La escritora y periodista ucraniana Margaryta Yakovenko describió en redes sociales cómo murió su abuelo en una ciudad ocupada por el Ejército ruso hace dos meses. En el conmovedor relato narra las dificultades para acceder a la atención médica necesaria y contó la resignación de su abuelo, nacido en 1941, al imaginar su destino: “nací en una guerra y moriré en otra”. Relato cotidiano de una tragedia innecesaria.

Por Margaryta Yakovenko *

Mi abuelo ha muerto esta tarde en una ciudad ucraniana ocupada por los rusos desde hace casi dos meses. Mi abuelo no ha muerto por un tiro o por una bomba, ha muerto porque era una persona enferma y dependiente que después de que le cortaran la luz, el agua, la calefacción y las conexiones, se quedó solo en su casa oyendo cómo el Ejército tomaba su ciudad. La luz volvió a la semana. En esa semana, su estado de salud empeoró tanto que cuando le llamé se echó a llorar y dijo “nací en una guerra y moriré en otra”.

Mi abuelo nació en 1941, durante la Segunda Guerra Mundial. Ha muerto en 2022, durante la guerra de Rusia contra Ucrania. Rusófono y comunista hasta el último día de su vida, nunca entendió el motivo de esta guerra.

Haciendo gala de su humor habitual, cuando ya estaba encamado y ningún médico vino a verle (porque, ya saben, estamos en una guerra) seguía haciendo bromas con 39 de fiebre y una gangrena que nadie quería curar. Si hubieran sido tiempos de paz, todo habría sido distinto. Pero nació en una guerra y murió en otra. Y ni su único hijo ni sus nietos podremos ir a enterrarle. La última vez que hablé con él se enfadó con la política y luego me dijo: “Margusha (su forma cariñosa de llamarme) llama más a menudo”. Al día siguiente ya no podía hablar

Mi rabia es aún más intensa que mi dolor. Mi abuelo no tendría que morir de esta forma. No tendría que tener un funeral sin nosotros. Mi abuela, su consuegra, me ha dicho hoy: “Espero que al menos no nos disparen durante el entierro”. Y yo no sabía que podría tener tanta ira. Estoy tan triste y enfadada que no sabía que podía estar tan triste y enfadada al mismo tiempo. Seguiré adelante apoyándome en mi dolor. Esto no puede quedar así. Mi familia está sufriendo tanto, yo sufro tanto, que solo ahora entiendo el sufrimiento más puro y cruel. Me gustaría volver a recuperar mi vida y que mi familia pueda hacer lo mismo. Pero hemos perdido tanto por el camino que ya es simplemente imposible. El asesino debe responder. Mi dolor es el dolor de un país entero.

La falta de medicamentos en una situación así se hace insoportable. Mis padres han hecho todo lo posible para conseguirle medicinas, hemos pagado unos precios locos pero la mayoría de las veces ni con todo el dinero podías conseguirlos. La doctora que atendió a mi abuela por teléfono le dijo que nos olvidáramos de la posibilidad de curarle: no había con qué ni cómo. No aguantaría un traslado así. Él, que todavía seguía consciente, dijo: “Entonces qué debo hacer, ¿morirme?”

Lo único que pudimos conseguir al final fueron medicinas que le quitasen el dolor como fuera. Y sentarnos todos, él incluido, a esperar su muerte siendo conscientes de que esperábamos su muerte. Ha estado agonizando más de un mes.

* Escritora y periodista ucraniana.