La bioquímica chascomunense Ana Romo hace casi tres años que vive en Shanghai, China, y en charla virtual con ANTI contó cómo se está viviendo la pandemia en el gigante asiático y qué visión tienen en Oriente de lo que sucede en Occidente con el COVID-19.

Luego de cerca de 3 años en China, en Shanghai precisamente, la chascomunense Ana Romo está en condiciones de dar la versión oriental de la pandemia de COVID-19, esa que arrancó a fines del año pasado justamente en otra localidad del gigante asiático, Wuhan.

La bioquímica que experimenta en los laboratorios de la Universidad Jiao Tong de Shanghai,  para su tesis doctoral, que dirige Ricardo Dewey, investigador del INTECH Chascomús, se asentó en la megalópolis china más cosmopolita (más de 40 millones de habitantes, entre ellos ciento de miles de extranjeros) ante una oportunidad laboral de su marido.

“Nos vinimos cuando a Juan, que es veterinario, le surgió la posibilidad de trabajar en Asia para el laboratorio argentino Biogénesis Bagó, que abrió una filial justamente en Shanghai. Recién nos estábamos adaptando nuevamente a Chascomús, pero decidimos venirnos, no sin antes conseguir un laboratorio que me asegurase la continuación de mi doctorado”, comentó Ana en diálogo vía WhatsApp con ANTI, para lo cual debe utilizar tecnología VPN, ya que las redes occidentales están bloqueadas.

“Ya son casi tres años, mucho tiempo. Una gran experiencia y en una ciudad con una diversidad cultural inmensa, con cerca de 400.000 extranjeros, aunque actualmente habrá unos 100.000, ya que muchos se fueron para el Año Nuevo Chino y luego, con la pandemia, no pudieron volver, quedando incluso muchas familias divididas. Si bien se habla relativamente inglés, hay un montón de limitaciones y no solo por el idioma, también, por ejemplo, en la forma de resolver los problemas. Es complejo para nuestra forma de pensar. Te agota. El contexto chino es súper agotador, pero sin lugar a dudas la experiencia intercultural es superadora”, adelantó Romo.

El coronavirus en China
Yendo al andar del virus por China, la investigadora chascomunense, que antes de pasar al sector público hizo carrera en Biogénesis Bagó, recordó: “El primer brote, el de diciembre, se vivió con mucho miedo por parte de la población y con mucha responsabilidad por parte del Estado. Pudieron contenerlo y tomaron todas las medidas para resolverlo en tres o cuatro meses. La inversión realizada fue enorme. Los chinos tienen pánico a morirse y la pasaron muy mal. El rebrote reciente en Beijing los asustó. El gobierno actuó con mucho criterio, solo sobre los barrios afectados. En Shanghai volvieron los controles, desde tomar la temperatura, hasta la aplicación de los Códigos QR para la circulación”.

“Cuando controlaron el COVID-19, empezaron a volver los extranjeros que se habían ido por el Año Nuevo Chino y que habían demorado su retorno por la epidemia. Pero el virus ya había llegado a Europa y Estados Unidos y entre la gente que volvía había muchos infectados. Por eso, desde el 28 de marzo, no entró ningún extranjero más, cerraron casi todos los aeropuertos internacionales del país y redujeron los vuelos comerciales, pero en ningún momento cerraron completamente las fronteras como hizo Argentina. En ese momento ya no había casos de transmisión comunitaria, pero sí importados. Empezaron entonces a testear a todos los pasajeros en los aeropuertos y, desde allí los mandaban directo a hoteles a hacer 14 días de cuarentena o al hospital en caso de estar infectados. Todo ese circuito controlado por el gobierno a través de personal sanitario aseguraba la contención de los casos positivos evitando un rebrote. Al día de hoy, pese a las restricciones, aparecen tres o cuatro positivos importados por día, en su mayoría chinos que viven en el exterior porque los extranjeros aún no pueden volver”, añadió la bioquímica que trabaja en la tercera universidad pública más importante del país, precisamente en terapia para cáncer de colon.

