Desde joven y por mera vocación el abogado José Maffeo se interesó por las guerras. Su curiosidad bélica le permitió, entre otras cuestiones, saber de la participación voluntaria de ciudadanos argentinos en la Armada Británica durante la Segunda Guerra Mundial, interés que se plasmó, después de años de investigación, en el libro “Proa a la victoria”. A la vez, acompañó a los excombatientes locales de la Guerra de Malvinas, a quienes concedió conocimiento jurídico, pero sobre todo amistad, “es una especie de deber ciudadano”, destaca este jurista apasionado por la historia y la defensa del patrimonio cultural.

A principios de septiembre de 1945, hace 76 años, terminaba la Segunda Guerra Mundial. La síntesis histórica del conflicto es bastante conocida, por un lado los Aliados, en el que se encontraban Inglaterra, EEUU y la URSS (Francia había sido ocupada por los nazis en 1940) y por el otro el Eje, formado por Alemania, Italia y Japón. Los protagonistas que la historia rescató del suceso también son moneda corriente, surgen entonces los nombres de Hitler, Mussolini, Stalin, Churchill, Roosevelt, entre otros. Pero detrás de la historia oficial hay relatos inéditos y poco conocidos, como el de los argentinos voluntarios en la Armada Británica, tema que el exconcejal y actual presidente del Rotary Club, José Maffeo, desarrolló en la publicación “Proa a la victoria”.

“En el año 1995, cuando estudiaba derecho, encontré en una librería de usados una serie de ediciones de la época. Manuales de buques ingleses, por ejemplo, que mencionaban a un tal Paul Pinsent, con domicilio en Capital Federal. Me llamó la atención, qué tenía que ver ese libro con alguien de Buenos Aires. Fue el puntapié inicial, empecé a investigar y encontré la historia desconocida de los voluntarios que salieron del país para combatir en la Gran Guerra”, cuenta José respecto del libro publicado en 2017, pero de absoluta vigencia, porque se introduce en la vida de los marinos argentinos partícipes en el evento más trágico de la historia moderna.

Junto con Claudio Meunier, otro autor de Bahía Blanca, que investigó la Fuerza Aérea Británica, estiman que “puede haber entre 5000 y 6000 voluntarios, pero no hay registros oficiales en Argentina”. El análisis del abogado concluye que los compatriotas “en su mayoría zarpaban desde los puertos argentinos, pero otros salían del país hacia Brasil o Uruguay y desde estos países viajaban a Europa. Se daba la paradoja que mientras estaban combatiendo a los nazis, en Argentina violaban las leyes de enrolamiento, eran desertores, porque el servicio era obligatorio hasta los 21. Incluso varios recibieron notificaciones de posibles detenciones si regresaban, que afortunadamente quedaron sin efecto”.

Entre las varias historias, “tanto de hombres como de mujeres”, destaca “la del voluntario Juan Godwin, nacido en Buenos Aires en 1919, que formó parte de las fuerzas especiales inglesas y se infiltró en Noruega en una canoa. Tiempo después, luego de hundir un barreminas, fue detenido por los alemanes y asesinado en el campo de concentración de Sachsenhausen, cerca de Berlín, en marzo de 1945”.

Menciona y enaltece también a Enrique Venn, otro voluntario coterráneo que cayó en el recordado 6 de junio de 1944, el “Día D”, cuando las tropas aliadas invadieron las costas de Normandía en Francia, hasta entonces conquistada por el Eje, “las guerras son siempre malas porque muere gente, no importa el motivo, así sea combatir el nazismo. Pero uno trata de rescatar ciertas cuestiones, vinculadas a los valores y a los ideales”, comenta el autor.

“Para este trabajo hice varias entrevistas, recuerdo particularmente el relato de una señora que su papá había servido como barreminas, limpiando los canales de acceso a las playas de Normandía. Ella me contó que la mayoría de los voluntarios habían sido sumamente reservados y que nada dijeron hasta el último día de su vida. En ese momento, mencionaron ideales de juventud, así como ansiedad y deseo de combatir el nazismo”, ejemplifica.

Y agrega la historia de Luis Pryor: “Se convirtió en un gran amigo durante la investigación. Uno de sus hermanos combatió y murió en la Fuerza Aérea Británica, entonces Luis, a pesar de ello, se alistó en la Marina. Tripuló destructores, portaviones, atravesó el Mediterráneo, el Canal de Suez, El Océano Índico y venció a los japoneses en Singapur, es otro protagonista interesante del libro”.

                     

Maffeo indica que en la investigación “se ven un montón de apellidos de origen inglés, pero eran segunda, tercera, cuarta e incluso quinta generación de argentinos. Pura cepa nacional, gauchos, criados en el centro de las provincias de La Pampa, Santa Fe y Entre Ríos”. En el libro se pregunta también porqué estos muchachos y muchachas atravesaron diez mil kilómetros hacia una guerra que no era propia: “Se encuentran respuestas de todo tipo, pero si hay que establecer un norte, una guía, creo que es la defensa de las libertades y la democracia”.

Estas historias desconocidas habían quedado en el seno de las familias, “se conocían puntitas nada más”, por eso para el autor “es justo el reconocimiento, comprender que no fue por plata o fama, sino por fuertes ideales. Cuando alguien va a la guerra sabe que el sacrificio puede ser el máximo, hasta la muerte, por eso destaco el coraje y el valor de esta gente”.

Épica cotidiana y local

Además de la investigación, José Maffeo encuentra en las reuniones con excombatientes locales de la Guerra de Malvinas otra forma de canalizar sus intereses, “colaboro con ellos hace años, desde que se propuso construir el monumento en la plazoleta Bramuglia. Les doy una mano en lo que pueda, como el proyecto del avión en el aeroclub, por ejemplo, y me sumo a charlas o visitas a las escuelas”, cuenta y agrega que “excede lo formal, es una cuestión de amistad, se trata, entre comillas, de una obligación ciudadana, duele que en algunos lugares no los apoyen. Para ellos está bueno alguien de afuera que aporte otra óptica”.

Desde esa mirada alejada del conflicto se refiere a la controversia entre los reconocidos excombatientes y los denominados “movilizados”, o bien, “los que estuvieron en servicio de conscripción ese año” y dice que “es un tema que tiene cola y es de larga data. Las aguas están enfrentadas, incluso entre los que estuvieron en Río Gallegos y Salta”.

“Esta falta de criterio surge, afortunadamente, por la falta de acostumbramiento que tiene Argentina a las guerras. La de Malvinas fue el único conflicto armado internacional del siglo XX y el anterior había sido con Paraguay en el siglo XIX, no estamos habituados. Por eso uno puede discutir si el país estaba preparado para la guerra en 1982, si el entrenamiento era el adecuado o si se tomaron las decisiones acertadas, pero no es posible debatir sobre la posguerra, seguro no se previó, quedaron en total abandono”, reflexiona.

Para finalizar, narra que a pedido de los excombatientes de Chascomús preparó un trabajo respecto del tema y les planteó que “el que tuvo una participación activa en la Guerra de Malvinas, en cualquier ámbito, merece un reconocimiento, pero de ninguna manera se puede equiparar con el que combatió efectivamente en las islas”.

Aquellos voluntarios argentinos que se enrolaron en las filas británicas para pelear contra el nazismo, estos vecinos de Chascomús que, vaya paradoja de la historia, combatieron a Inglaterra para recuperar territorio propio. Y entre ellos José Maffeo, un tipo que trabaja, investiga e intenta, sobre todas las cosas, rescatar héroes anónimos.