Historia de una Variflex, Volver al Futuro, los brasileros, Puerto Limón, lo del Chueco, la Mitre, el Anfiteatro…
La clínica y demostración de skaters profesionales marplatenses en Chascomús buscará potenciar el presente y futuro de una práctica que en la ciudad de la laguna comenzó en la década del 80, 35 años atrás por lo menos, con vaivenes siempre vinculados a la falta de infraestructura, un Skatepark por ejemplo, para su desarrollo continuado.
En búsqueda de recuerdos de aquellos inicios, desde Canarias, el ahora instructor de Kite, Andrés Cazaux, comentó: “A mediados de los 80 mis viejos viajaron a Estados Unidos y me trajeron una Variflex, un Walkman y bermudas. Me creía el de Volver al Futuro. Ese es mi primer recuerdo con el skate”.
En su relato desde “Chascomús de los 80”, como define a Lanzarote, donde vive hace 6 años, el Garoto resaltó el impulso de la práctica llegó cuando su primo, Agustín Plorutti, seguramente el gran adelantado lagunero en los deportes extremos, empezó a hacer de las suyas.
“El Chancho con los pies en la tierra, solo sabe hacer fuerza. Ahora, cuando lo elevas, ya sea con una tabla, una bici, lo que fuese, la detona. Así fue como de una empezó a tirar ollie y fly, incluso cuando no existía. Yo hice lo mismo, y se me salió la rótula”, tiró el ex Relaciones Públicas de boliches porteños.
En cuanto a la banda de aquel arranque del skate en la Laguna, Cazaux detalló: “Éramos pocos y nos miraban con una cara de loco cuando nos cruzaban por la calle. Estaban la Chancha Canale, Mato Pérez del Cerro, Charly Aubía, Fili Menzel, Pipi Vázquez. Igual, al no haber half ni park, solo Bajadita y Escalinatas, por ahí el Edificio del Turista y el Espigón, la práctica mutó”.
De ese cambio, el Garoto señaló: “El papá de Agustín (Hugo Plorutti) tenía un taller en su casa, porque era fanático del aeromodelismo, y un día el Chancho se dio cuenta que le podía meter un mástil al skate, tras lo cual comenzamos a practicar windskate por la laguna, incluso llegamos hasta el otro lado”.
El chancho y el mono
Yendo a los innovadores de la disciplina urbana, el Chancho Plorutti, que incluso supo tener el SkateShop en la Galería del Sol, rememoró: “Arranqué a hacer windsurf a los 13 y ahí ya andaba en skate. Mi mamá me trajo uno de Buenos Aires, tremendo, largo. El primero que tuve era chiquitito”.
Luego, Agustín, que ya hace décadas dejó el SkateShop y se dedicó a la inmobiliaria de la familia, recordó: “Iba a lo de Beto Braceras, que tenía uno. Me acuerdo que se lo pedía a su hermana Ana, porque Beto no me lo prestaba, el hdp. Entonces, cuando no estaba, se lo usaba por todas las calles jajaj”.
Finalmente, el Chancho remarcó: “En ese comienzo, con Garoto y una banda de brasileros que habían venido a Chascomús, anduvimos un montón. Primero en Puerto Limón, donde se hizo el primer evento de skate. Martín Baccani, que era el encargado, trajo un loco que la rompía toda haciendo street. Después el Chueco Brissón hizo una rampa donde tiene las cabañas. Ya en el 85/86 le metimos con el windskate. El auge, para nosotros, fue en la época de la secundaria”.
Unos años más chico, pero con el mismo fanatismo por el skate y los deportes extremos, el Mono Fernández también aportó su memoria de aquel arranque: “Vino a Chasco un flaco de Brasil y apareció con un skate, una patineta grande que nunca habíamos visto. Lo prestó y flasheamos con esa tabla. Al poco tiempo, en un viaje a la costa, pasé por un skate shop, y vi uno. Lo compramos con mi hermano. Empezamos a andar y nuestros amigos se coparon también”.
En su rememorar, el chef de profesión prosiguió: “Los chicos se empezaron a comprar skate y la banda se fue armando. Éramos Ramiro Placenave, Pablo Tolosa, Manuel Karger, Martín Bizconti, Ariel Tolosa, luego Sebastián López, Fabio Balda, el Negro Xanco. Cuando arrancamos no teníamos cómo ver las maniobras, no había internet, por tele no pasaban nada; terminamos comprando revistas y videos en Buenos Aires. Fuimos improvisando y aprendiendo algo de ahí”.
Por último, tras resaltar a “Maxi De Luca, un amigo que fue parte de esto y ya no está entre nosotros”, el Mono comentó: “Las rampas las construíamos como nos parecía, porque no teníamos nada. Las primeras fueron de prototipo y nos pegamos lindos palos, porque evidentemente no las hacíamos bien. Las fuimos perfeccionado con el tiempo. Casi siempre armábamos frente a mi casa, en calle Mitre, en el medio de la calle. Muchas veces nos puteaban, porque ocupábamos mucho espacio. Era el punto de reunión, aunque otras veces íbamos al Anfiteatro o la Escuela Normal”.