Psicóloga que trabaja en contacto directo con los internos en unidad penal bonaerense cuenta su experiencia en ANTI.
El malestar social producto de las medidas adoptadas impacta de manera acrecentada en el interior de las instituciones carcelarias – en este caso de la provincia -, que más allá del encierro del cuerpo de los detenidos, producto del delito cometido, se ven en esta situación privados de otras cuestiones que hacen a lo tratamental del Servicio Penitenciario Bonaerense.
Como por ejemplo, los internos han perdido espacio tratamentales y recreativos, la escuela y las salidas transitorias (en aquellos que tienen este beneficio); mientras que se han perjudicado con la disminución de las actividad judicial (hay detenidos que están procesados a la espera de un juicio) y las visitas, algo que nunca antes había sucedido.
Justamente, la visita tiene un valor simbólico muy grande al interior de lo que es la identidad del preso. La familia es sagrada; de la familia no se puede hablar mal. Con esa valoración, con esa connotación tan alta de las visitas, se transforma realmente en un generador de aumento de ansiedad en la población carcelaria.
Más allá de lo simbólico y afectivo, la pérdida de la visita se siente en cuestiones materiales, ya que es la que le lleva la comida que le gusta por ejemplo, que suma a la que recibe, los cigarrillos, productos para la higiene, un montón de cosas que están autorizadas y otras que no. Si bien está la posibilidad de que familias dejen una encomienda en la puerta, que se ingresa con todos los recaudos, por las condiciones de la pandemia, son pocas las que pueden hacerlo.
LA ENFERMEDAD DE LOS RICOS
En un primer momento, entre los internos circuló que el COVID-19 era una enfermedad de ricos, porque justamente había llegado al país con gente que había viajado al exterior. Hoy por hoy, en cambio, están todos más preocupados por la incertidumbre, por la expectativa angustiada del qué pasará.
En algún punto, tal sensación es común entre los presos y el personal del SPB, ya sea el policial como el profesional que interviene en el sistema. Todos son víctimas con diferentes funciones, algunos de ellos con la de calmar a otros, lo que es un desafío para personas que tienen sus propios miedos y deben cuidar al resto.
De esta manera, toda la institución carcelaria está atravesada por este aumento de ansiedad, pero los internos reflejan, dentro de este panorama, la incógnita de quién los atenderá de suceder algo, quién se ocupará de ellos. Es un imaginario de siempre, como si la los detenidos no fueran parte de la sociedad. El COVID-19 entra dentro de ese imaginario, de la asistencia para el que está afuera y el olvido para ellos. Igualmente, en este contexto común, todos los actores del SPB colaboran para prevenir el contagio.
EFECTO CONTAGIO
¿Por qué no se propagaron las protestas en las cárceles? No hay generales, no hay una respuesta única. Cierto es que se tomaron medidas desde la parte asegurativa y reforzó la contención emocional desde los profesionales de la salud mental, desde el acompañamiento subjetivo por parte de las psicólogas, con reuniones semanales con los referentes de cada pabellón y entrevistas individuales a demanda, más trabajo articulado y en equipo ante la crisis para conocer quiénes necesitan mayor contención. No menos importante es que los juzgados vayan canalizando y respondiendo las dudas de los internos.
Igualmente cada unidad tiene sus movimientos y ritmos propios, su idiosincrasia, ya sea en lo edilicio, donde hay antiguas y más modernas; en el personal que la compone, o en las propuestas tratamentales y programas implementados. Varían también por quién la lleva adelante, debido que las instituciones totales están manejadas por personas, que le terminan dando su impronta, siendo importante el trato humanizante y rescatar la singularidad.
¿Cómo se vive la pandemia en la cárcel? Depende de lo que cada unidad tenga para ofrecer. Es importante brindar tratamiento, acompañamiento, contención y actividades recreativas, que algunas se pueden sostener, como los espacios deportivos. Lo que es general es la preocupación de los internos por sus familias, porque ellos, en el penal, comen todos los días; afuera, no saben. En principio se molestaron por la suspensión de las visitas, pero luego entendieron que eran por el bien de los suyos.
Es real que todos los internos se quieren ir a casa, y no son tontos, saben que si generan problemas, se les complica. Igual hay ciertos códigos carcelarios de identificación, de armar un nosotros, y el diferente es segregado y hasta castigado. Por eso esta cosa de que “si se arma, me tengo que prender”. El COVID-19 sería un motivo más, del cual hay que estar atentos y conteniendo para evitar el caos. Es muy importante el trabajo articulado entre la parte asegurativa y tratamental del penal.
CÓMO SE COMUNICA
No menos importante es el efecto de cómo se transmite en los medios, en la política, la información de temas tan sensibles como estos: “libertad para todos los detenidos”. De un lado hay un sujeto que está detenido por un delito, que es obvio que se quiere ir; y por el otro lado están las víctimas o familiares de víctimas, que también padecen, que sufren y no entienden. Habría que transmitir estas cuestiones de manera más prudente y delicada, teniendo en cuenta estas dos caras de las monedas. Y que se vea caso por caso, trabajando la singularidad.
En los casos de la unidad en cuestión, se trata de internos que se fueron bien, por buena conducta, mucho tratamiento y porque faltaba poco para cumplir la pena. Y otros que estaban por causas leves, como aquellos que entraron por ejemplo por ir a comprar marihuana para consumir, una constante en los años anteriores.