“Lo que sucedía en Occidente, que discriminaban a los chinos por el COVID-19, comenzó a pasar con los extranjeros en China. Me pasó en un par de lugares, como el subte o restaurantes, que los chinos al vernos se levantaron y alejaron. Mi marido, que viajaba por trabajo a Tailandia o Vietnam por ejemplo, no pudo hacerlo más por la restricción de no poder volver a entrar. Hoy además de la limitación para salir del país también hay limitaciones para viajar dentro de China. Muchos hoteles no aceptan extranjeros y si te aceptan tenés que presentar muchísimos papeles, incluído el test de coronavirus negativo que es válido  solo por 14 días. Cada vez que iba a subirse a un avión, se lo tenía que hacer. Al extranjero le piden más que al chino, a pesar de que desde el 28 de marzo no ingresan extranjeros al país, con lo cual las posibilidades de estar infectados son las mismas para un extranjero que para un chino. Entre los controles y papeleo, te desalientan a que viajes”, prosiguió la asesora tecnológica de la start up biotecnológica RADBIO surgida en el INTECH Chascomús, de la cual su director de tesis Ricardo Dewey es cofundador.

Los cambios en la ciudad
Por lo pronto, Shanghai, según detalló Ana,  “volvió en gran parte a la normalidad. La gran diferencia es las limitaciones en los parques públicos, que son muchos, ya que es una ciudad súper verde. La capacidad de gente que puede entrar ahora es limitada y hay que sacar una entrada anticipada para ir a tomar mate por ejemplo.  Y el otro día fui al teatro y tenía que dejar dos espacios entre la persona que me acompañaba y yo. Lo mismo sucede en los cines, que tardaron en abrir, pero lo hicieron. Se limitó la cantidad de gente en los espectáculos, en los espacios cerrados y públicos de entretenimiento”.

“La otra diferencia social son las clases, que recién se acomodaron en parte la primer semana de junio, recordando que la emergencia arrancó a fines de enero. En cambio, el jardín de infantes retomó sus actividades pero de manera opcional, y muchas familias deciden no mandarlos todavía. Fue un gran problema porque los padres volvieron a trabajar, pero no tenían con quien dejar los chicos. Muchos no pueden acceder a niñeras. Las clases en las universidades siguen virtuales, más teniendo en cuenta que en China la vida universitaria transcurre en campus, donde se instalan los estudiantes. Abrir las universidades implica un movimiento interno de 10 millones de personas, innecesario ahora que arrancan las vacaciones de verano, destacándose que estos estudiantes habían emigrado a sus hogares previo a la pandemia por el Año Nuevo Chino”, informó Romo, que hace 6 meses está haciendo home office, aprovechando el tiempo para escribir su tesis y paper, dejando los huecos para completar los trabajos de laboratorio.

“Y también hay mayor caos en los accesos a la ciudad. La gente redujo el uso del transporte público, que es maravilloso, tanto los trenes, subtes y colectivos. Ahora muchos prefieren moverse en auto. En cuanto a bares y boliches, hay total normalidad”, terminó.

 

El origen del virus
Consultada por el origen del COVID-19, la bioquímica chascomunense puntualizó: “Fue una zoonosis, un virus animal que pasó a los seres humanos, con el cual nunca habíamos estando en contacto y por ende no éramos inmunes. Así arrancó la pandemia. Hay que tener en cuenta que en este tipo de sociedad como la china, la asiática en realidad, se consume animales silvestres. Es muy común en el interior de China, aunque no están exentas ciudades como Wuhan, que es muy grande. Si bien se prohibió el comercio de animales salvajes y se limitaron los mercados irregulares, puede volver a pasar”.

Luego, Ana subrayó que “es sorprendente  el manejo pobre que tuvo Occidente del coronavirus. Desde el brote de SARS en 2003 se sabía que podía haber otra epidemia. Occidente tuvo el tiempo que no tuvo China. A mi criterio, la diferencia radica en el miedo con el que la sociedad china vivió la situación que condujo al cumplimiento generalizado de las recomendaciones del gobierno,  no solo por tratarse de un sistema totalitario comunista, también por tener confianza en sus autoridades. Todo lo contrario sucede en Occidente, donde nos creemos los más vivos y cuestionamos hasta las recomendaciones de los mejores epidemiólogos e infectólogos, por ejemplo. Los chinos actuaron con mucha responsabilidad, de hecho le hicieron ganar mucho tiempo a Occidente. Afrontaron tres meses solos con el virus, mientras desde Occidente se burlaban mostrando que comían sopa de murciélago y las violaciones de los derechos de los ciudadanos”.

