En los últimos días se ha hablado mucho sobre los “cuerpos reales”, la belleza hegemónica, la gordura, la autoaceptación, el amor propio, los rollos, la celulitis y el plus zise.
Este no es un debate nuevo. Tampoco es nuevo el activismo de las personas gordas. Éste es un movimiento político, social y cultural. Parte de reconocer la discriminación, estigmatización, patologización y violencia que sufrimos las personas gordas.
El activismo gordo es una manera de visibilizarnos, tomar la palabra, la activación política a través del propio cuerpo. Es un desafío, un movimiento generativo, preocupado por crear estrategias de supervivencia en un mundo que no está hecho para nosotrxs.
Tiene casi 50 años de construcción. Es hijo del feminismo de las lesbianas radicales de los años ‘70, y su desarrollo estuvo siempre vinculado con el feminismo y el transfeminismo, con contactos e influencias mutuas con el punk y los movimientos LGTBIQ+; pero cabe destacar que una de sus principales hermanas o primas es el activismo de personas discapacitadas, con el enunciado que las personas no deben adaptarse al mundo, sino que el mundo y la sociedad deberían ser capaces de adaptarse a la diferencia.
“amaría vivir en una cultura donde gordx significara simplemente: tener más tejido adiposo que el promedio”. – Kate Harding
El mundo está hecho para la gente delgada, heterosexual, de clase media, blanca y occidental. Cada día recibimos una bomba de mensajes que nos dice que nuestro cuerpo está mal, que nada respecto a él tal y como aparece ahora puede hacernos felices. Aparentemente necesitamos asistencia y el único camino que ilusoriamente nos queda para evitar la discriminación es perder peso, es decir, dejar de ser gordxs, dejar de ser quien somos.
El poder/saber médico ha patologizado la gordura del mismo modo que lo ha hecho con otras diversidades corporales. Se considera todo tipo de gordura como un riesgo médico en sí mismo cuando hay evidencia científica de que no es tan simple la ecuación. De hecho los riesgos que afectan a la salud de las personas gordas, se ha comprobado que son el resultado de toda una vida comiendo por debajo de sus necesidades: haciendo dieta. Las personas gordas que viven en entornos donde no se las juzga, están libres de, al menos, uno de los problemas de salud (ataque al corazón) que más comúnmente se asocian al ser gordx. Asumir que un cuerpo gordo es un cuerpo enfermo per se es gordofobia.
Resulta preocupante que esta forma de pensar a la gordura como un problema y trastorno no tenga un encuadre que apunte a poner en jaque la redistribución de la riqueza, el acceso al alimento, las condiciones laborales de los cuerpos que engordan, el por qué engordan quienes engordan y cómo lo hacen.
Acá, siempre la gordofobia tiene como latencia la criminalización de la pobreza, el devenir gordo pobre, el devenir sucio, el devenir gorda trabajadora.- Laura Contrera-Nicolas Cuello
Pensemos en lxs gordxs en Argentina, aparte de unas pocas figuras mediáticas la imagen que se nos viene a la cabeza es la de la mujer gorda de los barrios pobres o de las villas. Como la de la militante Ramona Medina, una de las primeras muertas por Covid 19 de las villas de Buenos Aires.
Otra palabra en el listado de la terminología injuriante es «grasa». Que en nuestro contexto socio-histórico hace referencia a las clases populares, lo desagradable, lo que está fuera de lugar. La grasa como cosa que se extiende por los cuerpos populares es algo que debe ser cortado, extraído, erradicado. El miedo a engordar, no es sólo un miedo a la gordura, es el miedo a parecerse a lxs pobres, a lxs negrxs o morenxs, migrantes, villerxs.
Una cultura obsesionada con la delgadez femenina no está obsesionada con la belleza de las mujeres. Está obsesionada con la obediencia de estas. La dieta es el sedante político más potente de la historia de las mujeres: una población tranquilamente loca es una población dócil. – Naomi Wolf
La obesidad y el sobrepeso aparecen como fenómenos de medicalización. Crear la enfermedad para generar los dispositivos de su erradicación. Se expanden así los mercados en torno a los alimentos saludables y centros estéticos; que junto a las políticas públicas que tienen como agenda su exterminio, se despliegan en relación con industrias privadas multimillonarias de dieta. Lx gordx no puede elegir, se lx transforma en unx enfermx, se lx trata mediante mecanismos para que se autorregule, se lx invisibiliza, se lx expone, se lx señala.
Lxs activistas discutimos que la gordura sea en sí misma una enfermedad y discutimos que sea por sí sola un factor de riesgo para otras afecciones consideradas graves. Denunciamos la fuerte carga moral y discriminatoria del discurso médico. Como también los intereses comerciales de quienes lucran con la venta de productos y tratamientos adelgazantes.
«Llevo marcas de miradas por todo el cuerpo, cicatrices que no cierran y se actualizan en cada parpadeo y sin embargo, que sean vistas es, al final del día, lo único que espero». – Burgos
La infelicidad no es resultado de la gordura. Es el resultado de una sociedad que nos dice que estamos mal y que todo en nosotrxs está mal. Hay muchísima gente gorda que está esperando que sus vidas comiencen: esperando un romance que lxs rescate, alguien que lxs quiera a pesar de ser gordxs, que vea algo bueno en ellxs sin importarle su cuerpo. Y seguirán esperando, siempre.
