La historia de la donación y restauración del Embraer 326 que donó la Armada Argentina

Por Aníbal José Maffeo

Desde este año, todos los que concurren al aeródromo municipal “Presidente Dr. Raúl R. Alfonsín” se encuentran, al ingresar, con una aeronave instalada en un pedestal de acero.

Luce los colores e insignias de la Armada Argentina.

Se trata de un Xavante, una copia del italiano Aermacchi MB326, pero construido bajo licencia por la empresa aeronáutica brasileña Embraer.

La matrícula del avión es 4-A-138, y perteneció a la Primera Escuadrilla Aeronaval de Ataque, con asiento en la vecina localidad de Verónica, en donde funciona la Base Aeronaval de Punta Indio.

Pero ¿cómo llegó este avión a nuestra ciudad?

La historia se remonta al año 2008, cuando en la celebración de un nuevo aniversario del Museo Naval de la Nación, ubicado en la localidad de Tigre, me encontré con la entonces capitán de fragata María Inés Flores, que en aquel año se desempeñaba en la Dirección de Relaciones Institucionales de la Secretaría General Naval.

Hacía poco tiempo que los aviones de aquella escuadrilla habían sido radiados del servicio activo, y se me ocurrió preguntarle a la capitán Flores si existía la posibilidad de obtener alguno de ellos como donación.

La respuesta no fue muy alentadora: prácticamente todas las aeronaves habían obtenido ya su destino, y las que quedaban no estaban en el mejor de los estados. Pero me dijo que, si existía el interés, que comenzara los trámites para solicitar la donación.

En el viaje de regreso a Chascomús, decidí que había que intentar obtener la aeronave, que, en definitiva, no dejaba ser una importante pieza de la historia aeronaval de nuestro país, además de la relación que tuvo nuestra ciudad, durante años, con la aviación naval (una historia que también merece ser contada).

Como sabía que iba a necesitar colaboración en esta empresa, recurrí a quienes sabían nunca me dirían que no, y que pondrían toda la voluntad en el asunto: los veteranos de la Guerra de Malvinas de nuestra ciudad.

Es así que al día siguiente les comenté la posibilidad, y decidieron que emprendiéramos las gestiones.

A esta altura, es necesario detenernos en un detalle importante. A pesar de lo que se comenta, este avión no participó del conflicto de 1982. Recién arribó a la Argentina en el año 1983, por lo que es incorrecto señalar que fue una aeronave que intervino en la guerra de Malvinas. Sí lo hizo, claro, la escuadrilla a la que luego fue incorporado este avión.

La formalidad de la solicitud fue encausada a través del municipio, gracias al apoyo que brindó Liliana Denot, quien en ese momento se desempeñaba como intendente.

Finalizadas las gestiones, la Armada Argentina efectuó la donación de la aeronave, mediante Resolución 53/10 del Jefe del Estado Mayor de esa fuerza.

La donación fue aceptada por el municipio, mediante Ordenanza 4096 del mismo año.

A partir de allí, comenzó un período de espera.

Teóricamente, la aeronave debía ser entregada armada y pintada, para ser puesta directamente en exhibición.

Sin embargo, con el correr del tiempo, ello nunca sucedió, por lo que, en el año 2012 se solicitó que la aeronave donada fuera traslada a Chascomús en el estado en que se encontrara.

Fue así que, en el mes de mayo de 2013, partimos hacia Verónica a buscar el avión.

Gerardo Caquineau facilitó su camioneta y carretón para el traslado.

Al llegar, encontramos la aeronave desarmada, con sus planos separados.

Luego de algunas maniobras con una pluma y la ayuda de personal de la base, quedó perfectamente cargada en el carretón.

Al emprender el viaje de regreso a Chascomús, por su ancho, la aeronave ocupaba una parte importante de la ruta 36, hasta que al fin pudimos tomar la ruta 20.

Supongo que para los paisanos que nos vieron pasar, la imagen debe haber sido de lo más surrealista.

Una mole metálica levantaba tierra en el camino. No era un camión jaula, no era una motoniveladora, ni una cosechadora… no, era un avión que avanzaba entre medio de los campos.

Al llegar al aeródromo, un camión de la municipalidad nos estaba esperando para descargar la aeronave del carretón con su pluma.

Una vez que estuvo en Chascomús, hicimos un análisis del estado de la aeronave.

Era necesario colocarle las alas, faltaban muchas piezas, y era necesario un trabajo de pintura integral.

