Uno) Al igual que en otras oportunidades, seres humanos residentes -los más- en el territorio nacional, en uso de sus plenas facultades decidieron expresarse. Como entonces, eligieron fecha (una de las, al menos) sentida para los argentinos: 17 de Agosto, pase a la inmortalidad de Don José Francisco de San Martín; como gusta decir -incluso- a quienes profesan la versión edulcorada del Padre de la Patria. Y está muy bien!; en tanto pretendan se visibilicen (como dicen ahora) sus expresiones y sentires. Es posible que a partir de ello (170 años que el nacido en Yapeyú y fallecido en Boulogne-sur-Mer) sus miras sean advertidas mejor o por más. No es cándida la elección. Tanto menos, cobijarse en el -tan patético como patente oximoron- concepto amañado de ciudadanos apolíticos. Tampoco habré de incurrir en la falacia de que, hacerlo -ahora o en cualquier tiempo-, profundiza o evita cierre la grieta; cuando lo que debemos discutir es la brecha existente entre quienes tienen más (cómo, por qué, a costa de qué) y los que padecen tal situación no casual ni asexuada. Mucho menos cuando los que disfrutan de ese poder que da el tener más, pretenden erigirse en portadores de las fórmulas mágicas. Ni Sor Juan Inés de la Cruz habría de imaginarse tamaño cinismo y poca imaginación, amplificada por los medios de comunicación masivos, porque de social sólo tienen su poder de afectación. Entonces, lejos de ser preocupante que se muestren en la arena política o que se saquen los disfraces o tapabocas, deviene pertinente reflexionar a modo de prevención.
Dos) Tampoco, los cultores de la Revolución Francesa -imaginada en una partida de naipes con café y escones o croissants en «La Bastilla»- han soslayado que los en clave serratiana «hartos ya de estar hartos» no dudarán en exponerse a contagios propios o a terceros, habiendo un Estado (errático, insuficiente, malvado, no querido) que los atenderá sin preguntarles o reprocharles hayan cometido tamaño acto de civismo.
Tres) Párrafo aparte merece imaginar lo sabido: el gobierno (o los, en un país federal, aunque sea cada tanto y según las situaciones), omitirá reprimir la protesta. Tal vez como cuando el Presidente Kirchner, y su nunca bien ponderada decisión (sostenida a rajatablas) de no interferir en la protesta callejera (con cortes o interferencia en accesos, rutas con destino a sus trabajos). Ahora los convocantes a este otro «Banderazo Patriótico», sabrán que podrán hacerlo tranquilos; únicamente controlados con sus conciencias (esa Abuela que regula el Mundo…, como eligieron registrar Luis Alberto Spinetta e «Invisible»). Pero corresponde una vuelta más de tuerca.
Cuatro) Invitar y participar físicamente a este Plenario de Civismo, importa exponerse a lo establecido en el D.N.U. 267/2020; esto es, someterse al contenido de los artículos 205 y 239 del Código Penal. Pero, además, entre sus mentores y divulgadores existe un componente superior, más peligroso: el conocimiento y aceptación de la posibilidad de dañar. El denominado dolo eventual, consentimiento o aceptación en que sus conductas producirán ilícitos.
Quinto) Vale decir que; i) pueden hacerlo, sin mayor control que sus discernimientos; ii) el Estado los asistirá, lo cual no se les escapa; iii) saben que ponen en riesgo la salud y seguridad públicas, pero el amor (Odio, perdón Tanguito) es más fuerte; iv) deben cumplir los roles asignados; v) la Grieta es así….