Por Arq. Lucio Plorutti Dormal
La Linterna Urbana
Colegio de Arquitectos de Chascomús

«La materia no se destruye, se transforma» es quizá la manera correcta de comprender el quehacer arquitectónico. Porque lo que un arquitecto hace es recrear espacios, articulándolos para lograr confort, amparo y vida. Es como bien dijo el condecorado compatriota y colega César Pelli, «la arquitectura es una acto de optimismo». Nosotros no somos «creadores ni inventores», más bien coordinamos soluciones para necesidades que surgen del orden humano. Proyectar no es simplemente dibujar, es un proceso interno que tiene su conclusión definitiva en el plano que, sin ir más lejos, es simple documentación de algo que aun no es y hay que llevar a cabo. Una línea representa mucho más que lo que grafica. Es tiempo, sudor, cemento, trabajo, sustento, resguardo, cobija y, por supuesto, envolvente de un espacio a generar. Es una responsabilidad y un privilegio que, cuanto más tenga a priori, más dejará a posteriori. O sea, a mayor preparación, mejor resultado.

El futuro es hoy y los que nos dedicamos a la construcción estamos en constante persecución de alcanzar lo que las ideas desencadenan. Esas concepciones necesitan representación concreta para comunicarlas a un sinfín de actores que participan en el proceso de edificación, desde presupuestarias y legales hasta constructivas y laborales. Todo para sembrar futuro, porque en ese espacio que quedará definido habitarán sueños, personas y nuevas ideas. Se dice que un arquitecto recién comienza a serlo a partir de los cincuenta años. Que todo lo previo es mera preparación para ese rol, que requiere no solo de la ardua carrera profesional, sacrificada base fundamental para el ejercicio de la práctica y de la experiencia a adquirir. Porque nuestra profesión está sujeta a la perpetuidad, no es ni efímera ni circunstancial. No obstante, los contextos socioeconómicos, históricos y políticos también influyen sobre este «acto de optimismo»; siendo condición la geografía, la técnica del lugar y hasta la astronomía, dado que el sol y sus características son parte fundamental de lo que diseñamos. La luz natural es un fenómeno intrínseco de esta profesión, puede también transformarse para generar calor y belleza mediante la refracción, la reflexión y la difracción. Por eso, la arquitectura es «la técnica de la belleza funcional».