Se sienten los coletazos de las políticas sociales y económicas  a causa de la pandemia de Covid-19, como así también el enfriamiento económico de estos últimos años.

 

Económica y socialmente parece, al menos desde el discurso mediático y político, que hay un “antes y después” de la pandemia de Covid-19. Es indudable que la propagación mundial de la epidemia originada en China trastocó los fundamentos basales de las sociedades en general, pero en el caso de la Argentina, es como mínimo reduccionista acotar el análisis a los alcances y consecuencias del Coronavirus. Es palpable que, al menos en su aspecto económico, el debilitamiento macro y micro viene de por lo menos fines de 2014/2015. La contracción y desaceleración de la economía es notaria durante todo el gobierno macrista, pero los coletazos son patentes desde los últimos dos años kirchneristas. Como ejemplo para graficar este argumento se puede tomar de referencia cualquier sector económico, pero el concerniente a la “Construcción” es uno de los más paradigmáticos, sobre todo por la influencia de la denominada “obra pública”, tanto por la envergadura de sus inversiones, como por los puestos de trabajo que genera (llegando a números importantes en años electorales). Otros sectores también se han visto “heridos de muerte”, pero a diferencia del sector de la construcción puede sostenerse que en ellos las políticas adoptadas por la pandemia de Covid-19 sí han influenciado directamente sobre su desarrollo (“Turismo”, “Industria”, “Tecnología”).

Pero antes de adentrarnos en la “Construcción” en sí, algunos números nos servirán de contexto para entender un poco los síntomas raquíticos de la economía en su conjunto. En Argentina, el 40% de su población es considerada “pobre” y alrededor del 45% de los “económicamente activos” desarrollan su cotidianeidad en la informalidad (donde un gran porcentaje de esos “informales” son de los diferentes gremios del sector de la construcción: albañiles, gasistas, plomeros, pintores, por nombrar a algunos). Todo ello dentro de un germen inflacionario que desde 2017 no para de crecer en su promedio interanual. De esta forma, pobreza, informalidad e inflación generan un contexto donde el deterioro es más patente con el correr de los meses. Y acá es donde entra en juego el aislamiento social y obligatorio, ya que la cuarentena tiró por la borda cualquier atisbo de mejora en el corto, mediano y largo plazo. Tanto desde oficialismo como desde la oposición se argumenta en términos de “año perdido”, económicamente hablando. Y esto evidentemente hace mella en las proyecciones privadas de inversión, sobre todo, tomando de referencia los datos de la Cámara Argentina de la Construcción, que sostienen que el 75% de las empresas del sector tuvieron números negativos en la facturación. El otro dato ejemplificador del momento actual de las empresas del rubro está dado por el porcentaje de empresas que han solicitado ayuda al Estado. Cerca del 90%, según cifras oficiales.

En números reales, el sector sigue paralizado ya que dependiendo del Municipio que habilite o no el funcionamiento del rubro, no es menos significativo que muchas empresas dedicadas a la materia prima (cemento, siderurgia en general y ceramistas) recién en estos días han comenzado a activar sus producciones, de acuerdo a intrincados y específicos protocolos de actuación. Ocasionando apertura de “venta de mostrador”, pero desabastecimiento de stock real por falta de producción.

Tampoco es muy alentador la “sensación” que tienen los empresarios del momento actual. Según la encuesta de expectativas que desarrolla el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), el 93% de los consultados del sector privado, y el 82% de los que se dedican a la obra pública, estimaron que el nivel de actividad seguirá cayendo en el segundo semestre del año. Y argumentos no les faltan: 17 meses de baja en el sector, pérdida de más de 90 mil puestos de trabajo, ajuste fiscal y corte del financiamiento externo, son una realidad difícil de soslayar.

En estos días se espera el nuevo índice de inflación y, de acuerdo a como viene desarrollándose este primer semestre, los números no variarán demasiado en su proyección negativa. El sector de la construcción, al igual que muchos otros sectores, parecen sentir no sólo los coletazos de las políticas sociales y económicas  a causa de la pandemia de Covid-19, sino que también sus pasivos recurrentes  son parte del enfriamiento económico de estos últimos años.