y continuó: “Recuerdo que papá compró casa en Chascomús en 1947, porque iba tanto que lo superaba. Nosotros encantados y mis amigas, ni te cuento. Nuestra casa estaba pegada al Hotel Riviera, que al principio no estaba. Recuerdo que volaban los panaderos para mi casa. Era de unos alemanes, se llamaba Pichigué. Fui una sonsa en no quedármela. Le tenía tanto cariño a Chascomús y la casa, que cada vez que debía una materia en el colegio, me decía que la vendía”.
Finalmente, la hija del constructor de la Casa Curutchet en La Plata señaló: “Mi padre también tuvo en Chascomús un campo luego expropiado; la fábrica de escopetas Condal, ubicada en la esquina de Blanco y Negro; un depósito de materiales. Me acuerdo que traía a concentrar a los jugadores de Estudiantes al Hotel El Lago, que también era de unos alemanes, de Juan Luzian. Y con Sallaberry tenían un bañado frente al Club de Regatas, que lotearon y vendieron. En lo particular recuerdo las tertulias del Club de Pelota, pero sobre todo los atardeceres en la laguna que de chica papá me llevaba a ver”.
Dar sin decir; hacer sin prometer
Por su parte, en entretenida charla con ANTI, la nieta y presidenta de la Fundación Mariano Mangano, María Cecilia, enfatizó´: “El abuelito es una persona que trascendió; incluso hoy, a casi 50 años de su muerte, lo siguen recordando. Sus valores marcaron a la gente, incluso a los jóvenes que saben quién fue. Yo solo tenía 7 años cuando se suicidó; mi nombre lo eligió él. Fue el constructor más joven de la provincia de Buenos Aires, se hizo de abajo, estudiando de noche y trabajando de albañil con su padre de día. Siempre se preocupó por sus empleados, estuvo para lo que necesitaran”.
Luego, la contadora que es productora de seguros prosiguió: “La Fundación tiene como objeto transmitir los valores de mi abuelo. Dar sin decir; hacer sin prometer. Rescatar a un nene con inclusión social real, incorporarlo a la sociedad con educación, es la razón de ser de todo esto, es lo que nos moviliza. Mi abuelo fue quien fue porque tuvo una mujer como mi abuela, María Elena Cardelli, al lado. Era perfil muy bajo, simple, pese a tener 36 mil hectáreas de campo en Choele Choel, concesionarias de autos y máquinas agrícolas…”.
Entre anécdotas de antes y de ahora en Estudiantes de La Plata, María Cecilia puntualizó: “Todavía recuerdo cuando nos llevó a todos a un descampado, donde no había nada, a oscuras. Era el Country que había comprado para el Pincha, el cual hoy lleva su nombre. Fue un 31 de diciembre a la tarde/noche, estábamos en Chascomús. Llegamos a City Bell Y por lo visto también lo recuerdan en AFA, donde lo eligieron entre los seis mejores presidentes del fútbol argentino, reconocimiento al que no fue ningún dirigente actual del club. O en Holanda, más precisamente del Feyenoord, del cual se contactaron conmigo todavía sorprendidos por la actitud de mi abuelo previo a la Intercontinental de 1970. Le querían dedicar un capítulo en el libro motivado por aquel suceso”.
Y, como otra chascomunense más, la nieta de Mangano sentenció: “Me encanta Chascomús. Todavía tengo grabados los carnavales, pasar los veranos, toda la familia en la casa del abuelo, la laguna, los atardeceres y, obviamente, la Tercera que Mata en el Hotel El Lago”.
Fotos: María Cecilia Mangano, Rodolfo Mc Lean y Tony Peralta.