Por Arq. Lucio Plorutti Dormal
Linterna Urbana
Colegio de Arquitectos de Chascomús

Nuestro planeta está organizado tectónicamente. La ley de gravedad nos demuestra que lo de mayor peso específico queda por debajo de lo más liviano. Es así hasta a nivel molecular. Con apenas mirar la montaña uno reconoce lo que las pirámides emulan en su magnífica arquitectura. Pocos ejemplos y materiales permiten lo contrario. El árbol y la madera permiten la anti – tectonicidad. Los esfuerzos de flexión no son tolerados por materiales comprimidos como los pétreos y varios fluidos. Pero hay excepciones como el hierro y sus derivados metálicos. Hasta los evangelios nos hablan de cómo edificar correctamente con la parábola de erguir una casa sobre arena o sobre piedra. Antiguamente, el primer caso estaba condenado a priori. Hoy la técnica permite que en pantanos como Puerto Madero o en desiertos como Dubai puedan edificarse rascacielos. Pero claro, todo esto luego de haber puesto al hombre en la luna.

Nueva York, Mar del Plata, Santiago de Chile, Bogotá, Hong Kong, Tokio, etc. son ciudades construidas sobre suelo rocoso. Algunas presentan riesgos, producto de la cercanía a las uniones tectónicas del planeta. Pero en general, es sobre piedra donde los cimientos tendrán costos menores y técnicas más simples. Con el desarrollo del acero y el metal en la construcción, tanto las estructuras de tubo como las de núcleo rígido logran absorber las fuerzas horizontales, más complejas que el peso y el tipo de suelo. El viento, que a ciertas altitudes supera los 200km/h; los movimientos sísmicos, el calor extremo y hasta los ataques terroristas son contemplados en las complejas ingenierías de todo tipo, tamaño y color. El intelecto humano, a medida que va conociendo el entorno natural; encuentra nuevas soluciones a milenarios problemas. Así fue que rompimos la velocidad de escape a la constante gravitacional terrestre para salir al espacio exterior. Así es que en los Andes los edificios tiemblan, pero no se derrumban. La humanidad ha sabido superar sus limitaciones mediante la aplicación de nuestra sapiencia colectiva. Hoy por hoy, se construyen puentes que hacen parecer al Golden Gate Bridge de California algo tan antiguo como la Tour d’Eiffel.

Pero hemos pecado de excesos que en la Biblia no se registran, dado que el mundo humano ha cambiado mucho desde su época. La ciencia ha superado a la Iglesia y a la Política; que intentan alcanzar este tren de conocimientos y aplicaciones que nos hacen sentir omniconcientes y omnipresentes. Pero ambas características siempre nos serán ajenas, dado que tanto individual como colectivamente desapareceremos. Es tiempo de volver «a poner al hombre en la tierra», como dice un gran filántropo y cantante; porque sino no habrá más lugar para nosotros en este planeta. Y no basta con armar nuevas leyes ecológicas y cambiar nuestras costumbres básicas. Debemos reestructurar nuestra organización social y económica porque, de seguir así seguiremos pareciéndonos más a un virus que a los mamíferos intelectualoides que creemos ser. Observar el mundo natural nos ha enseñado mucho. Observemos el comportamiento del reino animal con ojos más benevolentes para aprender a ser más humanos y menos salvajes.