A dos años de la fría y mojada jornada del 8 de agosto, cuando un puñado de legisladores y legisladoras decidieron que las personas que poseemos capacidad de gestar sigamos sin poder obtener el reconocimiento de un derecho elemental, el aborto continúa siendo ilegal en Argentina. 

Lo que no pudieron contener esos legisladores y legisladoras es que la interrupción voluntaria del embarazo sea un tema presente en todos lados: en las casas, en las plazas y en las camas, como dice la vieja consigna feminista, pero también en las aulas, en los medios y hasta en las iglesias. El aborto, sin ser legal, salió de la clandestinidad, porque la clandestinidad se alimenta del silencio, del miedo y de los prejuicios. Opinar sobre el tema, contar experiencias, escuchar argumentos sobre salud pública, deseo, placer y cifras interminables de edades, motivos y muertes puso al aborto en la mesa.

Abortar ha sido una práctica de la humanidad desde sus primeras fases de sociabilidad; la historia ofrece testimonio de todo esto. Y aunque durante la mayor parte de esa historia fue una práctica sin regulación, la modernización de los estados y la injerencia en ellos de las distintas corrientes religiosas, hicieron de esta práctica milenaria un delito.

Desde inicios del siglo XX algunos proyectos políticos decidieron dar un paso hacia adelante en materia de salud pública y derechos para las mujeres. La Rusia revolucionaria o les republicanes de España son ejemplos de estas experiencias, que lamentablemente duraron poco tiempo. En la segunda mitad del siglo XX y hasta la actualidad, otros pueblos lograron despenalizaciones y legalizaciones abonando a la soberanía sobre el propio cuerpo.  

En Argentina los primeros intentos contundentes para avanzar sobre esta cuestión, logran retomarse en la década del 80 con la obtención de la democracia, porque la democracia no regresó solita, hubo que salir a buscarla, a reclamarla, a exigirla. Iniciativas de grupos de mujeres que desde distintos espacios lograban correr la vara del conservadurismo y la doble moral. Los Encuentros Nacionales de Mujeres -hoy Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Trans, Travestis, Bisexuales y No Binaries- tuvieron mucho, pero mucho que ver en esto. Porque sí señora… las brujas aborteras no venimos de un repollo, ¡ni nos trajo la cigüeña! 

Toda esta experiencia se multiplicó a partir de 2005 cuando se crea la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito. Y el lema “Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir” se convirtió en un eco imparable. En los dos mil y pico los pañuelos verdes eran el botín con el que una volvía de los Encuentros. Trapitos verdes amorosamente entregados de mano en mano y que una lucía como estandarte el resto del año. ¡Y sí mi querida! En esta vida, no todo se vende, no todo se compra, el pañuelo verde es un símbolo que refiere a una historia de lucha en materia de derechos humanos. No sé por qué yo hago puchero, ella hace puchero, yo hago ravioles, ella hace ravioles….¡que país!

Yo aborté y soy la empleada doméstica del 5º “A”

Yo aborté y soy la funcionaria del Ministerio de Salud

Yo aborté y soy la maestra que enseña a tus hijas/os

Yo aborté y soy la promotora barrial que reparte las cajas

Yo aborté y soy la esposa del taxista que te lleva a bailar

Yo aborté y soy la enfermera que te controla la presión

Yo aborté y soy la profesora universitaria que habla de “género”

Yo aborté y soy la kiosquera que conoce tu marca de cigarrillos

Yo aborté y soy la canillita que te reserva el diario del domingo

Yo aborté y soy la diputada que vota leyes contra las mujeres

Yo aborté y soy la adolescente que estudia en un colegio privado

Yo aborté y soy la artista que pinta los rostros de la pobreza

Yo aborté y soy la obstetra que dirige tus partos

Yo aborté y soy la vendedora de celulares que trabaja en la calle

Yo aborté y soy la cajera del hipermercado que reclama descanso

Yo aborté y soy la prostituta que visitás todos los jueves

Yo aborté y soy la obrera de la fábrica que duerme en el colectivo

Yo aborté y soy la jueza que garantiza un estado laico

Yo aborté y soy la periodista que soporta los chistes misóginos

Yo aborté y soy la modelo que admirás en las revistas

Yo aborté y soy la veterinaria que atiende a tus gatas

Yo aborté y soy la psicóloga que escucha tus problemas

Yo aborté y soy la abogada que defiende a los violadores

Yo aborté y soy la discapacitada a quien violó su tío

Yo aborté y soy la católica que se golpea el pecho en las misas

Yo aborté y soy la bisexual a la que se le rompió el preservativo

Yo aborté y soy la deportista exitosa que seguís con fanatismo

Yo aborté y soy la de mesa de entradas que recibe tus notas

Yo aborté y soy la piquetera que corta rutas contra el hambre

Yo aborté y soy la policía que te detiene porque abortaste

Yo aborté y soy la desaparecida por los militares genocidas

Yo aborté y soy todas las mujeres que en este país se ven forzadas a la maternidad

Yo aborté y soy todas las mujeres que mueren por abortos clandestinos

Yo aborté y soy todas las mujeres que sobreviven a un aborto clandestino

Yo aborté y soy todas las mujeres que gritan y reclaman: ¡Mi cuerpo es mío!

Arte colectivo, de un movimiento rabioso y desobediente que iluminó la Patagonia: Fugitivas del Desierto (2006)  

Por consultas, comentarios o saludos a mi madre: luisamichel@gmail.com