El post pandemia
Pasando a cómo será la post pandemia, la investigadora del INTECH opinó: “Todo dependerá de si hay vacuna o no; si viviremos para siempre contagiándonos naturalizando la posibilidad de infectarnos o si será posible inmunizar a toda la población. Respecto a la obtención de una vacuna, soy muy precavida y optimista a la vez. El desarrollo de una  vacuna lleva su tiempo, en el caso de COVID-19 se está avanzando muy rápido y en menos de 6 meses ya hay varios candidatos en fase 2 de desarrollo. Si los resultados siguen favorables como hasta el momento, quizás para fin de año o principios del que viene podamos tener la vacuna. Y una vez que la tengamos, hay que inmunizar a toda población y eso también llevará su tiempo. Por la complejidad de todos estos procesos, hay que destacar que cuando surgió el virus y no se sabía nada, los chinos manejaron la crisis sanitaria muy bien, a nivel científico-tecnológico, sanitario y gubernamental. Lo contuvieron mucho tiempo. Los manuales de manejo epidemiológico que utiliza hoy todo el mundo salieron de China. Estuvieron a la altura”.

En el mismo sentido, Romo profundizó: “La realidad luego del COVID-19 dependerá mucho de la idiosincrasia de cada país. La situación en Asia fue acompañada por la implementación de mucha tecnología, el código QR que indica tu status sanitario, el traqueo de la localización de las personas a través de la antena del teléfono, que en China es todo, es tu DNI, es donde tenés toda tu documentación. Esto no se dio sólo en China, ya que con el traqueo también Corea controló el brote. En cambio, en Alemania, donde las libertades individuales son importantísimas, no se pudo aplicar porque es inconstitucional. Cada país tendrá un post pandemia diferente”.

Por el lado de la economía, la científica comentó: “Fueron dos meses y pico de cuarenta obligatoria y otro mes y pico de cuarentena laxa, flexible, pero donde no andaba nadie en la calle. En definitiva fueron cuatro meses de poca actividad económica, y tuvo sus consecuencias, pero en menor grado. La intervención del Estado fue eficiente, ayudando a pagar los sueldos a las empresas y estando presente con los pequeños comerciantes. La diferencia, comparado con Argentina, es que en China no hay pobres, indigentes, por lo que los esfuerzos del gobierno estuvieron enfocados en el sector productivo”.

Occidente con ojos orientales
Ahondando en la visión oriental sobre lo que sucede en Occidente, Ana continuó: “Los chinos no pueden entender la desobediencia. No pueden creer lo que pasó en Italia o España. No les entra cómo no se quedaron en casa, cómo no se dieron cuenta que se iban a morir, cómo no dimensionaron la gravedad del asunto. Para ellos siempre fue cuestión de vida o muerte. Escuché por ahí que los chinos eran muy solidarios porque no quería infectar al prójimo; yo los respeto mucho, acepto las diferencias culturales y me enojo cuando se los juzga con una mirada de desconocimiento occidental, pero en este punto no quiero ser hipócrita, los chinos no actuaban así por solidarios con el otro; solo les importaba su bienestar y salud.  Sin la preocupación de no tener para comer, de quedarse sin laburo, es más fácil hacerlo. Su único problema era no infectarse”.

Respecto a las diferencias en el manejo de la pandemia, Ana refirió que “en China, los médicos/as, enfermeros/as, el personal de salud, no volvió a vivir en sus casas. Se quedaron en habitaciones, carpas armadas para la ocasión. Se despidieron de sus familias por meses. Muchos fueron enviados a Wuhan. Fue muy emocionante ver partir los aviones y colectivos con el personal de salud que se iba sabiendo que en eso se le iba la vida; como luego verlos volver y ser recibidos como héroes. Repudio totalmente la discriminación hacia el personal sanitario que sucede en Argentina, pero  este aislamiento fue clave, porque el personal de salud es un vector de contagio muy importante. Otra diferencia fue el control de precios, acá no hubo abusos en el precio del alcohol, lavandina o barbijos que fue lo primero que sucedió en Argentina. Por otro lado casi no hubo faltante de insumos, salvo barbijos en un momento en el cual tuvieron que limitar la compra a una x cantidad de unidades por persona hasta que incrementaron la producción. Y fue más fácil la adopción del  uso del tapaboca. Esto se logró desde el inicio porque los chinos ya están acostumbrados a usarlos por la polución”, añadió la bioquímica chascomunense.

Por último, en cuanto a su futuro, Ana Romo gritó: “Quiero volver a Argentina y trabajar en el CONICET, apostando a la ciencia como elemento transformador de la sociedad. No lo cambio por nada en el mundo. Yo soy bioquímica pero me especialicé como biotecnóloga, que es una profesión muy relacionada al sector productivo. Me apasiona la investigación, pero siempre con el foco puesto en la vinculación tecnológica, como es el caso de la empresa biotecnológica RADBIO, donde aplicamos conocimientos, desarrollos y tecnología generados en el sector público, para ser aplicados en salud humana. De esta forma se monetiza la inversión realizada por el Estado, ya que las patentes que sustentan la empresa son propiedad de CONICET”.