Tenemos cuerpos que ocupan un espacio de menor jerarquía en el circuito del deseo y que a veces ni siquiera logran ser deseables. Para ser gordx y ser deseadx de alguna forma, se tiene que tener alguna gracia. Existe una gordo-partición del cuerpo, nuestro cuerpo nunca puede ser objeto de deseo por completo, se omiten ciertas partes: la papada, la panza, los muslos, para adularnos con frases similares a: “tenés labios bonitos”.
¿Por qué nuestros cuerpos no pueden ser deseados por el simple hecho de ser cuerpos? ¿Por qué omiten nuestras carnes? Nos pensamos desde la gordura y la importancia de sentirnos deseadas simplemente por estos cuerpos que tenemos.
“Queremos algo más que el orgullo gordo. Queremos cuerpos sin patrones”. – Laura Contrera
Existe actualmente un fuerte y muy difundido discurso del «amor propio» que plantea el aceptarse a unx mismx tal como es, como modalidad imperante. Un discurso del empoderamiento individual que no deja lugar al dolor, al enojo, o a la angustia. Y esconde tras de sí, que ese aceptarse implica aceptar el mundo tal como es con la desigualdad, la discriminación y la violencia.
Nosotras decimos que ese imperativo del amor propio es una mierda y que el empoderamiento individual es una mentira.
Amarnos sí, pero desde este cuerpo excesivo, anormal, indeseado, feo; que resiste, lucha, revoluciona. “Me amo gorda, rebosante, me amo por no encajar y no desear hacerlo, amo mis excesos”.
Empoderarnos sí, pero desde la potencia de establecer alianzas entre estos cuerpos aberrantes, generizados, racializados, medicalizados, diagnosticados capaces o no. Hacer un esfuerzo profundo por desaprender lo aprendido y romper con las lógicas corporales del deseo y la belleza, volver a mirar sin prejuicio, encontrar la bellestia en cada cuerpo, como proclama la cerda punk.
“Creo que está comenzando a suceder un feminismo que nos atraviesa, cual lanza bañada en potencia creadora, y, así, nos transforma, nos da herramientas para la vida, hace del feminismo algo que vivir. Tal vez ya era el momento y estamos entrando en una revuelta orgánica, en un revolver órganos. Un afectarnos y afectar, regenerándonos sin destruirnos”. – Lucrecia Masson
Nos parece importante reconocer las trayectorias que nos trajeron hasta acá. La ley de identidad de género, junto a la ESI, conquistas de la militancia transfeminista, que posibilitaron y posibilitan otros debates; ambas nos permiten pensar la multiplicidad de cuerpos, de identidades y de formas de habitar el espacio.
Nos reconocemos como parte de un activismo en el que todas las luchas confluyen y que creemos necesario como forma de pensar el mundo, de habitarlo, de relacionarnos y el instrumento para transformarlo, para hacerlo un mundo más amoroso y vivible.
Es necesario hablar desde nuestros cuerpos como armas que combatan los sistemas de normalización, retomamos a Lucrecia Masson “Es actualmente una apuesta urgente la de plantearnos una rebelión de los cuerpos. Rebelión que, necesariamente, rechaza la frontera entre el cuerpo normal y el deforme, saludable y enfermo, válido e inválido. Rebelión que debe ser planteada a partir del encuentro, la afinidad y la alianza entre estos cuerpos inapropiados e impropios. De ahí que los sistemas que nos organizan a partir de género, raza, sexualidad, normalidad corporal, salud mental o física, se vuelven edificios que es necesario derribar, y esta acción de derribo nos deberá encontrar juntas, sabiéndonos atravesadas y en constante y compleja intersección”.
Esta rebelión incluye el encuentro cotidiano, acompañar o ser acompañadas por nuestras amigas a la salida del probador, contarnos los dolores, las broncas, mostrarnos las heridas, porque tanto lo que nos pasa, como las posibilidades de transformarlo son colectivas. Spinoza plantea “Nadie ni nada es absolutamente autosuficiente. Entonces será nuestra tarea la de aprender nuevas maneras de habitar el cuerpo, nuevas maneras de afectar y ser afectados, siempre entendiéndonos como cuerpos interdependientes, como cuerpos que han sido arrojados para ser cuidados. Y aquí está la propuesta política. La interdependencia no es entonces un estado de cosas, sino una vía para crear nuevas formas de relación”.
Necesitamos un cuestionamiento transfeminista del deseo, que atraviese, transgreda, transforme. Debemos cambiar las formas en que miramos y nos miramos, corrernos de los prejuicios, y de los juicios que nos etiquetan y sujetan. Desnaturalizar que nuestras existencias como gordxs están privadas de placer, afectos, belleza, y apropiarnos de esos lugares de los que se nos priva, para ocuparlos como espacios propios de enunciación política, desde donde poder inventarnos otra vez, sin patrones, sin normativas asfixiantes, y con alianzas suficientes para seguir cuestionando un mundo que continúa siendo patriarcal, heterosexual, blanco, corporalmente esbelto y fibroso.
Entendemos que hay un camino iniciado, pero también que queda mucho por hacer andando, para construir un mundo en donde sea posible habitar la diversidad corporal.
Este artículo está realizado a partir de diversas lecturas de activistas gordxs de Argentina y Sudamérica que vienen haciendo este camino desde sus propias carnes, en interacción sudorosa con otrxs, en este culo del mundo.
Julieta y Ludmila
(dos Teletubbies)