Hace años Gándara era una perla láctea ubicada a 15 kilómetros de Chascomús. Empleaba más de doscientos trabajadores, muchos de los cuales vivían en el barrio aledaño a la planta, y producía alimentos de primera necesidad para abastecer el 25 por ciento del consumo total de leche del país. Además, se realizaban dulces, yogures, quesos untables, manteca y ricota, entre otros derivados. Un monstruo de la industria.
En la actualidad, el panorama es completamente distinto. Años consecutivos de malas prácticas empresariales determinaron el desmantelamiento de la fábrica, la cual por estos días se encuentra completamente cerrada y custodiada por un hombre que vela por los pocos activos que sobrevivieron y se encarga del mantenimiento del predio. La suerte de las casas lindantes es similar, todas abandonadas salvo una que está habitada por un matrimonio de extrabajadores.
Quizá la mayor actividad provenga de la escuela, con 29 alumnos, de los cuales dos viven a escasos 200 metros, mientras que el resto provienen de campos cercanos, o bien, de Chascomús. Dos cuadras más allá una señora, otras dos familias que trabajan en la estación y la gente de la zona rural próxima, no muchas personas más. La pandemia se llevó el bullicio escolar e incluso las esporádicas misas que se celebraban en la iglesia, hoy también olvidada.
“Cuando fallece el dueño original, Carlos Rodríguez, el hermano compra distintas empresas y empieza la decadencia. Gándara era la única que daba ganancias y solventaba las pérdidas de las demás. En esa época era el apogeo del yogurth, se producían 200.000 litros diarios. Fue de mal en peor hasta que apareció Parmalat, que parecía una solución, pero en definitiva vino a lavar dinero, estafó a todos, incluso al gobierno de los EEUU”, expresó Ricardo Pecotche, Secretario General de la Asociación de Trabajadores de la Industria Lechera de la República Argentina (ATILRA).
Además, recordó que “cuando la empresa italiana adquiere Gándara el pensamiento era que hiciera crecer la producción, vender más, pero fue al revés. Mucho teje y maneje, el deterioro se hizo cada vez mayor, entró en cesación de pagos y finalmente se decretó la quiebra, situación similar a la de Vicentín en la actualidad. Genera tristeza la realidad de la planta y el desmantelamiento progresivo que se hizo”.
En tanto, desde Villa Allende, Córdoba, donde administra el hotel del gremio, Raúl Aranzábal recordó su historia, “empecé en el año 1977, hasta el 2005, estuve en todo lo que pasó, se hizo lo imposible por salvarla, pero no fue posible”, dijo, y agregó “entré a los 19 años, trabajaban 47 personas y la producción se llenaba tarrito por tarrito. Queríamos la empresa como si fuera nuestra, le teníamos cariño, íbamos contentos a trabajar. Incluso el barrio, me tocó vivir 3 años con otros empleados solteros, pero si te casabas la empresa te daba la casa también. Era bueno para ambas partes, la empresa tenía el empleado a disposición y nosotros nos ahorrábamos el viaje y el alquiler”.
A pesar de la distancia y el tiempo sin encuentros –Pecotche desde las oficinas de ATILRA en la calle Remedios de Escalada y Aranzábal a 800 kilómetros en la provincia mediterránea– coinciden en que la llegada de Parmalat generó buenas sensaciones en un principio. Al respecto, Raúl opinó que “había expectativas, nos conformamos con que nos reconocieran la antigüedad, otros pretendían indemnización, pero la mayoría quería que nos garantizaran la continuidad laboral. Pusieron un cajero del Banco Boston en la planta, teníamos la camiseta de Parmalat. Después la empresa explotó en Italia”.
Parmalat, fundada por el empresario italiano Calisto Tanzi en la década del 60, empezó a operar en Argentina en 1992. Después de posicionarse como marca de referencia en la industria láctea, con decisiones potentes de marketing –auspició la camiseta de Boca Juniors– se acercó a la familia Rodríguez para hacerse de Lactona, empresa de la que formaba parte la marca Gándara. La operación se realizó y la supuesta firma solvente se hizo cargo de la empresa.
Cuestión que el hombre de negocios de la península itálica malversó alrededor de 800 millones de dólares y provocó el derrumbe de Parmalat en 2003, lo que se conoce como el caso de bancarrota más grande de Europa. A quién le importaba en el planetario empresarial y comercial un puntito industrial rojo en el corazón de la Cuenca del Salado. Gándara quedó a la deriva.
El impacto del fraude financiero internacional arrimó al empresario Sergio Taselli, quien compró los activos locales de la firma italiana por el valor simbólico de 1 euro y asumió deudas por más de 200 millones. La reactivación, una vez más, fue solo apariencia. Compañía Láctea del Sur, denominación de la empresa adquiriente, entró en concurso preventivo y en 2008 quebró.
“El daño que hizo Sergio Taselli no se va a olvidar nunca. A principios del 2000 intentamos formar una cooperativa, ante la falta de respuestas, pero eran momentos difíciles del país, Gándara estaba en concurso de acreedores y era difícil sacar la causa del juzgado. Después de mucha lucha los trabajadores cobraron, el resto nada. Los proveedores de materia prima, por ejemplo, no fueron tenidos en cuenta. La gente discute Vicentín, ojalá nos hubieran expropiado en su momento”, reflexionó Pecotche.
En tanto, agregó que “dio mucha tristeza ver esas fuentes de trabajo perdidas. Representaba toda una vida dedicada a la fábrica, 30 años de servicio, cuatro de conflicto, no era fácil salir a la calle a buscar empleo en ese momento”.
Aranzábal, por su parte, no anduvo con rodeos, “Taselli es un delincuente, tuvimos mala suerte con su aparición”, expresó al recordar el decreto de la quiebra. “Tengo muchas imágenes, meses cuidando la planta junto con un grupo de muchachos para que no pasara nada. Después en el juzgado nos prometieron mil cosas y algo pudimos recibir. Lo mejor fue que se pudo cobrar dos años sin actividades, después de una intensa lucha. En pleno enero cortamos ruta 2, entonces nos pagaron meses atrasados y se regularizó por un tiempo la situación”.
Habría más, Inversiones para el agro (IPASA) se presentó en la quiebra. El grupo especializado en concursos, encargado de adquirir activos a precio de liquidación y maximizar las ganancias con el armado de pretensiosos planes de negocios, se hizo de la empresa. Gándara volvió a ser un boomerang, la nueva corporación la remató en favor de la Cámara de Autoservicios y Supermercados Propiedad de Residentes Chinos –prometieron relanzamiento luego trunco– y parte de estos mismos inversores negociaron el regreso de la marca a IPASA, años después.
En la actualidad IPASA intenta por enésima vez instalar el producto y con 40 personas en la planta de Pilar fabrica dulce de leche, leche fluida y yogures –artículos que a cuentagotas y con paciencia se consiguen en Chascomús–. De ninguna manera el proyecto contempla la planta local (http://alimentosgandara.com.ar/).
Pecotche fue incrédulo y aseguró que “la marca actual no es de la misma calidad, los trabajadores en Pilar están en negro y estoy seguro que la empresa continúa vinculada a Taselli, entendamos que es un hombre que hizo mucho daño”. Aranzábal, en tanto, afirmó que “no importa” quien produce por estos días, para él lo trascendente es que “después de tanto tiempo puedo decir que estoy orgulloso de la lucha que protagonizamos”.
Para la nostalgia: https://www.youtube.com/watch?v=Iw9sWa8KtRQ; https://www.youtube.com/watch?v=KX9EIMmZaRQ