Durante los primeros momentos, el Embraer estuvo resguardado dentro de uno de los hangares, hasta que, cuando llegó el momento de colocarle las alas, fue necesario ubicarlo sobre la plataforma, justo frente a la torre de control.

Nuevamente gracias a la colaboración de Caquineau, quien aportó su maquinaria, colocamos las alas, tarea que no fue nada sencilla.

A partir de allí, todo el proceso entró en un estado de pausa general.

La realidad es que se necesitaba contar con partes faltantes, y afrontar los costos vinculados a la restauración y pintado, que no era nada barato.

Un tiempo después, ocurrió un hecho lamentable que afectó la estructura de la cabina de la aeronave.

Algún curioso dejó las trabas de la cabina sin colocar, y durante una noche de tormenta, la cubierta de la cabina se desprendió, rompiendo sus herrajes y el plexiglás. Eso agregó otro contratiempo al proceso.

A ello se le sumó el hecho de que, por razones operativas y de seguridad, la aeronave tuvo que ser retirada de la plataforma.

No se podía seguir ocupando un lugar en donde operaban distintas aeronaves, así que tuvo que ser traslada a un sector con piso de tierra, lo que dificultaba aún más las tareas.

Al iniciarse el año 2019, se presentó una oportunidad que no se podía desaprovechar.

Un nuevo hangar se estaba levantando en el aeródromo, con piso de hormigón, por lo que, luego de obtener la autorización de SkyDive Center Chascomús, trasladamos el avión hacia ese sector, colocándolo sobre un trípode especial que recibimos en préstamo del Taller Aeronaval Punta Indio.

Ello nos permitió trabajar cómodos, con el avión despegado del piso.

Eso es importante por un detalle para nada menor: la aeronave donada vino sin tren de aterrizaje, por lo que todo movimiento implicaba contar con la maquinaria suficiente para levantar esa mole de más de una tonelada de peso.

Y a partir de allí, el impulso no se detuvo.

Algo interesante de ver, fue como el hangar iba creciendo alrededor del avión.

Mientras se trabajaba en la restauración, las paredes y techo del hangar iban protegiendo lentamente al Embraer.

Paralelamente, la fábrica EMEPA ofreció su colaboración para construir los anclajes y el pedestal metálico en donde se colocaría el avión.

Otro desafío se presentó con las piezas faltantes.

Dos carenados de las alas no estaban, y no podían conseguirse.

La mejor alternativa que se consiguió fue fabricarlos en fibra de vidrio. Para uno de los carenados se tomó como molde uno original que nos facilitaron en Punta Indio, mientras que, para el otro, directamente hubo que espejarlo, tarea para nada sencilla.

También se reparó el plexiglás de la cabina.

Y cuando todas las piezas estuvieron colocadas, luego de un proceso de lijado, comenzó el trabajo de pintura, la que fue donada.

Las insignias y marcajes se colocaron con el sistema de ploteado.

Además, se consiguieron numerosas piezas pequeñas (antenas y luces), donadas por el Taller Aeronaval Punta Indio, que no se encuentran colocadas en otras aeronaves preservadas similares.

Un artículo aparte merecería el lugar de emplazamiento. Pero para éste, basta decir que, a pesar de haber autorizado el Concejo Deliberante en el año 2015 la colocación de la aeronave en la rotonda ubicada en la intersección de Avenida Juan Manuel de Rosas y Ruta 20, por distintas cuestiones burocráticas que detendrían aún más el proceso, se decidió instalarlo en el predio del aeródromo local.

Al cabo de todas esas peripecias, ya todo estaba listo.

El 4-A-138 iba a emplazarse.

Pero sucedió la pandemia.

Y el Embraer quedó ahí, inmóvil, dentro del hangar.

Pasarían varios meses hasta que las actividades pudieran retomarse.

En el mes de marzo de 2021, el pedestal fue colocado en el aeródromo.

Y unos días después, en la mañana del sábado 3 de abril, el Embraer “levantó vuelo” por última vez, y se elevó más de tres metros para asentarse, de una vez por todas, en su lugar de descanso final.

Lamentablemente, el COVID19 siguió con su carrera mortal, y la inauguración formal del emplazamiento continuó demorada.

El sábado 27 de noviembre, será el punto cúlmine de este proyecto.

Con la ceremonia de inauguración, quedará finalmente acabada la tarea que, con esfuerzo y dedicación, y con la colaboración de muchas voluntades desinteresadas, se inició hace ya varios años, para que nuestra ciudad pudiera contar con una pieza de la historia aeronaval de nuestro país.