Si algo caracteriza a los sesenta días de aislamiento es la sobredosis informativa. Datos de toda índole, positivos, negativos e incluso falsos (sin ir más lejos ayer circuló estadística falaz respecto al número de contagios), inundan portales de noticias y redes sociales. En ese contexto, en un intento por rescatar gestos que merecen pulgar arriba, ANTI reunió dos historias que no deben quedar fuera de la agenda periodística: el docente que prepara bolsas de alimentos para sus alumnos y familias; los jóvenes que dedican tiempo y recursos para fabricar y donar máscaras protectoras.

Matías Díaz dicta clases de Biología en cinco instituciones de la ciudad. Desde el comienzo del aislamiento, lunes y jueves, entrega bolsas de alimentos a distintas familias de la zona. En la iniciativa colaboran amigos y personas que desinteresadamente lo contactaron por redes sociales. “La idea se me ocurrió en una noche de insomnio. Sabía que la cuarentena estaba buenísima como medida preventiva, pero que, a la vez, iba a repercutir en muchas personas que viven el día a día. Por mi trabajo conozco la realidad de muchas familias y sé de sus necesidades. Pensé, algo tengo que hacer, lo hablé con mi señora, publiqué y se sumó mucha gente, la solidaridad prende con estas cosas”, contó Coquito en diálogo con ANTI.

Al principio la pareja cocinaba y entregaba viandas calientes. Con la llegada de los casos positivos a la ciudad decidieron no exponerse ellos, ni a los demás, y optaron por armar bolsas de alimentos, “se chequeó y consideró que tuvieran elementos para poder cocinar” contó el profesor, a la vez que describió la mercadería que compone cada unidad: “Cuenta con algunas verduras (cebolla, zanahoria y papa), huevos, miel, pan del día y se alterna lentejas, arroz, fideos, salsa, polenta, la verdad que se arma bastante variado”.

Matías agradeció la buena voluntad de los vecinos que cada semana colaboran para armar las bolsas e informó que para realizar donaciones pueden contactarse al teléfono 02241-15461065, o bien, en el Facebook personal (Coquito Diaz).

3DIAMANTES EN BRUTO

Miguel Quesada, Lucas Astobiza y Manuel Otero donaron al Hospital Municipal 300 máscaras protectoras hechas con sus impresoras 3D. “El tema surgió viendo iniciativas similares en Internet” contó Miguel ante la consulta de este medio. “El tiempo de impresión varía de acuerdo al pico de la máquina. En mi caso es el más chico y tarda alrededor de tres horas por máscara. El costo ronda, considerando luz, uso del artefacto y material, unos 175 pesos, más el plástico que se coloca en el frente. Por esta situación decidimos vender a privados al costo para recuperar el valor de los materiales y continuar imprimiendo” agregó uno de los protagonistas.

Las actividades de Miguel Ángel son de lo más variopintas: la enseñanza, la música, el sonido y la tecnología, en este caso, con mucho de autodidacta. A propósito, comentó que “este tipo de impresora la conocí hace diez años, pero hace dos que tengo una. La compré para realizar cosas que pudieran surgir, por gusto y por interés en la materia. Permite hacer cualquier cosa que uno se imagine: herramientas, picaportes, artículos de bazar, repuestos de alguna máquina, infinitas opciones”.

Estas máquinas trabajan con distintos tipos de materiales: ABS, PLA, flex y polímeros. El primero tiene derivados del petróleo y es tóxico, prácticamente no se usa, en cambio el PLA es biodegradable, con buena respuesta mecánica y durabilidad. En tanto, en los polímeros se utiliza un porcentaje de cualquier elemento (madera, aluminio, bronce, cobre, oro, entre otros) y la terminación se asimila al componente utilizado. Miguel Ángel destacó la versatilidad de la impresora y valoró el buen uso que tuvo durante la pandemia: “Antes estuve haciendo prototipos de robótica, elementos para instrumentos de viento encargados por luthiers, es ilimitado el uso, más si se sabe dibujar en 3D, aunque también hay cientos de proyectos gratuitos en internet. De todas formas, bienvenido el uso que le pudimos dar en esta cuarentena”, finalizó.